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¿Qué se puede aprender de una caída de la red de pagos electrónicos?

La mañana del sábado 18 de noviembre los compradores y comerciantes a pie de calle y online se encontraron en buena parte de España con la sorpresa de que no se podían hacer pagos digitales: ni bizum, ni transferencias, ni pagos con tarjeta en un día de especial movimiento comercial y en una época del año en la que muchos comercios ya se han subido al carro de las ofertas de Black Friday y muchos consumidores buscan aprovechar ofertas y adelantar sus compras navideñas.

La inesperada caída de la red de pagos española Redsys –que gestiona unos 45 millones de pagos electrónicos al mes– ha visibilizado de forma abrupta la relevancia que tienen actualmente los sistemas de pagos electrónicos.

Una interrupción, aunque sea temporal, de estos sistemas facilitadores de pagos puede paralizar el normal desarrollo de los flujos comerciales de toda una economía.

Más allá de las circunstancias específicas de lo ocurrido con Redsys, este tipo de situaciones nos hacen ver la potencial fragilidad de los pagos electrónicos.

¿Cómo funcionan los sistemas de pago electrónico?

Cualquier tipo de transacción electrónica requiere de la participación de distintos actores.

Por una parte, nos encontramos con el comprador y su banco. Esta entidad financiera es la que previamente ha proporcionado a su cliente (consumidor) un medio de pago digital –tarjeta bancaria física, aplicación móvil, tarjeta virtual, etc.– cargándole el importe de la compra a su cuenta bancaria (débito) o financiando la compra (crédito).

Por otra parte, nos encontramos con el comerciante o vendedor y con su respectiva entidad financiera. Si el pago se realiza en un comercio físico, dicho banco suele proporcionar al vendedor un terminal de punto de venta (TPV).

Pero el proceso no es tan simple. También se requiere de la participación de más entidades participantes. Se trata de las plataformas o pasarelas de pago y de las redes de tarjetas, las más conocidas son Visa, Mastercard y American Express. Son las grandes desconocidas pero su labor como intermediarias es clave. La caída temporal de la plataforma de pagos Redsys ha puesto de manifiesto hasta qué punto son importantes.

En concreto, la pasarela de pagos transmite los datos cifrados, lo que aporta seguridad a todo el proceso de compra, a la entidad bancaria del vendedor y después a las redes de tarjeta. A continuación, estas redes requieren al banco del comprador que verifique si su cliente dispone de fondos –en el caso de las tarjetas de débito– o no ha agotado aún su límite de crédito –en el caso de las tarjetas de crédito–, para afrontar el pago.

La entidad financiera del comprador será la que acepte o rechace la operación. En el caso de ser autorizada la compra, se transmite dicha información a la pasarela de pagos para que se proceda al flujo de dinero.

Que a los ojos del cliente el pago se realice de una forma segura y rápida depende en buena medida de la plataforma de pago. A lo largo de todo este proceso se implementan medidas como el cifrado de datos, la autenticación multifactorial y otros métodos para proteger la información financiera del cliente y garantizar transacciones seguras.

¿Son frágiles los sistemas de pago electrónico?

Los pagos digitales, tanto los realizados en comercios físicos como los procesados en tiendas y plataformas electrónicas, empiezan a ser la norma para muchos segmentos de la población española.

Si no se pueden procesar estas transacciones, se ve afectada la operativa comercial, lo que puede derivar en una disminución de las ventas. Además, la incapacidad de realizar pagos electrónicos puede complicar las operaciones financieras, la gestión de inventario y la contabilidad de las empresas.

A nivel macroeconómico, si los problemas afectan a múltiples sectores de actividad durante un período demasiado prolongado, la caída de la red de pagos digitales puede socavar el normal funcionamiento de la economía. Este riesgo operativo es inevitable en una sociedad poco amante del efectivo.

No obstante, una caída de los sistemas de pago es algo excepcional. A diario se ejecutan millones de transacciones. A pesar de ello, siempre existe la posibilidad de que estos se vuelvan inaccesibles. No solo por fallos internos sino también por causas ajenas, como cortes de suministro prolongados o problemas de conectividad. El hecho es que estas interrupciones operativas tienen consecuencias mayores en una sociedad cada vez más digitalizada. Los efectos adversos de una eventual imposibilidad de operar digitalmente han pasado a ser exponenciales.

¿Puede ser el euro digital parte de la solución?

Uno de los motivos que ha llevado al Banco Central Europeo (BCE) a estudiar el proceso de lanzamiento del euro digital es la posibilidad de realizar pagos sin conexión (offline). La intención del BCE es que se pueda pagar con euros digitales incluso aunque se produzca una caída de la red.

Esta posibilidad no es totalmente novedosa en el ámbito de las monedas digitales públicas. Dos bancos centrales acostumbrados a lidiar con relativa frecuencia con desastres naturales, como son el de Banco Central de Bahamas y el del Caribe Oriental, ya han lanzado sus respectivas monedas digitales operativas que pueden usarse sin conexión.

Una vez superada la reciente caída del sistema de pagos en España, toca hacer balance. Hoy somos más conscientes del papel de las empresas procesadoras de pagos, así como de la potencial vulnerabilidad de una economía en la que todo se paga digitalmente. Y, por qué no decirlo, quizá hoy también el euro digital, con su funcionalidad de pago sin conexión, haya ganado en adeptos.

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