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Uno de los escenarios del Festival de Cante de las Minas de La Unión (Murcia) se ubica en la mina Agrupa Vicenta. Fundación Cante de las Minas

La historia de La Unión, un territorio minero reinventado como sede del flamenco

En el imaginario colectivo español la mina está asociada a la dureza y las penurias de un trabajo sacrificado. Pero ¿puede el patrimonio minero hacer que las economías locales transiten hacia un desarrollo cultural y económico sostenible?

A lo largo de cinco años más de cien investigadores, técnicos y expertos internacionales hemos participado en el programa paneuropeo de investigación COST Action para analizar el caso de La Unión (Murcia), una zona minera que ha sido capaz de reinventarse tras el declive de la actividad minera a través del Festival del Cante de Las Minas, un proyecto cultural de proyección mundial que todos los años, durante una semana de verano, convierte a La Unión en capital del flamenco.

Miguel Poveda, ganador de la XXXIII edición del Festival del Cante de Las Minas (1993). Fuente: Miguel Poveda Canal Oficial, YouTube.

Una historia minera y emigrante

El enclave geológico de La Unión se encuentra en una cadena montañosa que se extiende 26 kilómetros desde la ciudad de Cartagena. Los recursos minerales de la montaña fueron la razón por la que los cartagineses se asentaron en la zona en el siglo III a. e. c., y por la que los romanos la ocuparon posteriormente.

La ciudad romana de Carthago Nova fue la zona más próspera de la Hispania romana. La minería se mantuvo hasta el siglo I, cuando los romanos la abandonaron por la incapacidad tecnológica para seguir explotando esos recursos minerales.

Salvo como actividad marginal de los lugareños, las minas no volvieron a ponerse en funcionamiento hasta el siglo XIX. La nueva producción respondía a las crecientes necesidades de la industrialización contemporánea.

Los recursos minerales de La Unión eran variados. De su subsuelo se extrajeron minerales de plomo, plata, hierro, manganeso, zinc, azufre, cobre, alumbre. Entre 1860 y 1900, las minas de la zona produjeron el 24 % del plomo de España, situando a La Unión entre los principales productores mundiales.

Ruinas de una mina en la montaña.
Mina Cabezo Rajao, en la sierra minera de La Unión, de la época romana. Tsaorin / Wikimedia Commons, CC BY-SA

Las riquezas de la mina

La Unión surgió como un municipio con identidad propia en 1868, independiente de la ciudad de Cartagena, tras quejarse de que estaban sometidos a demasiados impuestos.

La población allí establecida procedía principalmente de las provincias vecinas, sobre todo de Almería (la provincia oriental de Andalucía). El modelo de pequeñas minas privadas, aunque negativo en términos económicos, tuvo un impacto positivo en el desarrollo demográfico.

Desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, el tirón económico de la minería tuvo sin duda efectos de arrastre en toda la región. En la década de 1920 se inició un nuevo ciclo económico descendente. Tras dos décadas de crisis y finalizada la Guerra Civil española, el renacimiento de las minas de plomo se debió al desarrollo de nuevas tecnologías que permitieron volver a extraer minerales de las antiguas minas.

El proceso generó beneficios económicos, aunque los niveles de producción nunca alcanzaron los de finales del siglo XIX.

Riqueza y contaminación

En la década de 1940, se implantaron los lavaderos de flotación diferencial que permitían el tratamiento de minerales de naturaleza compleja y muy baja ley; es decir, bajos niveles de concentración del mineral a extraer lo que obliga a valerse de tecnologías que permitan recuperarlo para mejorar el aprovechamiento económico de la actividad extractiva.

La subida de los precios del plomo y el zinc en el mercado internacional a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial fue crucial para incentivar la inversión y hacer que las minas de la zona de Murcia volvieran a ser rentables.

Entre las empresas que operaban en La Unión, la más relevante fue Peñarroya. Su cuota de mercado a nivel nacional se incrementó hasta que, en 1987, acaparó el 40 % de la producción de plomo y el 10 % de la de zinc.

Entre 1940 y 1960 la modernización de las actividades mineras trajo más riqueza a la zona. Pero el crecimiento exponencial de la minería a cielo abierto acabó provocando uno de los grandes desastres ecológicos del siglo XX en España. Durante la segunda mitad del siglo XX, la bahía de Portmán fue utilizada como vertedero masivo por parte de las empresas mineras de la zona.

Sesenta millones de toneladas de residuos químicos minerales se vertieron al mar entre 1957 y 1990. Los restos ganaron al mar una extensión de 12 kilómetros y todavía persisten 30 años después del fin de las actividades mineras.

Una bahía repleta de residuos mineros rodeada de montañas.
Bahía de Portmán colmatada por los residuos mineros. I.H.Q. / Wikimedia Commons, CC BY-SA

Empoderar a la comunidad a través de la mina

Con 20 000 habitantes, La Unión abarca un pequeño territorio de 24,6 km² con un desarrollo económico y potencial turístico limitado debido a la falta de agua e infraestructuras.

En un intento de revitalizar la zona y poner en valor el legado industrial minero de La Unión se creó el Festival del Cante de Las Minas en 1961 como alternativa al limitado turismo de sol y playa de sus costas.

Por otra parte, se busca convertir el patrimonio minero en fuente de valor comunitario para los ciudadanos de La Unión (“valorización del patrimonio subterráneo y dinamización de la comunidad”, capítulo 1). Se trata de recoger los testimonios de quienes vivieron la cultura de la mina: desde los trabajadores hasta sus familias, tomando en cuenta también las vivencias de las mujeres de los mineros, que ayudaban en labores relacionadas con la minería a la vez que llevaban la carga del hogar.

Además del desarrollo de la memoria colectiva, se debe involucrar a la comunidad local para crear una nueva narrativa común sobre La Unión que les permita formarse una nueva identidad conjunta recordando sus orígenes mineros pero, a la vez, trascendiéndolos.

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