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Nebulossa interpretando ‘Zorra’ en el Benidorm Fest 2024. RTVE

De la Fuente de Duchamp a la Zorra de Nebulossa: los significados que vienen y van

La canción Zorra del grupo Nebulossa, representante de España en Eurovisión en 2024, tras ganar el Benidorm Fest, y la polémica al respecto de la reivindicación de esa palabra ha puesto en el candelero dos cosas: el concepto de “resignificación” y el debate sobre la adecuación, además de la corrección lingüística (o más bien social) de usar palabras tabúes. Como se imaginarán los lectores, ni el propio proceso ni el “escándalo” son algo nuevo, sino más bien algo recurrente desde que la humanidad es humanidad.

¿Qué es la resignificación?

Este término se refiere al hecho de dotar de un valor nuevo a una entidad o a un concepto que ya existía previamente. Y, aunque ahora lo estamos escuchando y suene a “moderno”, lleva mucho tiempo aplicándose no solo al lenguaje sino a cualquier manifestación en la que algo que ya existía previamente se utilice con una función diferente. De ahí su nombre.

La resignificación se ha utilizado en diversos campos del conocimiento; vayan dos ejemplos ilustrativos: el arte y la historia. En arte, se aplica al proceso creativo en el que el artista toma como base un objeto cotidiano y lo convierte en un objeto artístico. Pásense por algún museo de arte contemporáneo y verán muchas resignificaciones; pero si no pueden, quizás les venga a la mente una de las más conocidas: la obra Fuente del artista Marcel Duchamp.

Foto de Isra Rulowsinsky.
La Fuente de Marcel Duchamp (urinario). Wikimedia Commons, CC BY

Una obra que convirtió un urinario en una obra de arte y el tema central de un escándalo allá por 1917. Hoy en día, tenemos muchos ejemplos de resignificaciones en el arte callejero: cualquier caja de electricidad, tapa de alcantarilla o murete que, a través de la intervención artística, oculte su función original. Banksy es un maestro de la resignificación del espacio natural, pero nuestras calles acogen la obra de muchos artistas anónimos.

Resignificación del espacio público. Sofía, Bulgaria.

En historia, la resignificación hace referencia a un cambio de interpretación o mentalidad generalmente debido al descubrimiento de nuevas evidencias. Un caso muy conocido y, para algunos sectores, también escandaloso, fue el descubrimiento de que el esqueleto de Birka, hallado en una tumba vikinga del siglo X, no era de un hombre sino de una mujer. El análisis de ADN no solo corrigió la identidad sexual del esqueleto, sino también la historia: las mujeres vikingas también eran guerreras de alto rango.

¿Se cambia de verdad el significado?

Para entender este mecanismo desde el punto de vista de la lingüística, es necesario precisar qué es exactamente lo que cambia en la resignificación, para después establecer cómo y por qué cambia precisamente ese aspecto.

En el lenguaje, el equivalente al concepto de resignificación sería el de cambio semántico: un proceso natural de todas las lenguas por el cual los elementos lingüísticos modifican su significado. Pueden hacerlo reduciendo o ampliando su alcance semántico, es decir, especializando su significado.

Un ejemplo de especialización sería la palabra inglesa deer, ahora “ciervo”, pero, allá por la Alta Edad Media, deor era “animal” (compárenlo con el actual Tier “animal” en alemán).

Un ejemplo de expansión sería el caso de resiliencia, que solo se empleaba para designar la resistencia de los materiales a cambiar de forma (del latín resilire “saltar hacia atrás, replegarse”) y ahora se aplica a la capacidad de superación.

Por cierto, hay un curioso cambio metafórico: de lo negativo que puede ser el moverse hacia atrás a lo positivo que trae el ir siempre hacia delante. Y es que los cambios semánticos también pueden jugar a cambiar el valor positivo o negativo de un significado.

Por ejemplo, la palabra villano solía hacer referencia a las personas que vivían en una villa, pero hoy en día su significado de “ruin, desleal” es el más prototípico.

El caso contrario también sucede: singular siempre ha hecho referencia a ser “único”, pero, mientras que antes esa singularidad se interpretaba como “lo raro y extraño”, hoy en día, sin embargo, se refiere a “lo extraordinario y excepcional”.

Cambios de significado con intención

Más allá de estos procesos semánticos, lo interesante es que en alguno de ellos hay una intención específica y consciente por parte del hablante a utilizarlos de manera diferente a la ya establecida, que lleva consigo esa reapropiación. Es precisamente en este grupo en el que se sitúa la palabra zorra de la canción eurovisiva, el de maricón o queer en el colectivo LGTBIQ+, o el de nigger en la población afroamericana.

En estos casos el valor peyorativo y despectivo de estas palabras cambia su polaridad al ser usadas por el mismo grupo al que iban dirigidas estas apelaciones. Se convierten, de hecho, en términos particulares e identificativos dentro del propio colectivo. A veces, incluso, estos términos pueden llegar a convencionalizarse y pasar a emplearse genéricamente como en el caso de la teoría queer.

Mucho más que palabras

Los cambios de significado no se dan solamente en las palabras. Como fiel exponente del carácter multimodal del lenguaje, la gestualidad también se puede resignificar.

Abundan los ejemplos. Uno de ellos es el gesto de los dedos índice y corazón en forma de V con la palma hacia fuera. Este gesto ha transitado por varios significados hasta llegar a convertirse en la pose preferida de las fotos por la juventud japonesa: victoria en la segunda guerra mundial (solo tienen que poner Churchill en su buscador y lo verán), victoria y paz en los años 60 cuando la contracultura hippie le dio la vuelta a este gesto preferido de Nixon…

Winston Churchill hace la señal de victoria junto a Truman que hace un gesto de saludo con la mano en la puerta de la Blair House en Washington DC.
Winston Churchill y el presidente estadounidense Truman en 1949. Fotografía de Abbie Rowe. National Archives and Records Administration, CC BY

Algo similar ha sucedido con el gesto del puño cerrado. Aunque desde la antigüedad ha representado poder, resistencia y solidaridad, lo han hecho suyo, y, por lo tanto, resignificado, numerosos grupos, desde los movimientos obreros del siglo XIX hasta los movimientos políticos (Black Power en EE. UU.) y sociales (el movimiento contra el apartheid sudafricano, feminismo) de los siglos XX y XXI.

Incluso hasta posturas convencionales como la genuflexión ha pasado de ser una representación de vasallaje desde la época medieval a encarnar resistencia al racismo y apoyar la igualdad racial desde que el jugador de fútbol americano Colin Kaepernick lo hiciera para apoyar al movimiento Black Lives Matter.

En definitiva, la resignificación es un proceso en constante desarrollo y más en el contexto lingüístico.

Es una muestra de que las lenguas, al igual que los hablantes, las culturas y las sociedades en las que se usan están vivas y evolucionan. Porque lo que en algún momento fue un escándalo, en el futuro será algo cotidiano. Como canta Jorge Drexler, “nada es más simple, no hay otra norma, nada se pierde, todo se transforma”.

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