A priori podíamos pensar que durante la vejez, cuando se acentúan las situaciones de soledad no deseada, la compañía de un animal doméstico solo puede deparar alegrías. Pero si examinamos las evidencias científicas, el asunto no está tan claro: por una parte, algunos estudios revelan que las mascotas, en particular los gatos y los perros, pueden actuar como un factor de protección contra el declive cognitivo asociado con la edad, mientras que otras investigaciones asocian su presencia en los hogares a situaciones de malestar y estrés. ¿En qué quedamos?
Fuente de satisfacciones… y malestar
Para adentrarse en la relación animal–humano, antes hace falta saber qué percepción tiene la población sobre lo que les aportan las mascotas en su día a día. Una reciente investigación encontró que el 33 % de los encuestados destacaba las emociones positivas; el 19 %, la compañía; el 6 %, los sentimientos de culpa; y el 2 %, el estrés asociado con responsabilidades como la limpieza y los costes económicos.
Conclusión: la conexión entre los dueños y sus mascotas suele ser gratificante, pero también puede dar lugar a ciertas complicaciones.
Con la finalidad de profundizar en esta compleja relación, una revisión de 54 estudios detectó que solo el 31 % de estos había detectado claros beneficios a nivel psicológico. Esos trabajos argumentan que la cercanía a los animales mejora el estado de ánimo, fomenta la actividad social, aumenta el sentimiento de pertenencia y reduce la soledad.
Además, dichas ventajas repercutirían especialmente en la salud mental de las personas mayores, puesto que la interacción social, la planificación de los cuidados y el recuerdo de las fechas de las revisiones veterinarias (entre otros estímulos) sirven como tareas de trabajo y mantenimiento cognitivo.
En el otro lado de la balanza, un 9 % de las investigaciones analizadas por el citado metaanálisis asociaban directamente la posesión de mascotas con sentimientos de agobio y ansiedad y una dependencia emocional hacia los animales.
Más estudios contradictorios
Además de corroborar esa dualidad, una investigación reciente exploró cómo habían influido las mascotas en el estado de ánimo de sus propietarios durante la pandemia.
En términos generales, los investigadores hallaron que el mero hecho de convivir con animales no predecía de forma concluyente –frente a lo que se podría pensar– un aumento del bienestar psicológico. Tampoco lo hacían factores como el número de mascotas, el tipo de relación con ellas y la personalidad del dueño.
Para complicar aún más las cosas, el análisis de los resultados obtenidos de 378 personas mayores de 50 años del Baltimore Longitudinal Study of Aging indican que tener una mascota ralentizaría el inevitable declive de las funciones cognitivas asociadas a la edad. Y sobre todo en aquellas personas que participan activamente en el cuidado de sus animales de compañía, destacando el papel de los paseos.
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Concretamente, los dueños de perros mostraban un menor deterioro de la memoria, la función ejecutiva, el lenguaje, la velocidad psicomotriz y la velocidad de procesamiento en un periodo de diez años. Por su parte, los propietarios de gatos experimentaron una ralentización en el declive de sus facultades memorísticas y lingüísticas.
Este trabajo no solo apunta a una conexión entre tener mascotas y el aumento de la reserva cognitiva de las personas mayores, sino que también destaca la importancia de la interacción directa con los animales para maximizar estos efectos positivos en los procesos cognitivos.
El misterio de una relación única
En conclusión, la relación entre las mascotas y el bienestar psicológico y cognitivo de los seres humanos es un territorio complejo que aún entraña muchos interrogantes. Mientras que algunos encuentran consuelo y compañía en sus mascotas, otros se enfrentan a desafíos emocionales y de índole práctica.
Es evidente que los animales domésticos pueden desempeñar un papel significativo en la vida de las personas mayores, pero no podemos presuponer automáticamente que sean una fuente universal de bienestar. Cada relación entre una persona y su mascota se rige por una dinámica única, influida por factores que abarcan desde la personalidad del dueño hasta las características específicas de la mascota.