Gawain, Gauvain, Galván… Son muchos los nombres por los que se conoce a este personaje y más aún las aventuras que le concedieron la fama en la Edad Media. Sin embargo, a día de hoy este caballero de la leyenda artúrica ha quedado oculto en la sombra de otros más famosos como Perceval, Lanzarote y Galaz.
Se consideraba a Gawain como uno de los mejores caballeros de la Tabla Redonda, la mesa de reuniones alrededor de la cual se reunían los caballeros del rey Arturo. Sobrino predilecto de dicho rey, es hijo del amor ilícito entre el rey Lot de Orcania y la hermanastra de Arturo, Morcadés.
Cuenta la tradición que Gawain fue arrojado al mar en una cesta por ser bastardo y que un pescador lo recogió y crió como a su propio hijo. Años después recibió su educación caballeresca gracias al Papa, Emperador de Roma, que descubrió sus verdaderos orígenes y vio en él el potencial para ser el mejor caballero del mundo.
A Gawain se le reconoce por su búsqueda de la gloria terrenal. Ganó innumerables torneos, derrotó a cientos de monstruos y conquistó a más de una dama. Destaca por su gran fuerza física y por su valor en el combate, así como por una extraña cualidad: al mediodía, su fuerza física aumenta hasta volverlo invencible.
Por eso, sir Gawain es un héroe solar.
Un caballero de armas tomar
Todo caballero que se precie debe tener una buena espada. A este respecto, Gawain gozó del mayor de los honores: en muchas leyendas es el portador de Excalibur, la legendaria espada del rey Arturo.
Pero no en todos los relatos puede disponer de ese mítico acero. Sus armas irán variando en función del autor que escriba el texto. Por ejemplo, en Perlesvaus, el rey Gurguran le regala a Gawain la espada con la que San Juan Bautista fue decapitado, que al mediodía sangraba en recuerdo de este hecho.
También es fácil reconocer a Gawain por ser el único caballero tan fuerte como para portar dos escudos en su caballo.
El mejor amigo del caballero
El caballo de sir Gawain, Gringalet, es el más famoso de la leyenda artúrica. Le acompaña en todas sus aventuras y es, por su relevancia, la causa de muchas de ellas. Su aspecto, de pelaje blanco excepto en las orejas, que son rojas, indica que el caballo procede de un entorno mágico.
Hay muchas narraciones sobre cómo Gawain obtiene a Gringalet: en la Suite du Merlin, Gawain se lo arrebata al gigante Clarión tras vencerlo en un combate; en Escanor, el caballero se lo quita a Escanor el Grande, a quien el hada Esclarmonde se lo había regalado; en Parzival, Gringalet es entregado a Gawain tras descubrir que el caballo procede del Castillo del Grial.
El donjuán de la Tabla Redonda
La fidelidad que Gawain muestra a su caballo no se la concede a ninguna de las damas a las que seduce. Por lo general, se le considera un caballero frívolo y voluble en materia amorosa. Mientras que la mayoría de sus compañeros acaban encontrando una esposa, él se mantiene soltero, un auténtico donjuán de la Tabla Redonda.
Sus idilios a menudo le acarrean problemas. En El Cuento del Grial, una turba enfurecida ataca a Gawain por besar a una dama y éste se defiende con un tablero de ajedrez como escudo. La dama Rangelle, en un poema que lleva su nombre, le obliga a casarse con ella a pesar de su aspecto espantoso. Y en la aventura del Caballero Verde, Lady Bertilak trata de tentarlo con su lujuria.
Sin embargo, Roger Sherman Loomis destaca que todas las amantes de Gawain poseen las mismas características. Floree, Lore, Lunete, la Orgullosa de Logres, Guinalorete y tantas otras se revelan como distintas manifestaciones de una diosa primitiva cuyo poder se percibe en las influencias de la Luna y en la belleza de los campos dorados de trigo.
En otras palabras, Gawain no es el caballero frívolo que aparenta. A pesar de sus muchísimos idilios, siempre ama a la misma diosa.
Enemigos
Las diversiones terrenales acarrean más de un problema a sir Gawain. Puede que sea esta la razón por la que el caballero nunca logra encontrar el Grial. Además, al contrario que muchos de sus compañeros, sir Gawain es conocido por haberse labrado un gran número de enemigos.
El más famoso de todos ellos es, sin duda, el Caballero Verde. Este gigante cubierto de pelo verdoso le reta en Navidad a un juego: Gawain debe decapitarle y, si sobrevive, el sobrino de Arturo tendrá que viajar hasta la Capilla Verde, hogar del Caballero, para recibir el mismo trato. Para sorpresa de toda la corte de Camelot, cuando Gawain accede a participar y asesta su golpe, el cuerpo del Caballero Verde recoge su cabeza y parte de Camelot entre risas.
Así comienza la aventura más peligrosa de sir Gawain, en la que tendrá que hacer frente a monstruos, a la tentación de Lady Bertilak, a los juegos de su marido el Lord y, en última instancia, al desafío del Caballero Verde. Finalmente, sir Gawain sobrevive al reto al pedir clemencia y demostrar ser un cobarde.
Aunque el caballero siempre consigue salir airoso de casi todas sus enemistades y batallas, no ocurre así en la última obra del ciclo artúrico, La Morte Darthur de Thomas Mallory. En ella, el deseo de vengar la muerte de Geheriet, su hermano, le llevará a enfrentarse a los también miembros de la mesa redonda, Lanzarote y Pellinore.
Esta disputa será la que acabe con él y, en última instancia, con todos los caballeros de la Tabla.
¿Caballero heroico o deshonrado?
Las ambigüedades de Gawain lo sitúan en el punto de mira de críticas y elogios por parte del público medieval. Es un personaje que se erige como uno de los miembros más complejos de la Tabla Redonda.
Puede que a causa de esta dualidad, y pese a sus poderes solares, Gawain quede normalmente eclipsado por otros caballeros más puros de corazón, como Lanzarote o Perceval. Pero, incluso sin haber encontrado el Grial y tras haber fracasado en su aventura contra el Caballero Verde, Gawain se considera uno de los más grandes héroes de la Tabla Redonda.
A pesar de no ser puro de corazón, siempre actuó en defensa del débil y movido por su código de honor. Tal vez son precisamente sus imperfecciones las que lo acercaron a un público que buscaba en los caballeros, no la pulcritud de los héroes, sino su humanidad.