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La personalidad de los centenarios: ocho ingredientes psicológicos de la longevidad

Soplar más de cien velas en la tarta de cumpleaños está dejando de ser algo excepcional. Según la División de Población de la ONU, 621 000 personas habían superado el umbral de los tres dígitos en 2021, cuando en 1990 apenas sumaban 92 000.

España, donde se desarrollan nuestras investigaciones, es precisamente uno de los países con mayor número de centenarios en el mundo: 19 639, de acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística. De ellos, el 77 % son mujeres.

Claves de un envejecimiento saludable

Dentro esta población, nuestro equipo de investigación ha estudiado las características de aquellas personas que alcanzaron esa edad de forma saludable. Esto implica no manifestar signos de deterioro cognitivo y gozar de una razonable autonomía física, pues es ese grupo privilegiado el que puede aportar ciertas claves sobre cómo envejecer saludablemente.

Los factores genéticos y de estilo de vida son muy relevantes para alcanzar la longevidad extrema en buen estado, pero ¿qué ocurre con los factores psicológicos? Según demuestran las investigaciones, las personas que experimentan más emociones positivas y que están más satisfechas con sus vidas tienen mayores probabilidades de vivir más.

Dan Negureanu/Shutterstock

Adicionalmente, los recursos psicológicos (el optimismo, la resiliencia, la autoestima, etc.) no solo son los ingredientes que nutren el bienestar psicológico, sino que también contribuyen a la salud mental y física.

Con sus propias palabras

En una reciente investigación nos preguntamos si los centenarios saludables efectivamente presentan recursos psicológicos o características positivas de la personalidad que les podrían haber ayudado a afrontar con mayor éxito las situaciones traumáticas, las dificultades y los retos a los que les somete una vida tan longeva.

Para responder a esta cuestión realizamos entrevistas en profundidad a 19 personas con buena salud de entre 100 y 107 años (16 eran mujeres). Así encontramos que los centenarios compartían 19 recursos psicológicos, que agrupamos en 8 categorías. Aquí las acompañamos con algunos testimonios representativos:

1) Vitalidad. Los entrevistados son personas activas y participativas, involucradas con la vida y con una clara voluntad de seguir viviendo. Algunos habían trabajado hasta edades muy avanzadas y en la actualidad seguían activos física e intelectualmente.

“He estado cosiendo hasta los 98 años –[en referencia a su profesión de modista]–. Ahora me gusta mucho hacer crucigramas y lo intento con los sudokus. Bajo las escaleras en ascensor, pero las subo andando, para ejercitar las piernas”.

(Mujer, 100 años).

“A las 6 es la fiesta de los abuelos y yo voy a ir. Además hay bingo, y no me lo quiero perder”.

(Hombre, 100 años).

2) Gusto por la interacción. Les caracteriza la sociabilidad. Se sienten queridos por quienes les rodean y han ayudado a los demás siempre que han podido a lo largo de su vida.

“Nunca me ha costado hacer amigos; yo para eso soy muy simpática. He tenido muchas amistades”.

(Mujer, 104 años).

“Aquí me quieren mucho. Cada vez que cruzo con una monja, me hace un cariño y me dice algo bonito, y eso no se lo hacen a todos”.

(Hombre, 100 años).

“Una pareja mayor de pocos recursos venía a comer a mi casa todos los días”.

(Mujer, 102 años).

3) Compromiso. Han sido personas responsables, competentes, trabajadoras, valoradas, queridas y honestas. Perseveraron para lograr sus objetivos.

“Mis jefes me apreciaban mucho. Estuve siete años con ellos y el día que me casé la señora lloraba como si fuera mi madre”.

(Mujer, 103 años).

“Hace cuatro años me rompí la cadera, y al mes o así ya estaba andando, sin muletas y sin andador, sin nada. Soy muy perseverante”.

(Mujer, 101 años).

4) Control. Han llevado las riendas de sus vidas, mostrando autonomía de criterio y sabiendo encontrar las oportunidades.

“Cuando mi marido enfermó, tuve que enfrentarme a todo. Asumí los negocios de mi marido, llevé las cuentas y los bancos, mandé a los hombres, todo”.

(Mujer, 102 años).

5) Motivación intelectual. Se trata de personas curiosas que valoran la cultura, con motivación por aprender. En muchos casos, son lectores infatigables.

“Muchas veces, cuando estaba con el ganado, cometía el error de leer y las ovejas se metían al sembrado. Entonces llegaba el guarda y decía: "no ves dónde están metidas las ovejas, que se están comiendo la siembra” (…) Yo he leído todo lo que he podido y he escrito también mucho".

(Hombre, 100 años).

6) Positividad. Muestran agradecimiento y son capaces de disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas.

“La vida me lo ha dado todo, gracias a Dios. Me ha dado disgustos, como perder a familiares, pero no lo he pasado mal”.

(Mujer, 100 años).

7) Resiliencia. A pesar de las dificultades (infancias difíciles, pérdida de seres queridos, la guerra civil española, el covid…), han sabido seguir adelante con sus vidas y, en algunos casos, redirigirlas. Sobre todo, no se han dañado psicológicamente por la experiencia de la adversidad.

“Estaba muy unido a mi mujer. Cuando murió, yo tenía 97 años y mi hija pensó que no lo superaría. Al principio estuve mal, pero luego pensé que solo se vive una vez y que hay que ser fuertes, que a mi mujer no le gustaría verme mal”.

(Hombre, 101 años).

8) Inteligencia. Han sabido asumir retos para los que no tenían formación expresa y los han superado con éxito. Les encanta aprender y son curiosos. Su conversación es rápida, ágil y tienen buena memoria. Saben leer y escribir –algunos sin haber ido a la escuela– y han adaptado y dirigido sus vidas hacia caminos que les satisfacían.

“Durante veinte años fui presidente de la Cámara Agraria [nunca tuvo formación específica]”.

(Hombre, 100 años).

Las lecciones de los centenarios

El análisis de la vida de los centenarios saludables nos aporta algunas pistas para alcanzar una vejez saludable, como las siguientes:

  • Mantenerse físicamente activos.

  • Cuidar las relaciones sociales, expresar amor a los seres queridos y tener una actitud de ayuda.

  • Promover actitudes de compromiso, responsabilidad, honestidad y perseverancia a lo largo de la vida.

  • Plantear objetivos realistas a corto/medio plazo y empeñarse en alcanzarlos.

  • Tener una visión amplia para encontrar oportunidades más allá del entorno cercano o la zona de confort.

  • Establecer orden y ciertos hábitos en la vida diaria, para que las exigencias cotidianas no nos agobien.

  • Mantener activa la mente, incluso explorando nuevas áreas de conocimiento y aprendizaje (pintar, escribir, etc.).

  • Ser curioso. Por ejemplo, aprendiendo sobre nuevas culturas, viajando, leyendo…

  • Practicar la gratitud, siendo consciente de todo lo bueno que hay en la vida.

  • Disfrutar, aprendiendo a identificar y explotar las experiencias positivas diarias.

  • Desarrollar habilidades que nos permitan aceptar eventos negativos y estresantes como parte de la vida. Y, en la medida de lo posible, extraer la esencia positiva de un evento adverso.

  • Desafiar la mente. Intentar resolver problemas que sean progresivamente más difíciles.

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