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Página de un libro en francés que glosa la carrera de Juan Luis Vives con un retrato suyo.
Extracto del libro ‘Academie des sciences et des arts’, en el que se habla de la figura de Juan Luis Vives. National Library of Poland/Wikimedia Commons

Juan Luis Vives: ¿'anticomunista’ o pionero del pensamiento moderno?

“De la misma manera que en un viaje, así en la vida cuanto uno anda más ligero, y equipado con menos fardos, tanto más ligera y alegremente se hace el camino”.

Introducción a la sabiduría, de Juan Luis Vives.

Causa sorpresa que Juan Luis Vives (1493–1540) recibiese el estrambótico calificativo de “anticomunista” en la posguerra española. Vives fue uno de los humanistas más conocidos en su época, así como un pensador muy influyente en el pensamiento moderno.

En 1937, su breve tratado escrito en 1537, De communione rerum ad germanos inferiores, fue editado en Valladolid por Wenceslao González-Oliveros. En él, Vives criticaba a los anabaptistas de Münster que tenían como norma compartir los bienes terrenales. Vives exponía su reflexión sobre la propiedad privada y la práctica religiosa para reiterar su distancia de la reforma.

Esta obra, según González-Oliveros, fue el primer tratado de un humanista español contra el comunismo, lo que representaba a la “fuerza cultural” del nuevo régimen. El entusiasmo nacionalista del editor olvidó que un Vives adolescente tuvo que dejar atrás su Valencia natal para no regresar jamás.

El periplo de Juan Luis Vives

La Inquisición perseguía a su familia, antiguos judíos que se habían convertido al cristianismo a raíz de los decretos de expulsión y conversión forzada de los Reyes Católicos. Sin embargo, los Vives persistieron de manera secreta en sus prácticas religiosas y fueron acusados de “manchar” la fe cristiana.

Juan Luis escapó camino de París, donde se educó entre los maestros nominalistas. Después, apoyaría el colegio trilingüe (hebreo-griego-latín) de Lovaina fundado por Jerónimo de Busleyden (1517) y dedicado al estudio comparativo de los textos bíblicos.

Este modelo, basado en la enseñanza de las lenguas clásicas, quiso ser instaurado en Oxford, donde Vives ostentó una cátedra de 1523 a 1525. Combinó esta labor con la función de consejero en la Corte inglesa, siempre del lado de Catalina de Aragón en la búsqueda de la convivencia pacífica entre España e Inglaterra.

Todo esto ocurría mientras su familia era perseguida por prácticas judaizantes. Su tío ocultaba una sinagoga en el domicilio familiar y el padre sufrió la incautación de sus bienes. La madre de Vives, Blanca March, fue acusada de practicar el ayuno antes de la fiesta del Yom Kipur o Día de la Expiación.

Humanista afable

Pintura de un hombre con abrigo escribiendo en un libro amontonado sobre otros.
Retrato anónimo de Juan Luis Vives, del siglo XVII. Museo del Prado

Vives fue considerado un humanista afable, porque tuvo en gran estima el consejo de su amigo Tomás Moro: “Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse”.

Esta máxima nos invita a no tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos. Una herencia del escepticismo antiguo que defendía la mesura frente al conocimiento acumulado, ya que nada –ni nadie– es más: la dialéctica “no es más” que otras disciplinas como la medicina o la retórica, así como la experiencia no es menos que la teoría.

Vives destacó por su inclinación hacia las artes productivas y su implicación en el comercio, ya que fue intermediario de los mercaderes de Burgos en Inglaterra o asesor jurídico del gremio de comerciantes en Brujas. En esta ciudad transcurrió gran parte de su vida embargado por la nostalgia de su familia ahogada por la persecución inquisitorial. Expresa esta emoción en sus comentarios a La ciudad de dios de Agustín de Hipona, obra prohibida en España pero ampliamente conocida en el resto Europa

“Dice Séneca al hablar de los judíos: «Tal poderío alcanzó la manera de vivir de esta gente perversa, que se impuso en todas las regiones: los vencidos dieron leyes a los vencedores»”.

Obra y pensamiento

El catálogo de los escritos de Vives parece inabarcable, pero posee momentos culminantes.

Sus obras didácticas, Diálogos latinos y Sobre las disciplinas, han sido las más editadas y traducidas. Estaban dirigidas a diversos tipos de lectores: cortesanos, mercaderes, estudiantes y maestros de artes.

Una de las más conocidas es La educación de la mujer cristiana, dedicada a Catalina de Aragón. A pesar de repetir el juicio aristotélico que califica de “voluble y débil” la inteligencia femenina, contiene pautas didácticas que hasta aquella época estaban orientadas solo a la formación de los príncipes. La autonomía de las elites femeninas, cultivada desde el Medioevo, aparece en este manual como un “camino sapiencial” antes exclusivo para los príncipes. Es un desperdicio, decía, que una sociedad desaproveche las aptitudes de la mujer para el aprendizaje y el saber.

Aunque repetía los juicios estereotipados acerca de la mujer, opiniones que corrigió en 1538, Vives fue un duro crítico de Aristóteles. Lo consideraba poco digno de aprecio, un genio cuyo discurso filosófico estaba lleno de ambigüedades.

Vives vs. Aristóteles

Gran parte de las reflexiones de Vives responden a la obra aristotélica. Consideraba que estaba mal traducida e impulsó la edición de nuevas versiones, como la que publicó de De Aristotelis operibus censura, editada por Simon Grynaeus (1531).

Su crítica principal se dirige a las disputas dialécticas, cuyos términos dependen más del lenguaje metafísico que del significado usual de los términos. Vives defendía que “el filósofo como cualquier otro, debe expresar lo que diga, en la medida de lo posible, con la lengua y las palabras tomadas del uso común”.

Este acercamiento a la realidad lo muestra en su predilección por la experiencia. Ponía el ejemplo del remo que nos “parece ver roto en el agua”. Esa visión procede del engaño del ojo y de la luz, pero dicho “engaño” podría ser corregido por la razón: “…así, cuando Aristóteles se equivoca en algún argumento, no le engaña la luz natural, sino la flaqueza de su entendimiento”.

Vives buscó paliar estas “flaquezas” manifestadas en las explicaciones de los fenómenos que no muestran sus características naturales, sino que apelan al significado de los términos. Denunció esta práctica en su obra Adversus pseudodialecticos (1519) citando un ejemplo destacado por Boecio: es difícil distinguir si al decir perro o can estamos nombrando al animal, la estrella cerca de la constelación de Orión o el pez.

La recepción de Vives: una cuestión pendiente

Como la mayoría de los humanistas, la obra de Vives se benefició del gran impacto que tuvo la imprenta. Las ediciones de su obra se cuentan por cientos, así como las referencias en autores como Felipe Melanchthon, Francis Bacon, René Descartes, Pierre Gassendi y Gottfried Leibniz.

Como vimos al inicio, Vives despertó en España el culto a una figura patria. Esto contrasta con la amplia recepción de su obra en Europa. Mientras que los filósofos modernos buscaban una interpretación rigurosa de la tradición antigua, los intelectuales españoles buscaron un símbolo nacional, dejando de lado el amplio contenido de sus obras.

Las oscilaciones en la recepción de Vives pasan por la defensa identitaria o la herencia intelectual compartida por la historia de la filosofía. Leer a Vives e interpretar sus escritos conseguiría explicar la presencia de su pensamiento en ámbitos tan diversos como la educación, la teoría del conocimiento, la tolerancia política, el bienestar social y el nacionalismo hispánico.

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