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La evidencia no basta en medicina: también debemos comprender al paciente

El conocimiento científico no es natural, sino que surge de las preguntas y respuestas obtenidas a través del método científico. Para obtenerlo se usan diseños que recolectan y analizan información. Por último, este conocimiento es aplicado con un objetivo que, en nuestro caso, es el de prevenir y curar enfermedades.

La aplicación del conocimiento en ciencias de la salud tiene lugar a través de intervenciones como los tratamientos farmacológicos, los programas de prevención de hábitos nocivos, las terapias manuales y las nuevas tecnologías como la salud móvil.

Además, es preciso confirmar la eficacia de esa intervención: que sirva para lo que fue diseñada, sea efectiva, se aplique de manera eficaz para evitar un malgasto de recursos y, sobre todo, que sea segura para el paciente. En ciencias de la salud el conocimiento científico es puesto a prueba y contrastado mediante un proceso denominado “evidencia clínica”.

La evidencia clínica surge a finales de los años 90 con el propósito de aplicar métodos estadísticos y de análisis de datos en los procesos de salud y enfermedad. El objetivo era demostrar que las intervenciones eran eficaces, efectivas, seguras y no solamente basadas en la experiencia, la intuición o el consenso de los expertos.

Con los años se implantó como la forma de generar conocimiento y evaluar su aplicabilidad en la clínica, en la aplicación directa en personas enfermas. Esto confirma que no todo vale en ciencias de la salud. No todo conocimiento científico puede o debe aplicarse a nivel clínico, en la vida real de los hospitales y centros de salud.

La evidencia clínica, en un primer momento, estaba basada en la aplicación de diseños de investigación cuantitativa, dirigidos a responder preguntas sobre cantidad, frecuencia, probabilidades y riesgo. Destacan los ensayos clínicos, los estudios de cohortes, concordancia y validez diagnóstica, y estudios de caso y control.

Pero, a medida que se aplicaba esta evidencia de manera masiva, comenzaron a surgir conflictos. Estos aparecían cuando se intentaba aplicar un tratamiento basado en la evidencia clínica, pero era rechazado por el paciente o la familia por razones de cultura, creencias, o ideología.

El escenario era el siguiente: por un lado existía una intervención médica que se había demostrado a través de la evidencia clínica que era eficaz y segura. Por otro lado, un grupo de pacientes que rechazaban ese tratamiento. No tenían estudios científicos para apoyar su decisión, sino que esgrimían conceptos como la confianza, la empatía, el sentirse acompañado, preceptos morales y éticos, mandatos religiosos y presión social. Ejemplos son la negativa de vacunación en menores de edad por los progenitores y el rechazo de transfusiones de sangre por motivos religiosos.

Integrar la evidencia con las necesidades

¿Cómo determinar qué conocimiento científico es válido en ciencias de la salud? ¿Cuál debería ser aplicado? ¿Qué criterios se deberían seguir? ¿Solo el basado en parámetros cuantificables, reproducibles; y extrapolable? ¿Todos los pacientes, familias y profesionales de la salud aceptan ese conocimiento contrastado?

Ante esta realidad compleja, en la que interaccionan la evidencia y las necesidades de los usuarios, comenzaron a aplicarse nuevos paradigmas centrados en describir y analizar las experiencias de los pacientes y sus familias, en relación a la enfermedad, los tratamientos, y la organización sanitaria.

Este tipo de investigación se denomina cualitativa, pues intenta comprender la experiencia de las personas ante la salud, la enfermedad y la discapacidad. Estos diseños estudian el comportamiento y respuestas de las personas según su cultura y etnia, la experiencia vivida, el contexto y entorno social, la participación activa de comunidades y a través del estudio de casos críticos.

En la actualidad existen muchos diseños de investigación cualitativa que son aplicados en ciencias de la salud. Su meta es comprender el impacto de las intervenciones basadas en la evidencia en la persona enferma, en su familia, en los profesionales que deben aplicar esa intervención, en su entorno social y en la comunidad en la que viven. Un ejemplo fue el empleo masivo de retrovirales en el tratamiento de pacientes con VIH, y su impacto en los pacientes y su entorno.

La investigación cualitativa no es la antítesis de la cuantitativa, en la que se apoya la evidencia clínica. Ambas sirven para generar conocimiento en ciencias de la salud, y se complementan mutuamente:

  • La investigación cuantitativa ayuda a demostrar la eficacia, efectividad y seguridad de una intervención

  • La investigación cualitativa ayuda a comprender por qué un grupo de personas con una enfermedad rechazan las recomendaciones sanitarias, a pesar de que, en un primer momento, parezca irracional.

En los últimos años ha cobrado especial importancia la integración del conocimiento derivado de las expectativas de los usuarios.

Por tanto, en el entorno sanitario se debe asegurar la eficacia y seguridad de los tratamientos, pero también incorporar el conocimiento obtenido de las experiencias de los pacientes.

La evidencia clínica hoy aplica el conocimiento científico a través de intervenciones sanitarias eficaces, efectivas y seguras. En otras ocasiones irá destinada a comprender las experiencias de los pacientes, familiares y profesionales, para plantear más preguntas que orienten nuevas investigaciones, describir fenómenos complejos que impactan en las organizaciones sanitarias y ayudar en el proceso de toma de decisiones. Esto permite asignar recursos, implantar nuevas tecnologías, modificar protocolos y formas de trabajar según las necesidades y experiencias de los usuarios.

Es importante integrar la experiencia de pacientes y familiares a través de la evidencia clínica. Esto permite dar perspectiva y profundidad a las intervenciones y tratamientos utilizados en entornos sanitarios y ciencias de la salud.

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