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Zapatos rojos con velas en el suelo en señal de protesta.
Manifestación contra los feminicidios en Madrid, 2015. Giacomo M/Shutterstock

A pesar de su éxito en plataformas, el ‘true crime’ feminista todavía está por llegar

En España se han producido más de 1 240 feminicidios en tan solo 20 años. Cada uno de estos asesinatos esconde una historia que rara vez ocupa el espacio mediático.

La víctima se retrata como una mujer que había o no denunciado previamente, que tenía o no una orden de alejamiento, que seguía o no manteniendo una relación sentimental con el supuesto autor de los hechos y que tenía o no hijos comunes con su asesino. Poco más. Su paso por los espacios informativos solo sirve para sumar cifras en un contador ignominioso de víctimas de violencia de género.

En algunas ocasiones lo sucedido encuentra paso hacia la esfera pública mediática, y se convierte en un relato que configura la percepción de la sociedad sobre el crimen, el agresor y la víctima. Es el caso del documental true crime, que ha encontrado hueco entre los catálogos de las plataformas de vídeo bajo demanda, con especial atención a los casos de feminicidio, y que hemos estudiado.

El nuevo true crime

A lo largo de la historia, los medios han moldeado la percepción que la sociedad tiene sobre crímenes, agresores y víctimas. Culturalmente, las mujeres siempre se han visto vinculadas a la condición de víctimas, a pesar de los intentos del feminismo por combatir este relato.

El nuevo true crime irrumpe buscando el prestigio del cine documental, con voluntad de provocar cambios sociales. Por eso promociona el trabajo periodístico e investigativo que lo sostiene.

Sin embargo, las investigaciones del true crime favorecen las reinterpretaciones de la realidad frente a la simple observación y buscan explotar la empatía y la participación de la audiencia. Todo se pone al servicio de las emociones, convirtiendo el sufrimiento privado de las personas en un “producto manufacturado” de entretenimiento.

Un corcho con un mapa y chinchetas con post-its clavadas.
Fotograma del documental ‘¿Dónde está Marta?’, en el que se aborda el feminicidio de Marta del Castillo. Cuarzo Producciones

Hemos revisado los documentales de true crime que relatan los feminicidios más mediáticos de la historia reciente de España, que se emiten en streaming y llegan a una audiencia global, con el objetivo de releerlos con perspectiva de género.

Entre ellos se relatan los asesinatos de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes, en El caso Wanninkhof-Carabantes y Dolores: la verdad sobre el caso Wanninkhof, los de Toñi, Desirée y Miriam, las “chicas de Alcàsser”, en El caso Alcàssser, y el de Marta del Castillo, en ¿Dónde está Marta?.

Tras verlos, hemos descubierto que el true crime español perpetúa los mismos estereotipos sobre la violencia contra las mujeres. Las víctimas de las historias escogidas son representadas de forma simple y emocionalmente efectiva, buscando la identificación de la audiencia.

El documental true crime no refleja toda la verdad

Existen diferentes tipos de feminicidios. Los íntimos son aquellos perpetrados por un hombre que es o ha sido pareja de la víctima; los de familiares, aquellos en los que el autor es pariente de la víctima. También están los que cometen hombres con relación con la víctima sin que exista una intencionalidad sexual y, por último, los feminicidios cometidos por hombres extraños.

Víctimas mortales del _true crime_ español por género, edad y tipo de crimen.
Víctimas mortales del true crime español por género, edad y tipo de crimen. Feminicidio en el centro del relato /Researchgate

Estos últimos son los preferidos del true crime. Frente a las decenas de casos de violencia de género que se acumulan cada año, los documentales escogen crímenes con motivación sexual ocurridos en el pasado. Las víctimas fueron sorprendidas cuando regresaban a casa, tras estar con la pareja o volver de fiesta, o fueron secuestradas cuando hacían autostop para ir a la discoteca. Todas son atacadas de noche y en un contexto de ocio.

Sus asesinos son hombres con antecedentes penales por agresiones brutales cometidas contra otras mujeres, con quienes no existía relación. Ellas no los conocían y no tuvieron opción de defenderse del ataque: fueron capturadas en espacios aislados, bajo engaño o mediante el uso de armas.

Estos patrones y estereotipos persistentes del relato criminal de la violencia contra la mujer responden a los feminicidios sexuales sin componente de pareja o expareja y solo representan al 4,8 % de las víctimas de feminicidio en España en 2022. Sin embargo, son un 50 % del contenido de true crime que existe en los catálogos de las plataformas.

