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¿Podemos predecir las cosechas de setas silvestres?

Con la llegada del otoño, el suelo de muchos bosques se cubre de setas, dando pie a que los amantes de estos hongos salgan a la caza de boletus, níscalos y rebozuelos, entre otros, para disfrutarlos después en la cocina. Pero ¿es posible predecir dónde crecen sin necesidad de ponerse las botas y salir al campo?

De qué depende que salgan setas

El interés social por las setas ha suscitado la creación de herramientas para modelizar y predecir sus cosechas, como el visor mikogest, el portal web micodata o la aplicación smartbasket.

Desarrollar estas herramientas es difícil por la complejidad de los ciclos de vida de los hongos. Son organismos con extrema variabilidad intra e interanual. Esta variabilidad se debe a su interacción con el resto de organismos de los ecosistemas, al estado del suelo y a la meteorología.

No es ningún secreto que las setas salen cuando llueve y la temperatura es templada. Tampoco que algunas especies sólo salen en un tipo de suelos, como la trufa negra que fructifica en suelos calizos. La pendiente y la altitud también influyen en lo que podemos encontrar. Y también influye cómo es el bosque: el tipo de árbol, cuántos hay y su edad determinan si cogeremos níscalos o boletus.

Boletus edulis. Holger Krisp / Wikimedia Commons, CC BY

Datos de satélite para prever las cosechas

Cómo se distribuyen los árboles en un bosque determina cómo se distribuye el micelio de los hongos en el suelo y, además, la disponibilidad de materia orgánica. En latitudes medias las setas comestibles proceden, sobre todo, de hongos micorrícicos como las amanitas, que viven siempre asociados con las raíces de los árboles, o de hongos saprobios como los champiñones, que se alimentan de la materia orgánica muerta del suelo.

Hemos comprobado que los datos de humedad del suelo estimados con satélite predicen la cantidad de las cosechas de setas con la misma precisión que los datos de precipitación.

Además, al incorporar el índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI) en los modelos, podemos relacionar el almacén de materia orgánica en los tejidos vegetales vivos de los bosques con la fructificación de los hongos.

Los datos de sensores lídar terrestres, que permiten caracterizar la estructura espacial del bosque con muy alta precisión, también han mostrado capacidad para predecir la cantidad de las cosechas de níscalos, sobre todo junto al NDVI.

Por último, las series de datos de la misión Sentinel-1 de la ESA, relacionados con la estructura del bosque, permiten describir cómo varían las localizaciones y las cantidades de las cosechas de setas a lo largo del tiempo. Estos datos son muy prometedores para poder predecir las cosechas de setas a medio plazo.

Los modelos de predicción de cosechas de setas con datos de teledetección son mejores que otros modelos. Ofrecen mayor precisión y permiten incorporar, para su elaboración, información prácticamente en tiempo real.

Aún quedan muchas cosas por esclarecer respecto a los hongos, pero esta tecnología nos ayuda a avanzar en su estudio. También nos permitirá conocer con mayor precisión la dinámica del micelio en el suelo y facilitará la gestión de los servicios ecosistémicos en tiempo real.

Imagen de Sentinel-1, uno de los satélites del programa Copernicus de la ESA que recoge datos de observación de la Tierra. ESA / P. Carril

El papel de los hongos en los ecosistemas

El concepto de servicios ecosistémicos engloba, además de bienes directos como los alimentos y la madera, los servicios no productivos que brindan los espacios naturales. Por ejemplo, el agua de calidad, la biodiversidad, el paisaje y la fijación de carbono.

En este sentido, más allá de su interés culinario, los hongos contribuyen de forma importante a la producción y mejora de nutrientes en el suelo y al suministro de alimentos. También interaccionan con otros organismos, participando activamente en la regulación de poblaciones y comunidades.

Los servicios ecosistémicos indican la calidad de nuestra interacción con el entorno. Conociéndolos, podemos desarrollar herramientas para identificar el tipo de gestión de los bosques que ayuda a mitigar los efectos del cambio global. También podemos optimizar los beneficios sociales, impulsando la polinización y la fertilidad de los suelos, por ejemplo, y evitando así costes innecesarios en la agricultura.

Obtener información sobre los servicios ecosistémicos no relacionados con la madera es un desafío. Para gestionarlos eficazmente se necesita conocer su cantidad y su localización, pero la cartografía basada en datos medidos en campo es costosa y de pequeña extensión.

Los datos de satélite (o de sensores montados en aviones o en drones) permiten cuantificar y cartografiar los servicios ecosistémicos con un coste más bajo.

Las observaciones de teledetección son frecuentes y con alto detalle espacial. Esto facilita el seguimiento de los bosques de forma global. Además, algunos sensores permiten observar aspectos hasta ahora difíciles de cuantificar, como la humedad de la vegetación y del suelo, o la estructura de los árboles.

Gracias al acceso libre y gratuito a estos datos, y a los algoritmos de inteligencia artificial, podremos cartografiar la distribución de las especies de hongos y predecir con más acierto la producción de setas silvestres. Podremos saber dónde encontrarlas y cuántas recoger, asegurando su producción a medio y largo plazo y sin perjudicar su importante rol en los ecosistemas.

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