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Cuando la educación tiene errores e innovar no es suficiente

La educación es como un árbol. Solo se identifica con lo que se ve. Así contemplada, no responde a lo que es. Se confunde, como el océano con su oleaje. Así es como normalmente se entiende: superficialmente, casi solo asociada a demandas sociales. Si lo que se aprecia, que es solo lo externo, se interpreta como el todo, cualquier cosa que se haga a partir de ello no estará orientada, podría ser un error en su conjunto.

Este sesgo generalizado ha motivado la elaboración de un enfoque de la educación consciente de sus raíces e incluyente, que se ha denominado “radical e inclusivo”.

Desde esta perspectiva, se deducen algunas insuficiencias y parcialidades de la educación convencional que normalmente pasan desapercibidas, hasta el punto de no formar parte del discurso de los organismos internacionales que determinan la educación (Unión Europea, UNESCO, OCDE, OEI, etc.), ni de las leyes, sistemas educativos convencionales o proyectos educativos o institucionales.

Cambios necesarios pero insuficientes

Algunas insuficiencias serían las siguientes: se promueve una formación, una innovación educativa y un cambio centrados en la acción educativa y las TIC. Es completamente necesario, pero insuficiente a la vez.

Toda la educación se apoya en el aprendizaje. Pero a través del aprendizaje no se llega a la educación plena. Aprender es adquirir conocimientos, significados. Además, es preciso perder, soltar, eliminar, como ocurre en el proceso de la nutrición o de la renovación celular.

Crecer va asociado a perder la vieja piel de condicionamientos y lastres provenientes del ego personal y colectivo. Al centrarse solo en el adquirir y en el saber -por ser nuestra educación heredera de Sócrates–, no ayuda a despertar a un estado más consciente: deja a los educandos narcotizados y a medio educar. ¿Se entendería que en un hospital se dejase a los pacientes a medio curar? La educación para una vida más consciente debería ser el fin crucial de la educación. Los fines de la educación no se acercan a esto.

Hay que educar para cambiar la vida desde el interior, radicalmente

Toda la educación se articula en sistemas educativos nacionales, mientras la humanidad languidece. Los grandes pedagogos de la historia han tenido a la humanidad como referente. ¿Cómo es posible hablar de educación sin que la humanidad se sienta o se construya para ella, porque ni siquiera aparece en los currículos?

Hay unanimidad en la intención de “educar para la vida”; pero tiene más sentido “educar para cambiar la vida radicalmente”, esto es, desde nosotros mismos.

El currículo o plan de intenciones educativas para cada etapa de enseñanza formal se organiza en dos dimensiones: disciplinar y transversal. Al ser bidimensional, su propuesta es plana, carece de profundidad. Excluye una eventual tercera dimensión radical, compuesta por “temas radicales”, cuyas características diferenciales son: ser esenciales para la formación, no demandarse, estar fuera del discurso de las organizaciones internacionales de la educación, de los sistemas educativos y de la Pedagogía (ciencia normal), estar asociados a una educación de la conciencia, no depender de contextos ni épocas, no estar desarrollados hacia la normalizacion y no ser extraños a los maestros más conscientes.

Se asume que la etapa educativa más relevante es la infantil, de los 0 a los 6 años de edad. Hoy hay suficientes evidencias científicas para incluir como periodo estrella al prenatal. Pero la educación y la Pedagogía prenatales también requieren una revisión radical de la educación, desde la cultura general.

Hoy la investigación educativa se identifica con la empírica, bien cuantitativa o cualitativa. La ciencia y los objetos de estudio de la Pedagogía precisan, además, investigación hermenéutica, reflexiva, ensayística y creativa. De otro modo, la Pedagogía no cumplirá su función. Se trata de valorar productos valiosos de conciencia, no solo los que se entiende que están científicamente bien construidos. No es infrecuente construir artículos científicos impecables, sin un gramo de indagación ni conciencia. La clave de una ciencia con conciencia es la formación del investigador/a, que siempre será mejor si se cultiva mediante la meditación.

El alumno no es el único centro de la educación

Creer que el alumno o el hijo son el centro de la educación, como por todas partes se publica, está en la base de la mayor parte de errores y fracasos de la educación. La educación de los hijos y alumnos es un efecto de la sociedad adulta e inmadura, que por ello no se ocupa de su propia educación.

Para trazar la línea de la educación, el compás hay que apoyarlo en cada conciencia y empezar en uno mismo. Esto es aplicable a personas y sistemas sociales, incluidos los educativos, a dirigentes y a responsables sociales, como hace 26 siglos en tiempos de Lao zi o Kung zi. Todos somos educadores y educandos a la vez, desde la fase prenatal hasta el fin de la vida. Todos los sistemas (personales y sociales) son educativos en potencia. Considerar que solo hay un sistema educativo es un error que evita la emergencia de una nueva paideia con base en la conciencia.

El proverbio africano “Para educar a un niño hace falta la tribu entera” es falso. Si la tribu no se ocupa de sí misma y no se destribaliza primero, adoctrinará mientras educa. O sea, condicionará su razón mientras le enseña. Hará como un médico que daña y cura a la vez: un sinsentido. Pues bien, esto es lo que normalmente ocurre: que se adoctrina y se educa a la vez, porque realmente nuestros egos nos importan más que nuestros hijos.

La controvertida atención a la diversidad

La idea de que la educación normal se apoya en la atención a la diversidad es otro error objetivo. La diversidad es solo una faceta de cualquier ser del universo. El ser humano no solo es diverso: es idéntico, luego semejante y, sobre todo, es único. Una educación con base en la unicidad es la opción más objetiva, científica, compleja y consciente.

Antes que cambios centrados en la práctica, la acción educativa y las tecnologías, se precisa repensar lo que se llama cambio educativo e innovación educativa, para un cambio radical que permita incluir la conciencia y retos fundamentales, actualmente desapercibidos . El enfoque radical e inclusivo de la educación nace con esta finalidad y puede ser útil para ello.

Urge un cambio pedagógico radical: de una educación basada en el aprendizaje y el conocimiento (hoy competencial), a una educación basada en la conciencia que, incluyéndolo, facilite la formación de seres humanos más conscientes, más maduros, menos egocéntricos. Aunque la sociedad no lo demande, lo necesita.

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