Del mismo modo, el 59 % de los feminicidios de 2022 fueron perpetrados por parejas o exparejas de las víctimas, pero ninguno de los documentales producidos por las plataformas refleja esta realidad.

Pobre retrato de las víctimas

Por otro lado, las víctimas de las historias escogidas se muestran de forma simple y emocionalmente efectiva, buscando la identificación con el espectador. Se las representa en esbozos sencillos, apenas un álbum familiar de buenos momentos, pergeñado por progenitores, familiares y amigos. Muestran a unas jóvenes felices y sin problemas, de familias de clase media, llenas de vida, socialmente integradas y queridas.

Se elude cualquier atisbo de profundidad o arista en ellas, ningún aporte que no sea para reforzar el cliché de inocencia. No hay nada que indagar en sus vidas; ellas son víctimas inocentes. Estos retratos promueven un proceso de identificación en la audiencia: podrían ser cualquier mujer que conozcamos.

Esto hace que las muchas víctimas de feminicidio que quedan fuera del estereotipo de víctima “ideal” para el relato pierdan su credibilidad, como estudia Tanya Horeck en su libro Justice on Demand: True Crime in the Digital Streaming Era, al mismo tiempo que quedan fuera del marco de representación de la mujer como víctima de violencia.

Marta del Castillo es la víctima del único feminicidio íntimo abordado por el true crime español. La justicia condenó a su asesino, con quien había mantenido una breve relación a la que ella decidió poner fin. En el documental ¿Dónde está Marta? se aborda la voluntad expresa de la familia de eludir el encuadre de género, por miedo a que esa relación previa la culpabilizara socialmente de su destino, como ocurría con la cobertura mediática de los casos de violencia de género y, como consecuencia, la alejara del estereotipo de la “víctima ideal”. A pesar de los avances sociales en este ámbito, la serie documental no modifica el relato, ni sitúa a la violencia machista en el centro de esta historia.

El caso Alcàsser sí identifica a las tres jóvenes como víctimas de la violencia estructural y sistémica contra la mujer, aborda las implicaciones que el crimen tuvo para toda una generación al extender el terror sexual y analiza el miedo que se instauró en la población. También repasa los grandes hitos en la evolución de la sociedad española en relación con la violencia sexual contra las mujeres. Sin embargo, lo hace solo en los siete últimos minutos de un conjunto de cinco horas de metraje.

Fotograma de _El caso Alcàsser_ en el que se muestra un informativo dando la noticia de las mujeres desaparecidas.
Fotograma de El caso Alcàsser en el que se muestra un informativo dando la noticia de las mujeres desaparecidas. FilmAffinity

Por último, aunque El caso Wanninkhof-Carabantes y, sobre todo, Dolores: la verdad sobre el caso Wanninkhof denuncian los prejuicios sociales sobre las mujeres lesbianas que llevaron a Dolores Vázquez a la cárcel, no indagan en la perspectiva de género en relación con las víctimas directas del crimen.

Todos los casos tratados se pueden encuadrar dentro de la forma más extrema de la violencia machista. A pesar de ello, no se percibe una subversión en el enfoque narrativo de estas nuevas aproximaciones al relato criminal. No se amplía la mirada, ni se profundiza en los engranajes sociales e institucionales que amparan la violencia sistémica sobre la mujer. No hay tampoco ninguna alusión o relato vinculado a los más de 50 menores víctimas mortales de violencia de género, o los más de 426 menores huérfanos por feminicidio en España.

El futuro

Las movilizaciones globales del #MeToo y el #YoSíTeCreo situaron la violencia sexual contra las mujeres en el centro del debate de la cuarta ola del movimiento feminista. Pero, a pesar de la evolución que ha experimentado la sociedad frente a la percepción de la violencia de género, la violencia criminal contra la mujer se sigue contando bajo convenciones estereotípicas: víctimas de un hecho violento aislado, extraño y no sistémico. Se obvia así mostrarlo como la forma más extrema de violencia contra la mujer simplemente por serlo, resultado de un sistema patriarcal de relaciones de poder que somete social e institucionalmente a la mujer.

Merece la pena entonces preguntarse, como hace Tania Horeck, cuál sería el resultado si en vez de usar el cuerpo de las mujeres para enganchar al espectador y después abandonarlo, el true crime se pusiera al servicio de una mirada feminista, donde el crimen y el misterio ejerciesen como “caballo de Troya” para denunciar la violencia estructural contra la mujer y subvertir los estereotipos en el relato criminal.

De momento, en España el true crime feminista está todavía por llegar.

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