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Por qué un Ministerio de Inteligencia Artificial no es una idea descabellada

A sus 27 años, Omar bin Sultan Al Olama, fue nombrado ministro de Inteligencia Artificial (IA) en los Emiratos Árabes Unidos en octubre de 2017. Su país, pionero en crear un ministerio en este ámbito, trata de colocarse a la cabeza de la IA en el mundo, buscando desbancar a países como Estados Unidos o China, en la actualidad líderes en esta carrera tecnológica.

Más recientemente, este mes de febrero, profesionales del estado de Kerala (India) han solicitado al Gobierno de Nueva Delhi la creación de un Ministerio de Inteligencia Artificial. El argumento utilizado se basa en que, en un futuro muy cercano, más de la mitad de los puestos de trabajo tecnológicos van a requerir de conocimientos en este campo.

Mientras tanto, China toma medidas para posicionar en IA a sus estudiantes ya desde la educación preescolar con la publicación de una colección de 33 libros de texto que, partiendo de la etapa de la guardería, cubren la totalidad de la educación obligatoria. Con esta medida pretenden democratizar el acceso a la formación en este área de estudio.

Del nacimiento a la globalización del concepto

Si bien no hay una definición universalmente aceptada sobre qué es la IA, una muy utilizada es la que surgió en la conferencia científica que se celebró en la Universidad Dartmouth College en 1956, según la cual “es la ciencia e ingeniería de hacer máquinas que se comporten de una forma que llamaríamos inteligente si el ser humano tuviese ese comportamiento”.

Durante los años posteriores a dicha conferencia, la comunidad investigadora en este campo tecnológico vivió una etapa de expectación debido al planteamiento de desarrollos de una inteligencia artificial general (o fuerte), capaz de resolver cualquier tipo de problema. Unas iniciativas que terminaron fracasando.

Después de épocas de mucha zozobra y sobresaltos, la IA goza en la actualidad de una muy buena salud, en parte gracias al desarrollo del denominado aprendizaje automático o machine learning. Esta rama de la inteligencia artificial tiene como objetivo desarrollar programas de ordenador capaces de transformar datos en modelos estadístico-computacionales con los que tomar decisiones óptimas.

La creciente accesibilidad a grandes volúmenes de datos en un buen número de dominios científicos, sociales, económicos e industriales ha propiciado que los métodos de aprendizaje automático hayan transcendido de la actividad académica y se hayan implantado en gran número de empresas de los más diversos ámbitos, proporcionando soluciones a problemas específicos —en el ámbito de la inteligencia artificial débil— con un gran nivel de desempeño, muchas veces superior al de los humanos.

En la actualidad, la IA está liderando una revolución tecnológica, y es una de las disciplinas disruptivas que está mediatizando la transición hacia una nueva sociedad y una nueva economía.

A nivel social, esta tecnología ha irrumpido en áreas como la administración pública, las ciudades inteligentes, la educación y la salud. Mientras, una nueva economía en pleno auge está sustentada por aplicaciones de la IA en energía y medio ambiente, seguridad, turismo y en un modelo de industria 4.0.

La IA en las políticas nacionales y comunitarias

La mayoría de los países avanzados está diseñando políticas para impulsar la inteligencia artificial. La Unión Europea ha publicado recientemente una estrategia acordada por sus países miembros, cada uno de los cuales debe anunciar para junio de este año su política de I+D+I en IA. Además, la UE se ha comprometido a invertir grandes cantidades de dinero en tratar de reducir la ventaja competitiva que en la actualidad tienen tanto Estados Unidos como China.

Un aspecto central de la estrategia europea radica en la consideración de las cuestiones éticas asociadas y la necesidad de que los desarrollos en inteligencia artificial sean responsables, además de comprensibles e interpretables para el ser humano.

Los avances tecnológicos pueden llevar al desarrollo social y económico solo si el sector público es competente. La IA puede dar soluciones y beneficios para la humanidad, pero también puede generar más injusticias, más brechas económicas e incluso convertirse en una amenaza para la supervivencia humana.

Los ciudadanos y los gobiernos deben ser los que decidan cómo utilizarla. Por ejemplo, convirtiendo la IA en una fuerza para hacer el bien y evitando que la industria use el poder que le proporciona dicha tecnología para influenciar al gobierno.

En 2016, Japón solicitó a los países que forman parte del G7 el desarrollo de reglas básicas para regular la IA. Aunque aún no está claro cómo deben de ser esas normas, si los gobiernos no avanzan en la regulación y la gobernanza de la IA, será esta la que finalmente se convierta en gobernante.

Sirva como ejemplo que un robot dotado de inteligencia artificial ha sido candidato en 2018 a alcalde en el distrito de Tama en Tokio, prometiendo justicia para todos y el fin de la corrupción. Quedó en tercer lugar a escasos 400 votos del segundo candidato.

Ante la pregunta de si es pertinente contar con un Ministerio de Inteligencia Artificial, y si aceptamos que el objetivo de un ministerio es tratar de organizar, ordenar, controlar e impulsar áreas de actividad que merecen especial atención por su potencialidad en mejorar la vida de los ciudadanos, no parece descabellado pensar que la respuesta debe ser afirmativa.

Lo que, en cualquier caso, parece evidente es que actualmente la IA debe estar entre los asuntos prioritarios para cualquier gobierno.

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