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Oso pardo cantábrico. Fundación Oso de Asturias, CC BY-SA

Patógenos compartidos entre humanos y animales que pueden comprometer la supervivencia del oso cantábrico

Los osos comparten espacio vital con otras especies silvestres, pero también con animales domésticos y con personas. Este escenario es idóneo para la aparición y propagación de patógenos, amenazando la recuperación de poblaciones de especies animales, como el oso pardo (Ursus arctos) en el noroeste de España.

La recuperación poblacional de los últimos años ha obligado a los osos cantábricos a ocupar zonas altamente humanizadas, aumentando su interacción con humanos y animales domésticos, con posibles consecuencias para su estado de salud.

Dos artículos científicos publicados recientemente en los que han colaborado diferentes universidades (León, Complutense de Madrid y Oviedo), institutos de investigación (SaBio-IREC, NEIKER, EBD e ISCIII) y Administraciones públicas (Principado de Asturias y Junta de Castilla y León), así como la Fundación Oso de Asturias, han puesto de manifiesto los efectos de ese acercamiento.

Enfermedades bacterianas y víricas

En el primer estudio analizamos las causas de mortalidad en 53 osos encontrados muertos entre los años 1998 y 2023. En un 40 % de ellos se identificó algún tipo de enfermedad infecciosa bacteriana o vírica, bien como causa primaria de muerte o bien como enfermedad desarrollada de forma secundaria a un proceso previo, como por ejemplo traumas de diferente origen (lazos, disparos, peleas).

Entre las enfermedades bacterianas destacaron clostridiosis y colibacilosis. Ambas son enfermedades que se observan con relativa frecuencia en animales domésticos como ganado bovino, ovino y caprino.

Por otra parte, desde 2014 cuatro osos murieron por moquillo y hepatitis infecciosa vírica canina, dos enfermedades de origen vírico desarrolladas de forma primaria. En concreto, fue la primera vez que el moquillo se relacionaba con la muerte de un oso pardo silvestre a nivel mundial.

Sin embargo, no son enfermedades desconocidas, sino frecuentes en carnívoros silvestres y domésticos, incluyendo los perros no vacunados. De hecho, en 2020 ya se habían diagnosticado en Asturias casos de mortalidad por moquillo en otras especies silvestres que cohabitan con el oso pardo, como tejones, martas o zorros.

Izquierda: osezna con moquillo. Derecha: en el cerebelo se observa la ausencia de numerosas células de Purkinje, así como la positividad frente al virus del moquillo canino en neuronas (color marrón-rojizo) mediante la técnica inmunohistoquímica.

Patógenos compartidos

Un segundo estudio no requirió acceder a cadáveres de oso. En lugar de necropsias, utilizamos distintas formas de muestreo no invasivo –heces y árboles de marcaje de oso utilizando esponjas– para detectar la presencia de parásitos, bacterias y virus presentes en Asturias y compartidos entre fauna silvestre, animales domésticos y humanos.

Los resultados obtenidos al analizar heces de osos revelaron la presencia de adenovirus canino tipo 1 (virus responsable de la hepatitis infecciosa vírica canina) en el 45 % de las muestras; el parásito Giardia spp. en el 15 %; la bacteria Salmonella spp. en el 12 %, y bacterias resistentes a antibióticos (beta-lactamasas) en el 1,4 %.

En cambio, sólo cinco muestras de árboles resultaron positivas a Escherichia coli (14,3 %).


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Los resultados de este segundo estudio demostraron que varios patógenos son comunes en la población de oso pardo cantábrico y que la humanización del territorio modula su porcentaje y riqueza (referida a la presencia de dos o más patógenos en una misma muestra de heces).

Ninguno de los patógenos estudiados, excepto el adenovirus canino tipo 1, representa un problema de salud para los osos. Sin embargo, el aumento actual de la población de osos pardos junto con su expansión territorial en paisajes modificados por el hombre sin duda traerá una mayor exposición de los osos a patógenos compartidos en la interfaz, algunos de los cuales podrían ser potencialmente perjudiciales para ellos.

El estudio también destaca la utilidad del muestreo no invasivo como herramienta para monitorear y estudiar el estado sanitario de especies silvestres de difícil acceso, como el oso pardo, ofreciendo nuevas posibilidades para la investigación epidemiológica que pueden ayudar en los programas de conservación de esta y otras poblaciones de carnívoros.

Muestreo no invasivo de árboles de marcaje de oso pardo utilizando esponjas.

En definitiva, estos dos estudios revelan cómo la población de oso pardo se enfrenta a nuevos retos, esta vez sanitarios. La acción directa e intencionada del hombre (furtivismo) ha dejado de ser relevante como causa de muerte. Sin embargo, la ocupación del espacio silvestre por el hombre y el acercamiento del oso a núcleos rurales (con avistamientos cada vez más frecuentes, por ejemplo, en busca de alimento) hacen que el contacto indirecto con el hombre y sus animales domésticos, así como con los patógenos que portan, se prevea cada vez más frecuente.


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Las necropsias y el muestreo no invasivo seguirán siendo de gran utilidad para vigilar la evolución temporal de las infecciones, así como para detectar otras nuevas que puedan aparecer en un futuro. Del mismo modo, la colaboración entre instituciones ha sido, es y será fundamental para poder llegar a estos objetivos.

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