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Mujer indígena preparando medicinas con hierbas en un mortero o almirez

Medicina tradicional americana: un tesoro lingüístico y etnológico

Los primeros documentos españoles que registran palabras americanas datan de finales del siglo XV. De hecho, canoa, de origen antillano y perteneciente al léxico arahuaco, ya figura en el Vocabulario español-latino (en torno a 1495) del reconocido humanista Antonio de Nebrija. Es decir, muy poco después de la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo.

En parte gracias a esa temprana tradición escrita, el español actual de América conserva cientos de vocablos autóctonos que designan la flora local, incluidas las plantas usadas con fines medicinales. Proceden de lenguas indígenas americanas como el guaraní, náhuatl o quechua.

Ilustración de la obra 'Coronica de las Indias: La hystoria general de las Indias agora nueuamente impressa corregida y emendada. Y con la conquista del Peru', de Gonzalo Fernández de Oviedo, 1547, CC BY

El testimonio de mercaderes y piratas

Como decíamos, la tarea de documentar esa riqueza léxica empezó muy pronto. Entre los siglos XV y XVI, los viajes de expedición marítima en busca de nuevos territorios trajeron a numerosos comerciantes, intelectuales, políticos y viajeros europeos interesados en descubrir su exótica realidad. Los expedicionarios ingleses, en particular, nos legaron una destacable cantidad de obras con temáticas muy variadas a partir de la segunda mitad del siglo XVI.

En lo concerniente a la medicina americana de este periodo, el mercader británico John Frampton publicó Joyfull Newes out of the Newe Founde Worlde (1577), una traducción parcial de la Historia natural de las cosas que se traen de las Indias Occidentales (1565-1574) escrita por el médico y botánico sevillano Nicolás Monardes Alfaro. Se trata de una extensa farmacopea que recopila sustancias medicinales comunes en América, reproduciendo sus nombres nativos con adaptaciones. Ofrece detalles sobre su preparación, propiedades terapéuticas y otras características útiles.

Lámina del Dictionarium de Antonio de Nebrija. Edición impresa en Granada en 1536.

Otro ejemplo más tardío es The American Physitian (1672), escrita en inglés por el pirata y botánico William Hughes. Describe plantas oriundas de Jamaica, Barbados y Nieves, así como sus aplicaciones medicinales.

Pequeño glosario de remedios naturales

La fuente en la que se basa este artículo es AMERLEX-Database, una base de datos en línea y abierta al público cuyo objetivo principal consiste en reunir de forma sistemática las voces amerindias y procedentes de España (hispanismos) presentes en obras españolas e inglesas de los siglos XVI y XVII. Entre otros elementos, incluye la lengua de procedencia de cada palabra localizada en los textos y sus diversas grafías, el área léxica o fragmentos que contextualizan su uso.

Por ahora, AMERLEX-Database cuenta con 558 vocablos adscritos al campo léxico “plantas y flora”. De ellos, 105 aparecen acompañados de una descripción, más o menos somera, sobre su potencial curativo, utilidad terapéutica o forma farmacéutica.

Por su frecuencia de aparición caben destacar árboles como la tacamajaca (lengua náhuatl). Su resina emplastada sobre la región umbilical de la mujer hacía que el útero, por ese entonces considerado errante por naturaleza, se mantuviera en su posición anatómica. Además, el vapor de esa sustancia se recomendaba como revitalizante tras un desmayo.

La caraña (indio antillano), también preparada en forma de emplasto y colocada sobre la zona afectada, era un calmante eficaz contra el llamado mal de madre. Este trastorno comprendía diversas afecciones del aparato reproductor femenino externo.

Por otro lado, el líquido resultante de cocer la madera del guayacán (indio antillano) supuestamente curaba la sífilis. El liquidámbar, un bálsamo de color amarillo rojizo extraído del ocotzote (náhuatl), era una sustancia que servía para limpiar y curar heridas. Y la ceniza del pacay (quechua), mezclada con jabón, se utilizaba como emoliente para reblandecer el empeine –un trastorno similar al eccema– localizado en el cutis.

Otra planta medicinal destacada es el mechoacán (náhuatl), que se elaboraba para beber o como supositorio contra el estreñimiento. Los autores también mencionan sus propiedades analgésicas: era empleado para tratar la cefalea, el cólico, el dolor articular, renal o estomacal; como antitusivo, cuando la tos era persistente; o incluso como antiinflamatorio en caso de oclusión intestinal con hinchazón.

Y, por último, la raíz del mozote (náhuatl) se aplicaba como secante y cicatrizante sobre vejigas y todo tipo de llagas, salvo las bubas venéreas.

Pervivencias de una tradición centenaria

Pese a su lejanía temporal, el uso terapéutico de plantas americanas autóctonas no está circunscrito a una época determinada. Hoy día, la medicina tradicional sigue practicándose en varias regiones del territorio como herencia de los pueblos que consideraron y trataron las enfermedades conforme a sus creencias, conocimientos y recursos del entorno.

Así, el Diccionario de americanismos recoge tres significados para el mencionado mozote. El primero de ellos explicita que, en Honduras, “la cocción de la raíz se utiliza en la medicina tradicional para el flujo y para acelerar el parto”. Y la Biblioteca de la Medicina Tradicional Mexicana, alojada en el repositorio digital de la Universidad Nacional Autónoma de México con fines de investigación y divulgación, contiene un diccionario enciclopédico, un atlas de plantas y un mapa interactivo sobre la flora medicinal indígena del país.

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