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Jinetes del friso Partenón. British Museum

El expolio arqueológico ya no tiene excusa: el Brexit y los mármoles del Partenón

Cuando visitamos un museo o una galería de arte pocas veces pensamos cómo una pieza ha terminado allí. Muchas veces su origen será lícito; otras veces se debe a conductas criminales que se enmarcan en la delincuencia contra el patrimonio cultural.

El bien cultural más susceptible de convertirse en “víctima” de este tipo de delincuencia es el patrimonio arqueológico. Robar un van gogh bien custodiado en una institución tiene poca salida, incluso en el mercado negro. En cambio, saquear un yacimiento arqueológico es una opción segura: es una conducta que sucede en medio de la naturaleza, donde la presencia policial es escasa, y por lo tanto, el riesgo de detección es mínimo.

Con el expolio empieza la cadena que nutre un nefasto y rico mercado ilícito de antigüedades traficadas. Y una vez las mismas están expuestas en una institución cultural, ¿quién puede saber el origen ilegal de la misma, si éste se oculta?

Sin ir más lejos, en la última edición de la feria de arte TEFAF que se celebra anualmente en Maastricht se han incautado una cabeza romana y un jarrón egipcio que podrían haber sido excavados ilegalmente por saqueadores. Y sin embargo, allí estaban, esperando un comprador.

El caso del Partenón

El caso de los mármoles del Partenón es diferente, pero no por ello menos importante. Hagamos un poco de historia: Thomas Bruce, 7º conde de Elgin, llega a finales del siglo XVIII a una Atenas no griega, sino otomana, como embajador del imperio británico ante el gran mufti.

En esa época, la pasión por el arte clásico está de moda gracias a la labor del famoso historiador del arte Winckelmann. Bruce cree que llevarse los mármoles del Partenón será una forma maravillosa de educar a sus conciudadanos, además de que le ha prometido a su esposa que con ellos decorarán su nueva casa.

Se redacta un contrato con los turcos y asunto terminado: los mármoles salen del Partenón rumbo al Reino Unido. Será años más tarde cuando el gobierno británico comprará los mármoles a Bruce e irán a parar al British Museum.

Lo que supone el Brexit

Aquí yace la gran defensa del Reino Unido, que esgrime como argumento principal que toda la operación fue perfectamente legal. Este es uno de los muchos argumentos alegados a lo largo de la batalla legal y diplomática presentada por Grecia, estado que desde la década de los ochenta del siglo pasado ha pedido en repetidas ocasiones la devolución de los mármoles.

Ahora, con el apoyo al Reino Unido debilitado gracias al Brexit, Grecia ha presentado una cláusula en las negociaciones ante la Unión Europea (con el soporte de Italia, España y Chipre) en la que se pide el retorno de cualquier antigüedad robada que se encuentre en el Reino Unido. Y es aquí donde yace la utilidad de esta cláusula: aunque claramente Grecia la plantea para el retorno de los mármoles del Partenón, esta cláusula sirve tanto para antigüedades traficadas en la actualidad como antigüedades ‘traficadas’ en el pasado.

Un acuerdo “legal” insostenible

Digo traficadas entre comillas porque ahí radica el hecho diferencial de los mármoles del Partenón: nadie niega, por más controvertido que sea el contrato entre Elgin y el gobierno turco de la época, que el acuerdo fuera legal. El problema es que esta legalidad no se sostiene en la actualidad.

Los delitos no suceden en el vacío: todo lo contrario. Suceden en el espacio y en el tiempo, en un momento y lugar determinados, donde impera una cierta cultura. ¿La consecuencia? Lo que ayer no era delito hoy lo puede ser y viceversa.

Aplicado al patrimonio cultural, no es de extrañar percibir un cambio de mentalidad más que legítimo entre muchos estados que vieron cómo, por la colonización y demás eventos históricos, su patrimonio cultural quedaba disperso por todo el mundo, y hoy reclaman su devolución. Lo hace Grecia, lo hace Italia, lo hace Benín, lo hace Egipto y tantos otros estados. Antes se podía tolerar: ahora ya no.

Londres como centro del mercado internacional

¿Y como afecta esta cláusula a las antigüedades traficadas hoy en día? Como en otras formas de tráfico, el patrimonio cultural sale generalmente de estados empobrecidos (con honrosas excepciones, pues en este tipo de tráfico lo que prima es que el estado sea rico en patrimonio cultural) hacia estados ricos, que generalmente suelen ser centro del mercado internacional del arte.

¿Y adivinan cual es uno de los centros más importantes del mundo? En efecto, Londres. El Brexit podría suponer una traba administrativa más a operaciones policiales dirigidas a desmantelar el tráfico ilícito de arte. Por ello no nos debe sorprender que Italia, España y Chipre hayan apoyado la iniciativa griega, puesto que son estados con contenciosos internacionales por su patrimonio cultural y, en mayor o menor medida, con unidades policiales dedicadas específicamente al patrimonio cultural, y por lo tanto, activas en su detección y prevención.

Un cambio cultural bienvenido

El futuro dirá qué ocurre con esta cláusula, y el futuro dirá qué ocurre con los mármoles del Partenón. Ahora bien, sea cual sea el recorrido administrativo de las negociaciones entre Bruselas y Londres (de momento Downing Street ya ha manifestado que no van a negociar sobre los mármoles del Partenón), el cambio cultural ha llegado.

Ya nadie puede fingir ignorancia: el patrimonio arqueológico no es moneda de cambio, ni sirven argumentos más dignos del colonialismo que de épocas actuales para poseerlo. Y desde luego, levantar fronteras no equivale a impunidad para con el tráfico de patrimonio cultural. ¡Bienvenida sea esta cláusula en la lucha contra este tipo de delincuencia!

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