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Hacia una nueva iluminación interior que no nos quite el sueño, ni la vista

El sol ha sido durante millones de años nuestra fuente de luz natural y por ello ha dado forma a nuestros ritmos circadianos endógenos incluyendo cuándo dormir y despertar, la temperatura corporal, el metabolismo, la oscilaciones de expresión génica y la producción hormonal.

Hace unos 150 años, se produjo un cambio radical en la vida de los seres humanos tras el descubrimiento de la luz eléctrica. Desde entonces, gran parte de nuestro tiempo lo pasamos en interiores donde la intensidad de la iluminación no se corresponde con la del exterior y debido a las características de las luminarias, la distribución espectral que recibimos de tales fuentes de luz reproduce de manera incompleta la del sol.

Efectos no visuales de la luz

La luz que entra a través del ojo humano no solo tiene la función de formación de las imágenes sino que también influye en la salud y el bienestar a largo y corto plazo.

La duración, el tiempo, la distribución espacial, la intensidad y el poder de la luz distribuida espectralmente que llega a los ojos pueden influir en los ritmos circadianos y, por lo tanto, en la salud.

La expresión de varios genes y productos proteicos asociados varían a lo largo del día en el núcleo supraquiasmático. Estas variaciones están asociadas con cambios en la síntesis, sensibilidad, eficacia y concentraciones de varios neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas en todo el cerebro y el cuerpo.

Hay crecientes evidencias que implican también a la luz del día y los ciclos circadianos en el proceso de emetropización del ojo –evolución de las estructuras ópticas del globo ocular desde el nacimiento para lograr la refracción óptima–.

Pandemia de miopía infantil

La miopía es actualmente el mayor problema refractivo del mundo. Existen múltiples estudios sobre la incidencia global de la miopía, con una prevalencia del 80-90 % en adultos jóvenes y altas tasas del 10-20 % en las poblaciones urbanas de Asia Oriental, especialmente en China y Corea del Sur, Taiwán, y Singapur. Más de un tercio de la población de los Estados Unidos sufre de ella.

Se han planteado múltiples factores que podrían influir en su desarrollo en los niños, como el acceso a la educación y la falta de exposición a la luz natural.

Los niveles de iluminación al aire libre suelen ser de media más de 100 veces superiores a los que recibimos en interiores. Cuando los niños y adolescentes van a la escuela por la mañana durante muchos días del año, lo hacen en oscuridad total o parcial. Muchos estudiantes viven prácticamente todos los días con poca luz, sin recibir la proporción y cantidad de luz visible para la que los seres humanos estamos diseñados genéticamente.

Hay investigadores que aseguran que la deficiencia de luz en el rango azul y la ausencia del violeta en la iluminación de interiores al compararlo con la luz natural, pueden ser la causa del incremento de miopía infantil.

El tiempo que se pasa al aire libre tiene un gran efecto para disminuir el riesgo de sufrir miopía, independientemente de la distancia a la que se realiza la actividad laboral y de los niveles de actividad física. Se ha observado una disminución de la incidencia de la miopía en niños con edades comprendidas entre uno y tres años después de aumentar el tiempo que estuvieron al aire libre entre 1 y 2 horas al día.

Consecuencias de una iluminación inadecuada

Los seres humanos han evolucionado genéticamente para realizar sus actividades durante el día y descansar durante la noche. La luz artificial ha facilitado grandes avances en muchos campos, pero también puede plantear un riesgo al reducir las horas de sueño al continuar realizando actividades durante el período nocturno ya que esto puede alterar los ciclos naturales del sueño y la vigilia. Una alteración del sueño puede suponer un riesgo para la salud, lo que conduce a la cronodisrupción o alteración del orden temporal interno de los ritmos fisiológicos, biológicos y conductuales.

El trabajo por turnos, el jet lag, la obesidad, la diabetes, los trastornos afectivos, la demencia y las enfermedades cardiovasculares se han relacionado con el ritmo circadiano o su alteración en estudios epidemiológicos y en modelos animales experimentales.

Los riesgos más graves para la salud, como el cáncer, la diabetes y los problemas coronarios, se identifican a partir de estudios de poblaciones dedicadas al trabajo por turnos o al empleo en un horario de rotación, donde se requiere que un individuo desvíe su patrón de sueño/vigilia del ciclo local de 24 horas de luz/oscuridad.

Luces que simulan la luz natural

Las diferencias entre la iluminación ambiente interior y exterior, como la intensidad y la longitud de onda de los modernos equipos de iluminación electrónica, pueden ser una manera de controlar la miopía como factor ambiental. Científicos de todo el mundo están proponiendo nuevas luminarias cuya distribución de energía espectral se parece a la del sol con el fin de que coincida con nuestros ciclos circadianos.

La composición de la luz interior ha de ser diferente en cada momento del día. La irradiancia de las luminarias de interior ha de ser más intensa y con una mayor proporción de azul al comienzo del día, con un valor máximo a media mañana. A partir del comienzo de la tarde debe disminuir en intensidad, principalmente en su proporción de azul.

Dicho de una manera más coloquial, la iluminación ha de ser más blanca o más fría por la mañana y progresivamente pasar a ser más cálida o menos blanca. Esto quizá podría ayudar a disminuir la incidencia de miopía infantil y a no alterar nuestros ritmos circadianos.

La iluminación interior también habría de diferir dependiendo de las estaciones. Ha de haber una irradiancia más intensa en los espacios públicos (incluidas las escuelas) en otoño e invierno y menos en primavera y verano.

Hagamos que la luz interior se parezca lo máximo a la luz exterior en sus proporciones e intensidades. Es para lo que estamos genéticamente diseñados y adaptados. Nos sentiremos mejor.

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