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Restos de un antiguo foro imperial romano.
El foro imperial del yacimiento de Santa Criz de Eslava, en Navarra. Santa Criz de Eslava

Las tierras de Navarra, crisol de culturas desde la Antigüedad clásica

Cuando el historiador zaragozano Guillermo Fatás describió en 1998 el valle medio del Ebro como un trifinium –una zona de contacto entre tres ámbitos culturales– ya se conocía, desde 1975, la que ha sido la piedra Rosetta para el estudio del celtibérico: la tabula Contrebiensis, el bronce II de Botorrita (Zaragoza).

Este documento puso de manifiesto que el valle del Ebro y, por tanto también las tierras de Navarra, fueron en época prerromana área de convivencia de tres pueblos: celtíberos, íberos y vascones. Sobre ellos actuaría –y llevaba años haciéndolo cuando en el 87 a.C. se redactó el citado bronce– el poder romano que haría del elemento latino el cuarto componente del quadrifinium cultural de esas tierras en la Antigüedad.

Los relevantes descubrimientos con los que últimamente ha sorprendido la arqueología navarra –y que han centrado un capítulo monográfico de un exitoso programa de RTVE– han vuelto a poner de manifiesto esa diversidad.

Estos descubrimientos serían, por orden cronológico en su antigüedad, la mano de Irulegi, dos nuevas téseras celtibéricas de La Custodia, en Viana, una representación estatuaria de quien se cree que es el emperador Augusto divinizado en la monumental Santa Criz de Eslava y la esperada llegada al Museo de Navarra del togado de Pompelo.

La mano de Irulegi y los hallazgos de La Custodia de Viana

La mano de Irulegi es una hermosa pieza de bronce con forma de mano que debió estar clavada en algún poste en el interior de una vivienda de la ciudad prerromana que hubo en Irulegi, en el valle de Aranguren. Tras su descubrimiento y limpieza se vio que tenía cuatro líneas inscritas.

Una placa de bronce con forma de mano y cuatro líneas inscritas en ella.
La mano de Irulegi con la inscripción hallada. Gobierno de Navarra / Wikimedia Commons, CC BY-SA

Son destacables su singularidad y sus implicaciones históricas, arqueológicas, lingüísticas, sociopolíticas e incluso de propiedad intelectual. Todo a raíz de la constatación, por Joaquín Gorrochategui y Javier Velaza, de que la inscripción de la mano indica que una de las palabras procede de la lengua vascónica. Esta era la lengua propia, pero no única, de los vascones antiguos. Aquí está reflejada con un conjunto de signos adaptados del ibérico. Esto quiere decir que, como lengua, todavía no puede enlazarse con el euskera actual, como estos lingüistas han insistido en señalar.

Las singulares “capas culturales” de la mano hablan de las relaciones que existieron entre las distintas lenguas y habitantes del territorio de los vascones antiguos.

Por distintas razones, los demás hallazgos arqueológicos no han contado con la misma publicidad que el de Irulegi, pero no por ello su relevancia histórica es menor.

Imagen de una pieza con una inscripción.
Dibujo y foto ampliada de inscripción de la tésera poliédrica, una de las dos nuevas téseras encontradas. Javier Armendáriz Martija y Javier Velaza Frías / Paleohispánica, CC BY-NC-SA

En la excavación dirigida por Javier Armendáriz en La Custodia de Viana, cerca de Logroño, se han hallado recientemente dos nuevas téseras de hospitalidad, unas singulares piezas divisibles en dos partes que encajaban entre ellas y que los contrayentes de algún pacto guardaban como comprobantes. Las encontradas en la excavación incluían una inscripción en celtibérico.

Estas téseras se unen a otras siete que ya se conocían y que convierten La Custodia en el lugar con más piezas de este tipo en toda la celtiberia peninsular y en el gran foco de la cultura escrita prelatina en Navarra.

El togado de Pompelo y el Augusto divinizado de Santa Criz de Eslava

Las plazas mayores de las ciudades romanas, los foros, constituían auténticos salones de la fama cívicos. En ellos abundaban las representaciones de notables en diversas actitudes, togados a veces –en el caso de las estatuas de magistrados o del emperador en actitud cívica–, semidesnudos otras –si se trataba de dioses o de personajes divinizados–. El togado de Pompelo, datado en el siglo II por sus primeros editores, Luis Romero y Rubén Montoya, constituye la segunda estatua togada en bronce completa conocida en la península.

Imagen de una estatua togada sobre una caja de embalaje.
Imagen del togado de Pompelo tras llegar al Museo de Navarra. Dirección General de Cultura / Institución Príncipe de Viana

El estudio de estos autores sobre la estatua, dada por perdida hace un siglo, despertó el interés del propietario en el que había recalado. A partir de ese momento se abrieron las diligencias oportunas para su cesión, en junio pasado, al Museo de Navarra.

Por su parte, en los últimos años también ha sido identificada una estatua que se cree que representa al emperador Augusto divinizado. La identificación la ha proporcionado un equipo de la Universidad de Navarra –entre cuyos miembros se incluye uno de los autores de este artículo– tras el estudio de los fragmentos escultóricos descubiertos en Santa Criz de Eslava a inicios del siglo XXI.

La representación constituiría la más septentrional evidencia de este tipo de estatuas en la península ibérica, lo que prueba el grado de integración en la órbita de Roma de las ciudades vascónicas.

La identidad vascona

Los conjuntos arqueológicos de Irulegi y de La Custodia datan del mismo momento, pues ambas ciudades fueron destruidas en las guerras sertorianas, en los años 70 del siglo I a.C.

Gracias a sus hallazgos epigráficos podemos afirmar que las lenguas celtibérica, ibérica, vascónica y latina estaban entonces vivas en el territorio que hoy conocemos como Navarra.

Ya el historiador romano Tito Livio, de hecho, ubicó un Vasconum ager –un “campo de los Vascones”– en el entorno del río Ebro, no lejos de Cascantum (Cascante, Navarra), Calagurris (Calahorra, La Rioja) y la propia Viana.

Es pertinente seguirse preguntando, como parte de la historiografía reciente, si los romanos no habrían dado a los vascones un nombre colectivo –pese a que ellos no tuvieran ni una identidad propia ni un nombre o lengua unívocas– sólo para describir esa diversidad tan característica.

Mucho queda por resolver sobre esa “controversia vascona” –como la bautizó el investigador navarro Juan José Sayas–, y la respuesta, como muestran estos hallazgos, surgirá al ritmo de una mayor inversión en arqueología por parte de la administración foral.

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