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Macroeconomía vs. microeconomía: los datos para España son buenos pero sus hogares se empobrecen

Con la llegada de septiembre han vuelto, además de las lluvias que anticipan la llegada del otoño, un buen número de españoles a la rutina del día a día. Y también a las preocupaciones económicas: la vuelta al cole, los recibos, los créditos… Cada uno, con sus circunstancias.

No obstante, no parece que las noticias económicas sean malas para España. Por una parte, la Comisión Europea ha actualizado sus proyecciones económicas y prevé un crecimiento económico para este año del 2,2 %, junto con un 1,9 % para el próximo año. Si consideramos que las mismas proyecciones para el área euro son del 0,8 % y 1,3 % respectivamente, la perspectiva no es, para nada, negativa.

Asimismo, la Comisión apunta a una tasa de inflación del 3,6 % en 2023, dos puntos por debajo de la media de la eurozona, lo que puede generar cierta autocomplacencia española al compararse con sus socios europeos. Por último, en el segundo trimestre de 2023 la tasa de paro se ha situado, en un 11,60 %, un nivel no visto desde 2008.

Tipos e hipotecas

Puede que los ciudadanos de a pie se sientan desconectados de unas cifras macroeconómicas tan favorables. En septiembre el Banco Central Europeo ha decidido subir los tipos de interés una vez más, lo que implicará un incremento del coste financiero para las familias con hipotecas a tipo de interés variable.

Como muestra el último informe anual del Banco de España, el 73,9 % de los hogares españoles tienen vivienda en propiedad, financiada con hipotecas a tipo variable. La escalada de los tipos se refleja en el aumento del esfuerzo teórico anual de las familias para afrontar su hipoteca: ahora ocupa el 38 % de la renta anual disponible, cuando en 2020 apenas era el 30 %.

De ahí que, en los últimos meses, el aumento de los costes financieros haya deprimido la demanda de crédito, aunque también se ha reducido el endeudamiento.

Si estar hipotecado a tipo variable conlleva un esfuerzo mensual mayor, adquirir en estos momentos una vivienda no es una dificultad menor. Si se busca comprar, al coste del endeudamiento se le une un precio de la vivienda que, a pesar de crecer a menor velocidad, no muestra signos de agotamiento: el incremento en un año ha sido del 3,6 % (7,7 % en el caso de la vivienda nueva). De hecho, resulta significativo que el índice de precios de vivienda elaborado por el INE alcance actualmente, en términos nacionales, niveles no observados desde 2008.

En comparación, un 40,9 % de los hogares españoles dedica más del 40 % de su renta disponible a la vivienda, frente a un 21,2 % en el promedio de la Unión Europea.

Las debilidades del empleo

Pese a las buenas cifras de empleo, en términos de tasa y temporalidad, que ha traído la reforma del mercado laboral en España, el crecimiento del colectivo de ocupados mediante contratos de fijo-discontinuo ha generado dudas respecto al impacto real de los datos sobre la duración y estabilidad en el empleo.

Por no hablar de los colectivos de parados con especial índice de vulnerabilidad, como el juvenil y el de los parados de larga duración, especialmente en el caso de los profesionales sénior, que superan con creces la media europea.

Más allá del momento coyuntural, las estadísticas experimentales del INE relativas al indicador multidimensional de calidad de vida (IMCV) permiten observar interesantes tendencias desde 2008 hasta 2021 (últimos datos disponibles).

En relación con el mercado de trabajo, si bien el empleo involuntario a tiempo parcial ha aumentado del 35,39 % en 2008 al 52,37 % en 2021, en términos de calidad parece existir una visión más favorable del mercado laboral. Ha mejorado la percepción en cuestiones como los salarios, la duración de la jornada o el nivel de satisfacción con el trabajo.

En términos de renta, entre 2008 y 2021 el incremento ha sido del 13,7 %, pasando de 13 966 euros a 15 892 euros la renta mediana nacional (el rango de renta en el que se sitúan la mayoría de los españoles). Por tanto, las familias han tenido una menor dificultad para llegar a fin de mes (al menos hasta la aparición de la inflación, el último trimestre de 2021).

Inflación y pobreza

No obstante, y este es un dato de importancia, la población en riesgo de pobreza y el nivel de desigualdad se han incrementado, a la vez que el porcentaje de hogares que se declaran incapaces de hacer frente a gastos imprevistos o que sufren retrasos en sus pagos también ha aumentado.

Sin duda, la pobreza y la desigualdad han crecido por la evolución de los precios. A pesar de que la inflación general se situó en agosto en el 2,6 %, la inflación subyacente (que no considera los alimentos no elaborados o los productos energéticos) alcanzó el 6,1 %. Si se pone el foco en los bienes de primera necesidad, se puede observar cómo todavía en agosto los alimentos experimentaron una tasa superior al 10 % y las bebidas no alcohólicas del 11 %.

Sobresalen en este sentido los alimentos básicos, como los aceites y las grasas, con un crecimiento del 30,9%; la leche, el queso y los huevos con una tasa del 11.7 %; las legumbres y hortalizas con un 11,4 %; o el agua mineral, los refrescos y los zumos de frutas y vegetales con un 13,1 %.

Con estos datos no es de extrañar que el Banco de España haya señalado que tanto la subida de los tipos de interés como el escenario inflacionista se traducen en una situación de mayor vulnerabilidad en los hogares de menores ingresos, cuyo comportamiento de consumo se centra, en mayor medida, en los bienes básicos como los alimentos.

Es a estos hogares a los que no parecen ayudarles a subir la cuesta de septiembre y a llegar a fin de mes unos datos macroeconómicos aparentemente boyantes.

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