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Enseñar a escribir en el aula: cómo y para qué

El desarrollo de la competencia escrita de los aprendices es uno de los retos que debe afrontar nuestra sociedad. La escritura es una competencia clave para el aprendizaje de todas las áreas del currículum y, por lo tanto, debemos considerarla una herramienta transversal en la construcción del conocimiento y en la mejora del rendimiento escolar.

No es tarea fácil, y para la consecución de esta competencia los centros educativos deberían garantizar el aprendizaje de la lengua escrita a lo largo de toda la escolarización desde al menos dos puntos de vista:

  • Por un lado, tomando conciencia de que aprender a escribir es un proceso complejo, que requiere la enseñanza explícita de las estrategias de composición escrita, del reconocimiento de los géneros discursivos, de las características de las propiedades textuales y, por supuesto, del conocimiento del funcionamiento de la lengua en la que se escribe.

  • Por el otro, en tanto que la escritura es una competencia transversal, promoviendo una coordinación didáctica y pedagógica entre el ámbito lingüístico (es decir, el que aúna todas las lenguas curriculares), entre este ámbito y las otras áreas curriculares (en la enseñanza de la escritura se plasma el tratamiento integrado de lenguas y contenidos), y entre las distintas etapas educativas.

Escritura, lectura y expresión oral

Los planes de escritura de los centros educativos tienen como objetivo atender holísticamente este reto. En no pocas ocasiones se imbrica con un plan de lectura, puesto que leer y escribir son dos procesos paralelos, a través de los cuales elaboramos conocimiento sobre el mundo, sobre los demás y sobre nosotros mismos.

Pero la escritura también está vinculada a la oralidad. Múltiples investigaciones demuestran que la interacción oral contribuye a aprender a escribir, es decir, hablar sobre lo que se está escribiendo ayuda a ser consciente de lo que se escribe, de las dificultades que surgen durante el proceso y, en definitiva, a verbalizar, compartir y saber movilizar las estrategias necesarias para superarlas.

Así pues, la enseñanza de la escritura se imbrica con la comprensión escrita y con la expresión oral y refleja el valor didáctico de la integración de las habilidades comunicativas.

Tiempo en el aula

Ahora bien, para que hablar y leer ayuden a mejorar la competencia escrita de los alumnos debemos considerar, como mínimo, dos requisitos: el primero, destinar tiempo en el aula para escribir y para aprender a escribir; y, el segundo, disponer de un marco didáctico para que este tiempo sea formativo, es decir, que se emplee efectivamente para aprender.

En cuanto al primer requisito, el docente debe evitar la sensación de que escribir en clase es perder el tiempo. Al contrario, llevando a cabo estas prácticas, puede reunir evidencias de que es un tiempo bien aprovechado.

En cuanto al segundo requisito, una de las herramientas metodológicas más efectivas para aprender a escribir en el aula es la secuencia didáctica, que favorece la planificación, la implementación y la evaluación de un proyecto de escritura significativo en el que se aprende a escribir un género discursivo determinado.

Secuencias didácticas

Las secuencias didácticas de lengua se desarrollan desde hace más de tres décadas (véase Bronckart y Schneuwly y Camps) y hay múltiples investigaciones y experiencias de aula que las avalan en todas las etapas educativas: infantil, primaria y secundaria.

Estas herramientas metodológicas que la investigación ha desarrollado e implementado en las aulas ayudan a concretar los objetivos que prescribe el actual marco curricular de la educación obligatoria. El Real Decreto 126/2014, por el que se establece el currículo básico de la Educación Primaria en España (y que los respectivos currículos de las comunidades autónomas despliegan), indica lo siguiente en referencia a la enseñanza y aprendizaje de la competencia escrita (pp. 27-28):

La enseñanza de los procesos de escritura pretende conseguir que el alumno tome conciencia de la misma como un procedimiento estructurado en tres partes: planificación del escrito, redacción a partir de borradores de escritura y revisión de borradores antes de redactar el texto definitivo.

Para progresar en el dominio de las técnicas de escritura, es necesario adquirir los mecanismos que permitan al alumno diferenciar y utilizar los diferentes géneros discursivos apropiados a cada contexto (familiar, personal, académico, social) en todas las áreas del currículo.

La evaluación se aplica no solo al producto final, elaborado de forma individual o en grupo, sino sobre todo al proceso: se evalúa y se enseña a evaluar todo el desarrollo del texto escrito a partir de las producciones de los propios alumnos y alumnas.

La revisión en grupo debe admitirse como práctica habitual en estos casos para favorecer el aprendizaje autónomo.

Evaluar el proceso, no el resultado

Así pues, enseñar a escribir teniendo en cuenta las tres fases del proceso de escritura (planificación, textualización y revisión), partiendo del constructo género discursivo, atendiendo al proceso más que al producto final y generando oportunidades de interacción en el aula para que los estudiantes aprendan a escribir juntos para ser cada vez más autónomos, son premisas que cualquier docente debería tener en cuenta para plantear tareas de escritura en el aula.

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