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Qué es la economía conductual: sesgos, empujoncitos y decisiones deseables

Carlos quiere un buen seguro para su coche y lo contrata con la compañía que más le suena. Marta sabe que no tiene ahorros suficientes para complementar su pensión cuando se jubile, pero el pasado Black Friday decidió gastarse una importante cantidad de dinero en un móvil de última gama. Pedro, preocupado por su salud, pensaba usar mascarilla cuando fue al teatro con sus amigos, pero como nadie la llevaba, al final él tampoco se la puso.

Todos estos ejemplos muestran que hay una clara influencia de la psicología en la economía y que los humanos en muchas ocasiones no nos comportamos ni tomamos decisiones de manera completamente racional, tal y como proponen los postulados de la economía clásica, resumidos en el paradigma del “homo economicus”.

Este paradigma supone que los humanos, en nuestra toma de decisiones, somos perfectamente racionales. Esto significa que:

  1. Somos capaces de analizar toda la información relevante.

  2. Sabemos analizarla correctamente.

  3. Elegimos la opción que, de manera egoísta, tenga más utilidad para nosotros (dinero, placer, etc.)

Pero la evidencia empírica muestra que los humanos no decidimos así. Muchas veces no analizamos toda la información relevante, ni la analizamos bien, ya que somos muy malos estadísticos intuitivos. Además, somos animales sociales, por lo que nuestras decisiones vienen influenciadas por lo que hacen los demás; de ahí que hablemos de economía conductual.

Los atajos de la mente y la economía conductual

En nuestras decisiones muchas veces nos guiamos por “heurísticos”, que son atajos conscientes o inconscientes que nos permiten tomar una decisión rápidamente, con poca búsqueda de información, pero obteniendo, sin embargo, gran precisión.

Usar estos heurísticos o atajos funciona muchas veces, pero en otras nos hace cometer errores o sesgos. La denominada economía conductual o del comportamiento (behavioural economics) ha identificado más de 100 sesgos diferentes.

En los ejemplos mostrados al principio de este artículo en los que hemos visto la influencia que tiene la psicología en la economía, a Carlos le ha afectado por el sesgo de disponibilidad, y por eso ha elegido la compañía que más le suena, en vez de analizar cuál es la mejor. Marta está cayendo en el sesgo del presente, descontando en el tiempo de manera exagerada los beneficios de una pensión en el largo plazo y valorando de manera exagerada la utilidad de un consumo presente. Por su parte, Pedro ha sucumbido al efecto manada, dejándose influir por las decisiones de los demás.

La economía conductual, que se desarrolló a partir de la década de 1970, en contraposición con la “economía clásica”, combina la psicología y la economía y tiene como padres al nobel Daniel Kahneman, junto con Amos Tversky. Ambos realizaron multitud de experimentos para sentar las bases de la disciplina. Su libro Pensar rápido, pensar despacio es un superventas que expone de manera amena sus contribuciones.

Como precursor está el también nobel Herbert Simon (1956), con su concepto de racionalidad limitada. La mente humana tiene limitaciones de conocimiento, tiempo y capacidad de cálculo. Preferimos tomar decisiones rápidas y “suficientemente buenas”, lo que se conoce como comportamiento “satisfactorio”.

Psicología en la economía: los sesgos no son defectos

¿Son malos los sesgos? No necesariamente. El enfoque “fast and frugal” (rápido y frugal) de Gerd Gigerenzer no considera los heurísticos atajos irracionales que conduzcan al sesgo y a decisiones subóptimas. Por el contrario, los sesgos pueden ser algo bueno y ofrecer resultados de decisión precisos para cada contexto con el mínimo esfuerzo.

Además, los psicólogos evolutivos sugieren que gracias a los heurísticos y sesgos pudimos sobrevivir a lo largo de nuestra historia. No son por tanto defectos de diseño, sino características de diseño. Nuestros antepasados, que, ante una sombra sospechosa en la hierba de la sabana, emplearon el heurístico de huida sobrevivieron (¡aunque a veces el peligro era infundado!). Mientras, los que intentaron analizar toda la información antes de tomar una decisión óptima no lograron transmitir sus genes…

La inteligencia artificial y los sesgos

Los recientes avances en inteligencia artificial pueden hacernos pensar que podemos emplearla, como asesor o ayudante, para mejorar nuestra toma de decisiones (por ejemplo un roboadvisor o asesor financiero virtual), al no ser humana y no tener nuestros sesgos.

Sin embargo, las IA también tienen sesgos. Algunos de ellos, como el sesgo histórico, derivado de los humanos, surge porque para su entrenamiento usamos información humana que contiene sesgos. Además, existen otros sesgos propios que aparecen durante el proceso de construcción de los modelos, como el sesgo de representación.

Ayudar con un empujoncito de la psicología a la economía

¿Y si no puedes vencer a tu enemigo, por qué no aliarte con él? Esto es lo que propone la teoría nudge o del empujón, del nobel de economía de 2017 Richard Thaler. Su “arquitectura de decisiones”, sugiere diseñar los entornos de decisión de forma que la opción que se considera deseable (normalmente por parte de los poderes públicos) quede favorecida, usando los sesgos de comportamiento a nuestro favor. No se obliga a nadie, pero se le encauza, lo que Thaler llama “paternalismo libertario”.

Por ejemplo, haciendo que la opción por defecto de un entorno de decisión sea la que deseamos que se elija, nos aprovechamos del sesgo de statu quo y de nuestra tendencia a la procrastinación para lograr que esa sea la mayoritariamente elegida. Con esta sencilla medida las autoridades de diversos países han logrado, entre otras muchas cosas, aumentar el ahorro para la jubilación de los trabajadores. La opción por defecto fue dedicar una parte del sueldo a un fondo de ahorro. El trabajador debía cambiarla voluntariamente si no estaba de acuerdo.

También, mediante el uso de “nudges” sociales, se ha conseguido fomentar el ahorro energético de los hogares, incorporando en la factura de la luz información acerca de cómo está nuestro gasto en relación con el de nuestros vecinos y quién está ahorrando más, en una suerte de competición.

En definitiva, no somos totalmente racionales como suponía la teoría económica estándar, sino que, como señala la economía conductual, gracias a nuestros heurísticos y sesgos estamos aquí. Es bueno conocer cuáles son más intensos en nosotros para poder aprovecharlos en nuestro favor y a la vez impedir ser manipulados.


Este artículo forma parte de una colaboración con Becas Santander, una iniciativa global que ofrece becas, programas y contenidos gratuitos para adultos de cualquier edad. Más información en https://www.becas-santander.com.


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