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Vista de la península ibérica y el norte de África desde la Estación Espacial Internacional el 26 de julio de 2014.

100 días, tres años y 12 meses: la fórmula para hacer política local

La vida se divide en legislaturas para los que decidieron dedicarse a la política, y esas legislaturas, en España, tienen un ritmo distinto según se trate de gobiernos locales, regionales o estatales. Hemos visto legislaturas alargadas hasta el último minuto del ultimo día que permitía el calendario y gobiernos interinos durante más de 500 días, algo que también ocurre o puede ocurrir a menor escala en los gobiernos regionales, sobre todo aquellos que estatutariamente se han dado la posibilidad de adelantar la convocatoria de unas elecciones.

Pero en los gobiernos locales la legislatura comienza siempre el día después de las elecciones locales y termina siempre el último domingo de mayo pasados cuatro años. Eso ocurrirá con independencia de las capacidades de liderazgo del alcalde o alcaldesa, e incluso con independencia de que el gobierno pierda todo el apoyo social que le llevó hasta la alcaldía. Se pueden producir mociones de censura que hagan que el bastón de mando pase por varias manos, pero el calendario está tasado, los plazos están escritos, los momentos están predefinidos.

La importancia de la planificación

Hay muchas formas de perder una alcaldía o de no conseguirla, y la fundamental es la improvisación, en la precampaña y campaña o en la gestión de la institución. La improvisación en realidad no se muestra de forma evidente porque lo que suele ocurrir cuando el responsable político local improvisa es que la administración local y su gestión cae en manos de los empleados públicos que llevan años desarrollando su actividad y que con sus inercias pueden hacer que un Ayuntamiento funcione administrativamente y casi más allá sin que apenas se eche de menos a los políticos.

No todos los municipios son iguales, y aunque en el imaginario social el ámbito local se divide en dos grandes grupos: pueblos y ciudades, sirva como recordatorio que de los 8.125 municipios que hay en España solo 63 tienen más de 100.000 habitantes, o que el 60% de ellos tiene menos de 1.000 habitantes. Por no hablar de que un 81,9%% de la población vive en el 13,2% de los municipios.

Las dos Españas

Viendo este panorama, podemos afirmar que a nivel demográfico, urbano, poblacional y de capacidad de gasto para la puesta en marcha de políticas públicas hay dos Españas: la España vacía, la de los pueblos y la otra España, la que los poderes públicos cuidan, porque ahí están los electores.

En cualquier caso, hay tres números que pueden servirle a cualquier gobernante local de un municipio de un tamaño entre 5.000 y 100.000 habitantes para planificar su gestión: la fórmula 100, tres y 12, y que divide en tres grandes bloques la acción de un gobierno local: los 100 primeros días, los tres años siguientes, y los 12 últimos meses.

Los 100 primeros días son el momento de los impactos, de los mensajes, de evidenciar que comienza una nueva etapa y de que se tiene fuerza, mensaje y proyecto para el nuevo tiempo. Conviene no perder ni un minuto y poner en marcha esa propuesta estrella que condujo nuestra campaña electoral, hacerlo con contundencia sin temer el rechazo, pero sin ofrecer una imagen agria. En este momento todo el mundo nos mira, la ciudadanía, los medios, los stakeholders de lo local, las élites culturales, económicas, la comunidad educativa… todos quieren hacerse una idea de cómo va a ser nuestro gobierno.

Pasados los 100 días, conviene cerrar esta etapa de forma visible haciendo un ejercicio de comunicación y difusión que muestre lo logrado, de tal forma que se genere un enmarque social favorable a nuestra imagen, y para eso hay que intentar que toda nuestra gestión de esa primera etapa se pueda resumir en un sólo mensaje fuerte e identitario.

Los tres años siguientes son los años de la gestión, con una comunicación política más enfocada a poner en valor nuestra capacidad de administrar los recursos públicos, son años en que la principal dificultad reside en el trato con los empleados públicos del municipio, resistentes al cambio por naturaleza y guardianes firmes de sus compartimentos burocráticos. Porque a poco que los miembros del gobierno local no se esfuercen y se dediquen a sus tareas con entrega, los empleados públicos se harán con el control del día a día, marcando la agenda, haciendo que la gestión política se desdibuje.

Un calendario que se presta a la planificación

Hay muchas peculiaridades pero podemos encontrar una línea que recorre toda la planificación local sin grandes diferencias entre municipios. Una vez terminados los fastos navideños con la cabalgata de los reyes magos, los empleados públicos se ponen manos a la obra para los carnavales, y pronto llegará la semana santa, motores de consumo que activan la economía.

Después comienzan los campeonatos deportivos, las romerías, fiestas de barrios y distritos, piscinas municipales, ferias veraniegas, el 15 de agosto (el día en que más pueblos de España están en fiestas), el comienzo del curso, y después el día 1 de noviembre y el cuidado del camposanto, sin darnos cuenta ya estaremos celebrando el día de la constitución y planificando de nuevo los fastos navideños.

Pero no son todo fiestas, hay que sumarle las Escuelas deportivas municipales, las Universidades Populares, los maratones y carreras varias, los días internacionales, el comienzo y finalización de los cursos escolares y la atención y cuidados de las instalaciones educativas, los campeonatos deportivos y las ligas locales, las ferias de la tapa, y casi seguro que también las relaciones intergubernamentales con visitas de representantes de otras administraciones.

Poco espacio queda para la innovación en esos tres años, así que hay que aprovechar esa estabilidad del calendario para cuidar la gestión, sobre todo la económica, y dejar claro que el nuestro es un buen gobierno, que está al lado de los que emprenden, que es participativo y transparente, pero sobre todo que nuestro alcalde es el mejor.

Del programa a los hechos

Pasados esos tres años, todo apunta ya a las próximas elecciones, los doce meses finales, y ese es el momento de la política de los hechos, sobre todo con las inversiones en obra pública. Es hora de poner en marcha todas las obras que se habían anunciado, de que el pueblo esté más limpio que nunca, de que las fiestas sean más grandes y exuberantes que nunca, que el pregonero sea el más famoso, o de que se pongan en marcha todos los planes de empleo.

¿Eso quiere decir que solo se gobierna de verdad un ayuntamiento en esos doce meses finales? En absoluto, se trata más bien de adaptar nuestra gestión y su visibilidad a la intensidad de las expectativas ciudadanas, y ahí hay que tener claro que la improvisación y la parálisis son los principales enemigos de la gestión política local.

Se trata de establecer un gradiente en la intensidad de nuestro gobierno adaptada a un calendario que después de 40 años de ayuntamientos democráticos tiene su propia dinámica. Conseguiremos el voto más por generar expectativas para el futuro que por lo que hemos hecho en estos cuatro años.

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