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The Conversation: cinco años difundiendo conocimiento en español

La edición en español de The Conversation cumple sus cinco primeros años de andadura, un tiempo en el que hemos asistido a acontecimientos de enorme importancia. La pandemia de covid-19 en primer lugar; la invasión rusa de Ucrania, después; la consolidación de China como gran potencia en la geopolítica mundial; y la emergencia de regímenes iliberales, solo nominalmente democráticos, son los hechos que más han condicionado la actualidad y la vida de las personas en el mundo.

Por otro lado, el calentamiento global rampante y razones de estricta prudencia energética y ambiental nos obligan a transitar de un consumo desmedido e irracional de recursos naturales a otras formas de vivir –hablo de los países occidentales, por supuesto– más comedidas y racionales.

En España, a las turbulencias procedentes del exterior se ha sumado una polarización creciente, caracterizada por una agresividad desbocada de los actores políticos y la beligerancia militante de ciertos medios de comunicación. Todo esto ocurre en un contexto en el que el mundo, en su conjunto, y España, en la medida que le corresponde, se ven abocados a realizar una transición del uso de energía procedente de fuentes no renovables –fósiles, principalmente– a fuentes renovables.

Estos son asuntos complejos. Las soluciones a los problemas que afrontamos son, por ello, difíciles de encontrar y, seguramente, más difíciles aún de acordar en la esfera internacional y de poner en práctica en cada país. Nos enfrentamos a verdaderos desafíos, porque aunque se conozcan los elementos con que abordar la resolución de ciertos problemas, para que ese conocimiento pueda aplicarse deben tomarse en consideración elementos tales como los intereses –legítimos o no– y valores –compartidos o no– en juego, las expectativas, las tradiciones culturales y otros.

Mi colega Joaquín Sevilla, de la Universidad Pública de Navarra, caracteriza estas situaciones como pirámides de agregación del conocimiento. Si esa pirámide resulta difícil de gestionar en una localidad, región o país, cuánto más no lo será cuando el escenario es el mundo, con toda su diversidad y con tantos intereses enfrentados.

El conocimiento, un punto de partida inexcusable

Sean cuales fueren las soluciones que se propongan, las medidas que se apliquen o las políticas que se pongan en práctica, el conocimiento es el punto de partida inexcusable, ese basamento sólido sobre el que erigir la pirámide agregando los demás elementos. El problema, sin embargo, empieza por el reconocimiento de su validez y su aceptación social y política.

En una situación sociopolítica como la actual, las primeras batallas a la hora de diseñar políticas públicas se libran en torno, precisamente, a la validez del conocimiento. Los saberes expertos se ponen en cuestión cuando se tiene la percepción de que contradicen los intereses o valores que se desea defender.

Estoy hablando, sí, de posverdad. Esto es, de ausencia deliberada de verdades por motivos políticos, del cuestionamiento interesado de las ciencias, de la tergiversación de los hechos. Así las cosas, aunque la principal responsabilidad de la comunidad académica siga siendo crear conocimiento y, si es el caso, aplicarlo a la resolución de problemas de forma rigurosa, adquiere importancia creciente su difusión y la defensa frente a los embates de quienes lo impugnan o desacreditan simplemente porque no conviene a sus intereses.

Y es ahí donde The Conversation, junto a otros medios de calidad y rigor contrastados, cumplen un papel fundamental. La conversación ha de ser garante de la difusión y defensa del conocimiento riguroso. Somos la primera barrera que se opone a las noticias falsas, a los bulos, a las patrañas… En definitiva, a la posverdad y demás formas que adoptan, para expresarse, el pensamiento débil, los valores espurios y los intereses bastardos.

El escaparate idóneo para universidades y centros de investigación

En un tiempo en el que la intermediación de contenidos se ha debilitado hasta extremos inasumibles en una sociedad democrática, una publicación como la nuestra constituye una garantía de rigor cuya existencia y actividad son una necesidad incuestionable.

Y para las universidades y centros de investigación cuyo personal colabora con nosotros, The Conversation es el escaparate idóneo para mostrar a la sociedad el capital de conocimiento que atesoran sus instituciones y el valor de lo que le ofrecen. Legitima, de hecho, a las propias universidades y centros de investigación, no más que sus actividades de formación e investigación, pero tampoco menos.

La edición en español de The Conversation ha seguido una trayectoria de éxito desde su nacimiento. Sus primeros doce meses de existencia se saldaron con diez millones de lecturas. Los tres años siguientes se vieron muy condicionados por la pandemia, alcanzando los sesenta millones de lecturas anuales, impulsadas por el interés del público por contar con información de rigor en un asunto del máximo interés social.

Durante el quinto año (que cumplimos hoy) las aguas han vuelto a su cauce con casi cuarenta y cinco millones de lecturas, lo que supone haber multiplicado el tráfico por cuatro en cuatro años. Una cifra magnífica en un contexto de fuerte caída en el consumo de medios digitales en todo el mundo tras la finalización de la emergencia sanitaria.

Los próximos años, con innovaciones tecnológicas de gran calado –inteligencia artificial, biotecnología, ingeniería genética– ya en marcha, con los ya citados desafíos ambientales y energéticos, con una población humana todavía en crecimiento y sin haber garantizado aún el final del hambre y la pobreza en el mundo, con retos pendientes –como la igualdad real de derechos y oportunidades de todas las personas–, con unos flujos migratorios de gran magnitud, y un panorama internacional cada vez más tenso y complejo, se presentan llenos de interrogantes.

En el escenario descrito, The Conversation tiene una tarea apasionante ante sí. Nunca como ahora había sido tan importante el conocimiento. Nunca como ahora había sido tan importante difundirlo. Y nunca como ahora había sido tan necesario defenderlo.

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