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La caricaturista venezolana Rayma Suprani en un evento TEDWomen en 2019. TED Conference / Flickr, CC BY-NC-ND

Lo que el exilio de los caricaturistas políticos nos dice sobre la libertad de expresión en Venezuela

El dibujo representa una de las formas de expresión de mayor potencia comunicacional. Imágenes útiles que permiten a las personas expresar sus sentimientos. Apreciar con mayor rapidez las contradicciones de una realidad cambiante.

La caricatura es un dibujo humorístico que pone de relieve el lado burlesco de una situación. Su capacidad simbólica facilita su comprensión y retentiva.

Cualquier excusa puede ser válida a la hora de retratar una situación. Este tipo de dibujos supera las barreras culturales. Logra una mayor comunicación entre los pueblos.

El caricaturista resalta satíricamente la realidad de un hecho. Como también de un discurso o de un personaje. Es capaz de destaca cualquier tipo de imposición ideológica sin importar su inclinación política.

Un arma efectiva para la comunicación política

El caricaturista es capaz de influenciar en todos los estratos de la sociedad. Maneja con soltura los códigos lingüísticos y culturales de su entorno. El público en general capta perfectamente el sentido de la caricatura. El dibujo satírico se convierte en un arma de comunicación política muy efectiva.

Esto hace que las caricaturas políticas sean fáciles de entender, acelerando su poder de divulgación. Su registro en la memoria gráfica de una comunidad es inmediato.

El caricaturista parte de una premisa básica. El público al que potencialmente le puede llegar el mensaje comparte referentes culturales mínimos. Es decir, conocimientos básicos de la realidad social y política de su entorno. La imagen distorsionada o exagerada, cargando con fuerza en los aspectos que desea resaltar el caricaturista, no es esotérica al lector.

Por ejemplo, amplificar la imagen valiéndose de recursos psicológicos o simbólicos facilita la interpretación. Las líneas que construyen la figura muestran la situación planteada por la caricatura.

Cualquier lector puede estar o no de acuerdo con el tono satírico del dibujo. No obstante, el lector difícilmente pueda decir que no es capaz de entender la ironía que acompaña la caricatura.

Cabe destacar el uso de la ironía para descolocar la situación o personaje aludido. La caricatura extrae un hecho o un personaje de su espacio tradicional para resaltar un atributo que el caricaturista desea mostrar.

Esta tarea es doble porque el caricaturista busca hacer lo mismo con el lector, obligándolo a tomar distancia. El lector no puede ver con indiferencia lo que manifiesta la caricatura. Lo invita a participar del espacio público.

La mezcla de imagen exagerada e irónica promueve el ejercicio intelectual palpable en los espacios públicos. Esto es muy importante, pues resulta un recurso de formación ciudadana.

La caricatura política destaca por la simplicidad de la imagen. De igual manera, la exageración de un atributo destacable la hace inteligible. Las caricaturas apuntan a la capacidad de hacerse entender a través de emociones o razones básicas. Imágenes evocadoras de un hecho o situación con acento político.

Un termómetro de salud democrática

Una caricatura política es capaz de mostrar el talante democrático de los gobernantes. Si este respeta los valores de libertad democrática, entenderá la crítica al tiempo que respetará tanto al medio que trasmite el dibujo como a su creador.

En cambio, la caricatura política será altamente peligrosa en aquellos gobiernos en los que la democracia es un formalismo. Gobiernos que se dicen democráticos para ocultar sus prácticas dictatoriales.

En estos casos una caricatura puede acarrear todo tipo de inconvenientes. El medio que la difunde y el creador de la caricatura corren peligro de cárcel o exilio. La caricatura política permite medir el grado de libertad de expresión que soporta el Gobierno. La tolerancia está en sintonía con la capacidad de autocrítica. Lo cual vale por igual para gobiernos y gobernados.

En cualquier caso, siempre es incómoda para los que detentan el poder. Los autócratas rara vez se inclinan por revisar sus posturas. Estos gobiernos promueven la docilidad, la sumisión de sus gobernados y medios de comunicación.

Un oficio de riesgo en Venezuela

En Venezuela, la caricatura política ha generado incomodidad infinidad de veces . Principalmente por su creatividad y contundencia visual, que permite abrir espacios de discusión en la esfera pública.

En los últimos veinticinco años la relación no ha sido fácil para los caricaturistas. Esta situación se repite con los medios que difunden estas caricaturas en el país.

Caricaturistas como Rayma, Edo, Weil y Pinilla, entre otros, han tenido problemas con el Gobierno, al punto que muchos se han visto en la necesidad de emigrar.

Si damos por cierto lo que dice Umberto Eco sobre un síntoma visible de una democracia de mínimos deseables, se comprende que debe existir un reconocimiento entre las labores periodísticas y las funciones de gobierno. Resulta necesaria la transparencia y la mutua cordialidad. El respeto entre las partes. Amplitud de criterios para reconocer al otro. Que la democracia permite el disenso. Que todos pueden expresar de manera razonada su opinión sin riesgo de censura.

Esto no ha sucedido en Venezuela, en tanto que la gran mayoría de sus caricaturistas han emigrado en los últimos años. Expresar opiniones e imágenes que inviten a la reflexión se convierte en una tarea difícil.

Por eso es que la caricatura es un buen termómetro. Permite medir la libertad de expresión y pensamiento en un gobierno.

Un dique de contención frente al poder

En resumen, la caricatura política se define por tres efectos:

  • La incomodidad hacia las esferas del poder que produce.

  • Su capacidad de promover la reflexión en los espacios públicos.

  • Su incitación a confrontar la realidad y estimular la reflexión.

La caricatura política es un dique de contención ante el poder que intenta controlar a las instituciones y someter a la sociedad. Como objeto de estudio, permite conocer la realidad y la conciencia democrática de los ciudadanos. De igual manera, nos permite medir el talante democrático de los gobernantes.

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