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‘Justino, un asesino de la tercera edad’ es mucho más que un thriller de humor negro. Bruno Martins / Unsplash

Justino, un análisis de la tercera edad

Junto con la reflexión fílmica que hice en Ojo Crítico, voy a analizar en estas líneas vivencias y comportamientos propios de muchas personas mayores tras su jubilación. Tomo para ello la película Justino, un asesino de la Tercera Edad, porque hay hallazgos de la psicología que podemos encontrar muy bien expuestos en manifestaciones artísticas como el cine.

Justino, un asesino de la tercera edad es una película de crímenes y crueldades sin fin. Eso es lo que se ve en su parte más superficial. Pero no es sencillamente un thriller de humor negro extraño. Justino es, ante todo, una metáfora que encierra en su fondo la realidad que padecen individuos jubilados en plenitud, que pasan a ser calificados de viejos y empiezan a ser tratados mal por la familia y la sociedad.

Esta película está muy bien dirigida por La Cuadrilla, equipo formado por los cineastas Santiago Aguilar y Luís Guridi. Fue filmada en 16mm., con excelente música de José Carlos Mac, un gran actor principal, Saturnino García (premio a mejor actor en el Festival de Cine Fantástico de Sitges) y rodada con escasos medios. A pesar de ello, ganó un Premio Goya a la mejor dirección novel el año de su estreno, 1994.

Un hombre con un sueño

La historia de Justino es la de un recién jubilado que trabajó durante años en la Plaza de toros de las Ventas de Madrid. En casa, su hijo y su nuera lo menosprecian y castigan, no le dejan tomarse sus vinos, ni salir a pasear ni, mucho menos, cumplir el sueño de su vida: irse de viaje a Alicante con su amigo Sansoncito. Como consecuencia del maltrato, el espectador contempla atónito cómo Justino comienza a asesinar a unos y otros, ejercitando su vieja profesión de puntillero. El retirado Justino va tejiendo una carrera asesina terrible.

El mensaje de esta película es, por un lado, su acercamiento a la palpitante actualidad de las jubilaciones anticipadas. Personas capaces cuyo trabajo es el motor principal de su vida y que, de un día para otro, al ser despojadas de su lugar en el mundo, se sienten vacías. La temática se aborda con una fotografía excelente en blanco y negro de Flavio Martínez Labiano, que ofrece una visión dramática y oscura de la España de finales del siglo pasado. Tiene igualmente un humor ácido y sombrío.

Justino, puntillero, antes de reciclarse profesionalmente. La Cuadrilla

En esta obra hay una intención principal: que el espectador entienda la incomprendida realidad de los mayores, que en muchos casos sufren maltrato en forma de reprimendas y prohibiciones de todo tipo. Esto se vincula con el estereotipo social del viejo pesado, demente o inútil. O tantos otros calificativos que podría añadir y que constituyen prejuicios contra los mayores que en psicogerontología denominamos prejuicios “viejistas”.

La gran mayoría de estas actitudes carecen de fundamento, pero conducen a la marginación y a una mala praxis hacia este grupo de edad. La película traslada al espectador cómo los conflictos familiares y de relación con sus allegados, provocan actitudes violetas en Justino, como forma de sobrevivir en un mundo que le es hostil.

Algunas ideas a propósito del maltrato a ancianos

El maltrato hacia los adultos mayores (el rechazo, la poca acogida afectiva, la marginación o las permanentes riñas) hace que parte importante de esta población se vuelva introvertida y adopte posiciones existenciales desesperanzadas. Personas que añoran su época de juventud y los tiempos pasados en los que fueron más activos y felices.

Suele darse en estos casos lo que en psicoanálisis André Green denominó “narcisismo negativo”, la “anorexia de vivir”, la desgana vital. La vida resulta poco atractiva y el individuo mayor se siente carente de valor. Sucede igualmente que estas personas, de manera inconsciente, se conducen según un “plan de muerte” en el terreno existencial, que favorece la aparición de la enfermedad a todo nivel. Todo lo cual está determinado social y culturalmente.

Muchos mayores reprimidos por familiares, vecinos e instituciones, renuncian a conseguir gratificaciones, lo cual convierte su existencia en un páramo carente de ilusiones. En este punto es donde el film cobra sentido, pues Justino, marginado, sin perspectivas y amenazado, toma como recurso alegórico y agónico su conversión en criminal puntillero. Sé que algunas personas que han visto la película han quedado estupefactas, pues del ‘abuelo’ sólo se espera obediencia.

Pero, ¿cuántas personas mayores no desean quitarse de encima a una familia opresora, a una nuera que no les deja tomar su copita de anís, a esos vecinos que les llaman “abuelos”, a un hijo que no les permite salir de casa más allá de las seis de la tarde? En contextos como estos que menciono, Justino es el arquetipo del anciano vengador que se rebela contra la exclusión o la alienación.

Sin embargo, hay aún algo más patético y llamativo en esta película. Justino, cometiendo asesinatos múltiples y hasta masivos, no adquiere la más mínima notoriedad. Por ser viejo, ni siquiera hechos de este calibre le dan visibilidad. O sea, el protagonista no consigue la atención de nadie, ni de la policía, aunque claramente les confiese sus crímenes. Ni caso le hacen al “vejestorio”.

En resumen, estamos ante una excelente película para hacernos pensar sobre la vejez, la jubilación y el aspecto dramático que puede adquirir la vida cuando nos hacemos mayores. Sobre todo cuando nos toca vivir en un entorno hostil, algo más habitual de lo que se piensa. Porque cuando una persona deja su trabajo, no es raro que el mundo le aparte a un lado. Ahí hace su aparición para muchos mayores, hombres y mujeres, una existencia de aislamiento, de soledad y de vacío. El fruto de una sociedad egoísta y poco empática con las personas añosas.

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