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Un niño tumbado encima de una mesa y un cuaderno con deberes.

Hacer o no hacer deberes: ¿es esa la cuestión?

A Emma no le gusta hacer los deberes. Está en 5º de Educación Primaria y sus profesores le mandan hacer las mismas tareas una y otra vez: en Matemáticas, tiene que completar varias páginas de operaciones y problemas del libro de texto; en Lengua, debe acentuar palabras y responder preguntas sobre un texto; en Ciencias Naturales, le piden identificar las partes de algún ser vivo; y así en las demás asignaturas.

Cuando estaba en 4º, disfrutaba haciendo los deberes. Ahora ya no los encuentra tan interesantes. Al hacerlos, intenta terminar lo antes posible y presta poca atención. Además, últimamente se distrae y necesita más tiempo para acabarlos. Si los hace, es porque no quiere que la reprendan ni en casa ni en la escuela.

El caso de Emma no es excepcional. Hay evidencias de que los niños y niñas se comprometen menos con la realización de los deberes a medida que pasan de curso.

¿Por qué esto es importante? Porque para que los deberes tengan un impacto positivo en el rendimiento académico no es suficiente con hacerlos: es necesario que los alumnos y alumnas se esfuercen activamente en la realización de las tareas.

¿Cómo se deberían hacer los deberes?

Cuando un alumno o alumna se implica en los deberes participa de manera activa en su ejecución. De las distintas formas de implicación que puede adoptar, hay algunas que serían especialmente relevantes:

  1. Completar únicamente los deberes asignados: para que los deberes sean efectivos no es necesario hacer muchos. Resulta más beneficioso que los estudiantes terminen los que prescriben los profesores en clase en lugar de hacer solo la mitad o unos pocos.

  2. Aprovechar el tiempo: dedicar mucho tiempo a hacer los deberes puede ser una señal de alto esfuerzo. Sin embargo, también puede indicar dificultades para llevarlos a cabo. Por ello, es importante que gestionen de manera eficaz el tiempo que les dedican evitando distraerse.

  3. Adoptar un enfoque de trabajo profundo: algunos escolares realizan las tareas concentrándose en ellas para aprender (enfoque profundo). Otros estudiantes los hacen rápido para cumplir con sus obligaciones (enfoque superficial). Con todo, los que emplean un enfoque profundo con los deberes utilizan estrategias que aumentan su comprensión de los contenidos. En consecuencia, obtendrían mejores calificaciones académicas.

En nuestro ejemplo, Emma es una alumna que se implica poco con las tareas. Si hiciera todos los deberes y no se distrajera rendiría más en la escuela. También lograría calificaciones más altas si comprendiese los contenidos de cada materia a través de ellos.

Pero ¿por qué hay estudiantes que se implican en estas tareas y otros que no?

De hacer deberes a implicarse en su realización

La respuesta la encontramos en la motivación de los estudiantes. Al igual que Emma, muchos estudiantes no se sienten inclinados a hacer los deberes, por ejemplo, porque les parecen aburridos o redundantes. Sencillamente, los hacen para cumplir con las exigencias escolares.

No obstante, otros niños y niñas creen que los deberes son relevantes y útiles para aprender. De esta forma, quienes tienen buena actitud hacia los deberes se esfuerzan más en su realización, completan más tareas, aprovechan el tiempo y adoptan un enfoque de trabajo profundo. En concreto, el alumnado con un elevado compromiso motivacional:

  1. Muestra interés en las tareas.

  2. Mantiene una actitud positiva hacia ellas.

  3. Percibe la utilidad de los deberes.

La desimplicación del alumnado con los deberes

En general, en educación primaria los alumnos suelen esforzarse cuando hacen los deberes. Al principio, incluso disfrutan con ellos. Sin embargo, su motivación y su empeño disminuyen con los años. En este sentido, cabe esperar que Emma tenga una actitud menos positiva y se esfuerce menos con los deberes en 6º. Este cambio sería más evidente incluso en educación secundaria.

En este punto cabe preguntarnos: ¿cómo conseguimos que los niños y niñas se impliquen en la realización de los deberes escolares?

Normalmente, los deberes sirven al propósito de revisar lo aprendido en clase. Por tanto, el tipo de tareas que se suelen asignar se centran en la repetición del contenido previamente aprendido. Esto, sin embargo, puede resultar poco estimulante para el alumnado.

Para evitar esta situación, es imprescindible diseñar tareas que se adapten a las características de cada estudiante. A día de hoy existen métodos de prescripción de tareas que sugieren variar el tipo de ejercicios y especificar su valor, entre otras condiciones.

Por ejemplo, en Matemáticas, Emma podría ejercer de profesora y poner la nota a un examen inventado por su maestra. Así, practicaría habilidades de cálculo de una forma más atractiva. Y en lengua podría escribir lo que ocurrirá a continuación en la historia que están leyendo en clase utilizando algunas condiciones, como usar las palabras de vocabulario nuevas que haya aprendido.

Deberes de calidad

Planteando deberes de calidad conseguiremos que los alumnos como Emma muestren más interés en los deberes y sostengan una actitud más positiva. Así, si al hacer las actividades en casa se sienten motivados, entonces se esforzarán más en el momento de completarlos, terminando la mayoría de las tareas propuestas por el profesorado y aprovechando el tiempo que les dediquen.

Con deberes de calidad, conseguiremos cambiar la situación planteada en la introducción por la siguiente:

“A Emma le gusta hacer los deberes. Sus profesores le mandan tareas diferentes e interesantes. Al hacerlas, se concentra hasta que termina y presta atención a lo que hace. Acaba todas las actividades sin dedicarles demasiado tiempo. Además, los hace porque aprende con ellos”.

Esto será lo que, en última instancia, lleve a Emma a rendir mejor en la escuela. Y, más importante, a disfrutar del proceso de aprendizaje fuera del aula.

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