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¿Por qué no somos capaces de resolver las grandes paradojas de la España vaciada?

No podemos negar que el mundo rural está de moda. Y como comunidad humana (más o menos imperfecta) a la que pertenecemos, debemos reflexionar acerca de las paradojas que tienen lugar en la España vaciada.

Son muchas, desde la rentabilidad y la fiscalidad hasta la paradoja del ciudadano rural desconocido o la de la sostenibilidad. Pero hay una principal que está por delante de las demás. El fenómeno de la España vaciada no es nada novedoso. Tiene sus orígenes en la década de los años 50 del siglo pasado y debe ser considerado un proceso intencional gestado durante décadas de decisiones políticas.

En pleno 2021, casi toda la población española está sensibilizada en relación al despoblamiento de las áreas rurales de España y se está trabajando muy duramente desde cada área de la actividad humana. La realidad manifiesta que la tendencia se está revirtiendo en muy pocos casos. El panorama no es nada positivo: en 2050, un 12 % de la población vivirá en núcleos rurales y el 88 % en ciudades.

Las paradojas de la ruralidad

Dentro de las paradojas secundarias sistémicas nos encontraríamos la de la rentabilidad, la de la fiscalidad y la del consenso.

  • Paradoja de la rentabilidad. Vivimos en un mundo globalizado capitalista donde se han realizado intentos de crear un Estado del bienestar que pueda corregir las desigualdades existentes desde una lucha de clases.

    El ser humano se ha convertido en una mercancía más del capitalismo moderno donde se ha constituido como una máquina más, una pieza más del engranaje. Al haber pocas personas en el entorno rural, el neoliberalismo capitalista hace uso del término rentabilidad al hablar de los derechos de las personas. En la mayoría de las ocasiones se omiten los servicios ecosistémicos que tienen lugar en las zonas rurales y las aportaciones realizadas por esas personas que viven en el medio. Frente al término rentabilidad, algunos sectores de la sociedad hablan de la dignidad de las personas rurales (y vinculadas) haciendo uso del término inversión social.

  • Paradoja de la fiscalidad. Para poder sufragar los costes del llamado Estado de bienestar se ha de establecer una carga impositiva a la ciudadanía acorde a sus ingresos y situación social familiar. De esta manera se podrán reducir las desigualdades sociales: las personas más poderosas deberían colaborar más con el Estado, asumiendo un paradigma humano y solidario de apoyo al prójimo.

    Mientras que un sector de la población defiende una bajada de impuestos, otra apuesta por la promoción de los servicios públicos. Si se deja de pagar impuestos, la vecindad tendrá que hacer trabajos comunitarios, cosa que no es nada negativa, pero el Estado estará dejando de lado a muchas personas vulnerables.

La necesidad de un Pacto de Estado

  • La paradoja de la rentabilidad y la paradoja de la fiscalidad nos llevan a la paradoja del consenso. En una sociedad moderna como la española, y ante la fragmentación política, aspiramos (utópicamente) a la consecución de un Pacto de Estado sobre lo rural. Ese pacto solamente se podría lograr con la puesta en marcha de mecanismos de participación social constructivos y un verdadero compromiso con lo rural.

    Asumiendo que hay aspectos comunes que pueden ser objeto de consenso (más o menos aceptados, como pueden ser la sostenibilidad o la biodiversidad), en ocasiones la herencia social y política de hace décadas nos hace chocar en aspectos sociales y económicos.

    Podremos aspirar a un Pacto de Estado, pero en la realidad (en la práctica política) la dignificación de lo rural solo se podrá implementar con políticas sociales que se basen en la dignidad de todas las personas, independientemente de la identidad de cada una de ellas.

De las tres paradojas iniciales se derivan las siguientes:

  • La paradoja del comisionado invisible. La realidad del despoblamiento solamente es un aspecto de la demografía. Cuando hablamos de la España vaciada estamos refiriéndonos a elementos cuantitativos (porcentaje de población por kilometro cuadrado, por ejemplo), pero también de elementos cualitativos: sociales, económicos, culturales, políticos, ambientales…

    Los diferentes gobiernos de la nación han creado figuras “transversales” con el título de “altos comisionados”, organismos encargados de elaborar estrategias que ocupan despachos tan altos que no llegan al ciudadano/a de a pie.

    Casi todos los partidos políticos parecen mostrar compromiso con el mundo rural y la realidad de la España vaciada, especialmente en campaña electoral. Es hora de exigir la aplicación de políticas adecuadas a los territorios y que tengan un carácter social dignificatorio. Las calles han de usarse.

  • La paradoja del ciudadano rural desconocido. El éxodo ha marcado toda la evolución humana. Unas sociedades han peregrinado más y otras menos: no nos olvidemos de que, como todo en la vida, hay casos y casos. Hablar de medio rural es hablar de emigración, que actualmente tiene rostro de mujer y juvenil.

    Hace unos meses la Red Española de Desarrollo Rural publicó los resultados de una encuesta en relación a la problemática rural. Dignificar, retener y atraer talento rural exiliado deben ser los pilares de la modernización de la España vaciada.

  • La paradoja de la participación simulada. Emigrar no es plato de gusto para nadie, evidentemente. Defender el mundo rural se puede realizar desde el mundo rural y desde el mundo urbano. Lo que interesa es el trabajo cooperativo social. De la misma manera, es necesario reconocer una clara desafección social a la participación rural: a día de hoy seguimos siendo herederos de la historia y de la esencia casal. Políticamente se promociona la participación social, eso sí, en los términos marcados y sin salirse de la línea. Podemos dibujar un país de futuro en la mente pero si no nos dejan ni escoger ni el papel, ni el diseño, ni el color, ni la estampación…

Repoblación y diversidad sexual

  • La paradoja del arcoíris sin futuro. Es necesario hablar del fenómeno de la repoblación rural porque sin gente la España vaciada no tiene futuro, de acuerdo. Pero en ningún caso nos debemos olvidar de que no solamente las mujeres son el presente y el futuro del medio rural (ya que pueden tener descendencia y aportar nuevo capital humano). Se defiende la diversidad sexual (en referencia al colectivo LGTBI) pero en temas de repoblación rural se omite esta realidad. ¿Queremos un mundo rural de colores, pero excluimos al colectivo?

  • La paradoja de la sostenibilidad. El rural español necesita muchas personas y mucho talento. Debemos aspirar a la innovación social comunitaria y a la cooperación. Hay que lograr la modernización del mundo rural español asumiendo la realidad política del mundo. Sin duda alguna, tenemos que volver al modo de vida de nuestros abuelos y abuelas, tenemos que vivir en consonancia con los ritmos de la Madre Tierra. Mientras que se aspira a un mundo más sostenible, algunos sectores de la población y de la producción siguen con la misma mentalidad de siempre.

Los seres humanos tenemos poder de acción en la gestión de las comunidades rurales y urbanas. Quizás puedan surgir nuevas paradojas. Según la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, en España 4,5 millones de personas se encuentran en pobreza severa. Muchas de ellas pertenecen a la España vaciada ¿Estamos trabajando por el bien común? ¿Somos dueños de nuestro destino o solo predicamos?

Sin duda alguna, la historia nos juzgará. Para poder lograr la consecución de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) apenas nos quedan 19 años (cantidad temporal que para la cuestión tratada es “mañana”). Pongámonos a ello, potenciemos el progreso a través de la honestidad y de la cooperación social sincera, cada uno en su sitio y con sus posibilidades. Tal como afirmó el maestro y filósofo Pietro Ubaldi, “el próximo salto evolutivo de la sociedad será el descubrimiento de que cooperar es mejor que competir”.

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