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El importante papel (y el inmenso potencial) de las enfermeras escolares

La enfermera escolar es una figura con gran impacto en la población infantil y juvenil. Puede ser la clave para abordar aspectos fundamentales del autocuidado como la educación sexual, las adicciones –con y sin sustancia– y el bienestar emocional. Además, tiene un valor añadido: su capacidad para actuar fuera del ámbito sanitario e intervenir en una comunidad receptiva al aprendizaje.

Pero ¿cuáles son los vínculos que unen enfermería y sector educativo? ¿Qué retos han de afrontar en la actualidad y en un futuro a medio plazo? ¿Qué beneficios puede aportar a la sociedad?

Una figura nacida en el siglo XIX

La relación entre enfermería y escuela tiene su origen en el movimiento higienista, precursor de la actual salud pública, a mediados del siglo XIX. Esta corriente puso de manifiesto la necesidad de mejorar las condiciones de vida de la población. Ya entonces, las escuelas fueron consideradas un espacio excepcional al permitir un fácil acceso a la población infantil.

En un tiempo en el que los sistemas de salud carecían de la estructura y accesibilidad actuales, surgió la necesidad de establecer un profesional que diera respuesta a la comunidad educativa y que pronto se convertiría en un referente en países como Inglaterra, Francia o Estados Unidos: la enfermera escolar.

En España, esta figura no apareció hasta la década de los 70 del siglo XX como parte del equipo de los centros de educación especial de la Comunidad de Madrid, y con una labor preferentemente asistencial. Actualmente, tanto su presencia como su regulación normativa en las diferentes comunidades autónomas es muy heterogénea.

Los dos pilares de su actividad

A pesar de esta diversidad, la enfermería escolar ha sido la responsable de numerosas aportaciones en el ámbito educativo. Podríamos resumirlas en dos grandes bloques:

1. Gestión de enfermedades crónicas

Las necesidades de salud del alumnado dibujan un escenario cada vez más complejo. El aumento de las patologías crónicas en la infancia (diabetes, asma, intolerancias alimentarias…) y las políticas de inclusión educativa han cambiado las características de los estudiantes en cuanto a necesidades de salud.

Además, los menores permanecen más tiempo en los centros escolares, en parte por la falta de medidas que faciliten la conciliación familiar. Por tanto, administrar medicación o responder ante una urgencia son situaciones más frecuentes para los docentes.

Ante esta circunstancia, la enfermera escolar garantiza una escolarización con menos riesgos al asegurar una correcta administración de medicación, la realización de técnicas y procedimientos específicos y la asistencia en caso de accidente o urgencia que comprometa la vida del menor.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas intervenciones son esenciales para el bienestar del alumnado y para garantizar el logro académico bajo criterios de calidad, cobertura y equidad. Asimismo, la asistencia sanitaria en las aulas es indispensable para lograr que las Escuelas Promotoras de la Salud funcionen como un sistema.

2. Promoción de la Salud

El modelo de Escuelas Promotoras de la Salud, desarrollado en Europa a través de la Red SHE (Schools for Health in Europe Network Foundation), promueve un enfoque global hacia la salud desde de la comunidad educativa. No se trata de desarrollar líneas concretas de trabajo, sino de que el centro escolar en sí mismo sea un espacio de salud.

Esta aproximación pivota sobre tres puntos clave: el contenido curricular, el entorno social y físico de la escuela y sus vínculos con la comunidad, familias y servicios de salud.

Ocho pautas mundiales de la OMS para las Escuelas Promotoras de la Salud.

Si tenemos en cuenta el periodo de escolarización obligatoria, resulta fácil comprender que esta visión favorece la alfabetización en salud del alumnado a largo plazo. Además, estas acciones se adaptan al entorno socioecológico del centro educativo: profesorado, trabajadores del centro, comunidad y familias, lo que les confiere la capacidad de trascender el espacio físico de la escuela.

En este sentido, tanto desde el ámbito escolar como comunitario, las enfermeras colaboran como expertas referentes en el diseño e implantación de programas estratégicos en los centros educativos. Habitualmente, estos programas siguen las líneas de actuación prioritarias de la Red SHE, que incluyen acciones de:

  • Promoción de una alimentación saludable.

  • Promoción de actividad física y disminución del sedentarismo.

  • Promoción del bienestar emocional y la convivencia.

  • Prevención de adicciones.

  • Educación afectivo-sexual.

  • Prevención de lesiones.

  • Entorno y sostenibilidad.

Todo ello desde el respaldo que ofrecen las evidencias científicas y su adaptación a los contenidos de salud en cada etapa educativa.

Reactivar el autocuidado

Sin embargo, su verdadero potencial está aún por explorar. La pandemia de la covid-19 ha dejado al descubierto la fragilidad de los sistemas sanitarios para afrontar las nuevas demandas de la población.

Precisamente, la población adolescente ha sufrido una pérdida de bienestar emocional durante estos años, además de un aumento considerable de las adicciones sin sustancia, como a las redes sociales o los videojuegos.

Así que, sin olvidar las tensiones ocasionadas por la falta de profesionales sanitarios, consideramos que es tiempo de reactivar el autocuidado como parte fundamental del abordaje de la salud en la sociedad. La enfermera escolar es, sin duda, un perfil profesional consolidado para afrontar la tarea.

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