Cada seis meses cambia la gestión de las cosas en Bruselas y se produce una sustitución de la presidencia del Consejo (de ministros) de la Unión Europea. La presidencia rotatoria del mismo tiene su origen en el Tratado de París (1951), permaneciendo hasta el Tratado de Lisboa (2009), y demuestra el principio de que “no hay nada más permanente que lo provisional”.
La presidencia rotatoria nació con la intención de que todos los países miembros de las comunidades europeas vieran sus intereses representados, sus agendas políticas reflejadas en la agenda de la naciente organización internacional. En la actualidad sirve para que siga habiendo una representación de los intereses nacionales dentro de la agenda política de las instituciones comunitarias y conlleva a nivel práctico –que se dice rápido pero no es tan fácil– que durante seis meses se encarguen de la llevanza de las reuniones.
Hay una parte de responsabilidad y de desafío y oportunidad en toda presidencia. La responsabilidad se refleja en la organización del trabajo diario, órdenes del día de las reuniones, relaciones interinstitucionales con el Parlamento o la Comisión Europea, mientras se representan los intereses de la Unión en lo cotidiano y se atienden a los asuntos geopolíticos.
Aprovechando para difundir la cultura
También hay una parte cultural y más social que puede ser económica si se es capaz de desarrollarla. Austria en el 2006 conseguía que gracias a la organización del ciclo de conciertos en Salzburgo con el título de Sound of Europe se retomara su pasado cultural.
Durante seis meses, el centro cultural Bozaar de Bruselas se llena de exposiciones, conciertos y ciclos de conferencias sobre el país de la presidencia mostrando sus bondades.
Los presidentes de los países acuden con frecuencia a la capital belga para las habituales reuniones del Consejo Europeo y para la representación institucional cuando acuden otros jefes de gobierno no europeos o reuniones estratégicas. Hay un traslado del centro del poder desde la capital del país correspondiente a Bruselas.
Todo esto suele transcurrir con la tranquilidad propia de las instituciones comunitarias ya habituadas a cambiar de jefe cada seis meses.
En la parte más política, el sistema rotatorio permite que algunos países consigan que determinados temas se retomen, imprimir fuerza a cuestiones que estaban atascadas y enquistadas. Podría ser el caso de los acuerdos de Mercosur que propone retomar España durante esta presidencia.
Durante su presidencia del 2010, España consiguió que se avanzara en los debates sobre la directiva de pacientes transnacionales, que en la actualidad permite la tarjeta sanitaria europea y que afectaba especialmente a los pacientes que recibían las regiones del Mediterráneo.
Promover determinadas políticas o vetar temas
La presidencia rotatoria tiene, por lo tanto, una importancia tanto diplomática y técnica como política, permite promover determinadas políticas o lo que en algunos casos es casi más importante, vetar temas.
España ha presidido en cuatro ocasiones. En tres de ellas bajo gobiernos del PSOE –1989, 1995 y 2010– con distintos presidentes, y en el 2002, con gobierno del PP. Tanto a Felipe González como a José María Aznar se les tiene un reconocimiento especial como presidentes puesto que promocionaron en distintas políticas la profundización del proceso de desarrollo de la Unión Europea.
Esta quinta presidencia ya viene por lo tanto con una pizca de disrupción, unas elecciones con un resultado incierto y posibles pactos postelectorales. España seguiría presidiendo el Consejo hasta el 31 de diciembre, independientemente del resultado.
No es la primera vez que se celebran elecciones en un país que detenta la presidencia: Francia tuvo elecciones presidenciales durante su último turno en el año 2022 y consiguió mantener las prioridades del desarrollo de la estrategia africana o de la comunidad de defensa.
El nuevo presidente, en campaña interna
España ya se está viendo afectada, pues es toda la estructura la que cambia. Un presidente dedicado a una campaña interna tiene dificultades para emplear el tiempo que amerita una presidencia de la Unión. Hay equipos que han estado trabajando durante meses, pero hay decisiones políticas que no les corresponden a esos funcionarios.
Ya han surgido debates que necesitarán una respuesta política, como el voto negativo por parte del Parlamento Europeo a la propuesta legislativa sobre restauración de la naturaleza, que enfrenta al Partido Popular Europeo con la Comisión Europea; la revisión del Marco Financiero Plurianual (el presupuesto comunitario) o un fin de semana en el que el ejercito privado Wagner se ha enfrentado a Putin y tiene que haber una convocatoria urgente del Consejo de Asuntos Exteriores por el posible impacto sobre Ucrania.
Ante esta situación, ¿tendrá el ministro responsable del ramo que elegir entre un acto de campaña en Alicante o la convocatoria de una reunión extraordinaria del Consejo?