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Las manos de un estudiante completan un examen a lápiz.

Cómo evaluar a los estudiantes en tiempos de ChatGPT

Llevamos inteligencia artificial en el bolsillo desde hace unos años e interactuamos con ella muchas veces sin ser conscientes. En educación también se usa desde hace tiempo a través de sistemas de tutoría y evaluación.

Con la llegada y popularización de ChatGPT en su versión 3.5 hemos sido más conscientes que nunca de sus avances. En los últimos meses han proliferado una gran cantidad de herramientas de inteligencia artificial de tipo generativo. Podemos encontrar aplicaciones que crean texto, música, audio, vídeo, webs, imágenes, logotipos, mapas conceptuales, itinerarios de viajes, unidades didácticas, etc.

Información nueva y facilidad de uso

Esta tecnología permite a las máquinas simular determinadas capacidades que tenemos las personas como pensar, resolver problemas, aprender e incluso ser creativas y generar información.

El Parlamento Europeo la define como “la habilidad de una máquina de presentar las mismas capacidades que los seres humanos, como el razonamiento, el aprendizaje, la creatividad y la capacidad de planear”.

En otras palabras, es una tecnología entrenada con datos y que es capaz de adquirir información de su entorno para aprender, usa estrategias para darle sentido a la información y de esta forma poder actuar de modo que parece racional y autónoma.

Lo que es realmente revolucionario en estas herramientas es su capacidad para crear información nueva y, a la par, su facilidad de uso. Aunque pueden cometer errores y experimentar alucinaciones, resultan sumamente interesantes.

Ejemplo de ello son ChatGPT, que nos sorprende con sus respuestas, o LuzIA, un desarrollo español que responde preguntas, resume textos, transcribe audios o crea imágenes. Estas tecnologías continúan evolucionando rápidamente y, sin duda, nos sorprenderán con más utilidades en el futuro próximo.

Impacto educativo y retos

Organismos internacionales como la Comisión Europea en su Libro Blanco de 2020, la UNESCO en su guía sobre IA y educación y en su análisis sobre ética o los expertos que participaron en el informe Horizon han reconocido la importancia de la IA en la educación.

En estos informes internacionales se destaca el impacto que va a tener y se plantean diversos dilemas, por una parte sobre su uso ético y por otra, sobre cómo integrarla en la sociedad y la educación. Los docentes la podemos usar para planificar, para producir contenido y como asistente en tareas de tutoría, pero quizás el tema que más preocupa es la evaluación.

Evaluar de otra forma

Los estudiantes siempre han buscado información y han usado todos los recursos posibles para realizar tareas académicas y superar las evaluaciones. Pero la IA desafía la tradicional detección de copias y plantea nuevas preguntas sobre cómo evaluar a los estudiantes: es difícil detectar si una tarea ha sido hecha con Chat GPT o con otras herramientas de IA generativa. Actualmente carecemos de una tecnología sólida con capacidad de detectar con precisión y eficacia la información generada por estos sistemas.

Ya no basta con pedir al estudiante que analice, compare, resuelva un problema o reflexione, porque la IA lo sabrá hacer también y tan bien… ¡o incluso mejor!

Hace décadas que la informática y la tecnología educativa tratan de encontrar sistemas de evaluación que nos faciliten las correcciones automáticas y que supongan algo más que plantear pruebas objetivas tipo test. Necesitamos plantearnos qué valor aportamos nosotros como docentes al proceso de enseñanza–aprendizaje. Es fundamental comprender que evaluar no implica simplemente calificar y que va más allá de recopilar tareas.

No existen fórmulas o soluciones definidas que puedan ayudarnos sin antes reconsiderar todo el proceso educativo y todos los factores que lo condicionan, pero sí podemos plantear algunas ideas y estrategias que ayuden a afrontar la evaluación en el mundo de la IA generativa:

  1. Valorar más el proceso que el producto. Los docentes deben adquirir conciencia de la importancia del proceso de aprendizaje en sí mismo, más allá del producto final que entregan. Y una forma de abordar el desafío educativo de la utilización de herramientas de IA es promover la importancia de ese proceso explicando las herramientas que han usado y cómo. A ese proceso hay que darle valor en la evaluación que hagamos, combinando así calificaciones propias de una evaluación sumativa con otras de evaluación formativa.

  2. Se pueden promover en las aulas la colaboración y las estrategias interactivas, diseñando actividades que incorporen las herramientas de IA. Los docentes tendremos que supervisar el proceso de trabajo y plantear preguntas que estimulen capacidades superiores como el pensamiento crítico, la resolución de problemas o el razonamiento, pero en situaciones de interacción con el profesorado: pidiendo justificaciones, analizando procesos y resultados, proponiendo soluciones alternativas y generando de forma continua nuevas preguntas relacionadas con el tema. Hay que convertir el aula en un espacio interactivo para la construcción de aprendizajes.

  3. Se pueden emplear estrategias de evaluación creativas, más allá del examen escrito tradicional: pruebas de competencia basadas en habilidades prácticas, exposiciones orales, debates, juegos de rol, resolución de casos prácticos en el aula, simulaciones, concursos, pósteres, ferias de estudiantes, experiencias colaborativas con otras universidades…

Con imaginación hemos de pensar en estrategias innovadoras que suponen, sin duda, un reto para los docentes del siglo XXI, estrategias que de verdad evalúen competencias y con las que la IA sea nuestra aliada.

En diciembre publicaremos en RiiTE un número monográfico sobre IA en educación, que seguro que servirá de inspiración para la innovación educativa apoyada en la IA. Es un camino apasionante para los próximos años y hemos de prepararnos para ello.

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