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Grupo de personas sostiene una pancarta que dice: "Il nostro presidente Silvio per sempre".
Miles de personas acudieron a despedir a Silvio Berlusconi durante su funeral, celebrado en la catedral de Milán el 14 de junio de 2023. Ruggiero Scardigno / Shutterstock

¿Tiene Berlusconi herederos políticos?

Cuando Silvio Berlusconi entró en política en 1994 ya era un personaje muy conocido en Italia. El Cavaliere: así se le solía llamar debido a un título honorífico que ostentaba desde 1977 por su actividad empresarial. De joven había trabajado como animador en cruceros y de comercial, realizando ventas puerta a puerta.

Su fortuna empezó con el ladrillo. Pidió un crédito y construyó una urbanización en las afueras de Milán que llamó Milán 2, adelantándose al concepto de piso en un entorno campestre a pocos kilómetros del centro de la ciudad más industrializada y moderna del país. Fue todo un éxito.

De los medios de comunicación al fútbol

El siguiente paso fue incluir en la urbanización la televisión por cable, la antesala de la televisión privada. Esta, de hecho, llegó poco después. Entre 1980 y 1982 fundó tres cadenas que compitieron con el monopolio estatal de la RAI: Canale 5, Rete 4 e Italia Uno. La programación no tenía nada que ver con lo que se podía encontrar en la televisión de Estado. Abundaban películas y series norteamericanas, tertulias, programas de entretenimiento y mucha telebasura, en parte responsable de su éxito.

También adquirió una editorial, Mondadori, y un periódico, Il Giornale, fundado a mediados de los setenta por uno de los periodistas más emblemáticos, influyentes y polémicos del país: Indro Montanelli.

A mediados de los ochenta se encaprichó con el fútbol, se hizo con el AC Milan, un equipo que, en aquel entonces, y a pesar de su pasado glorioso, estaba al borde de la quiebra. En nada revitalizó sus cuentas y cambió una dinámica derrotista y alicaída para convertirlo en el mejor equipo de esa época y uno de los más laureados de la historia del fútbol.

Berlusconi entra en política

En 1994, aprovechando un periodo muy complejo para el país, en el cual la labor incansable de unos jueces destapó vínculos corruptos entre el mundo empresarial y los partidos, Berlusconi, con 58 años, decidió entrar en política.

Lo hizo, una vez más, apostando muy alto. El 18 de enero fundó Forza Italia, el 27 de marzo se impuso en las elecciones generales, el 11 de mayo juró el cargo de Primer Ministro de Italia.

Su populismo repleto de anticomunismo, su capacidad de liderazgo, su manejo de la comunicación, su pedigrí empresarial que le atesoraba como hombre capaz de triunfar en todo lo que se propusiera y su interpretación de la gestión política como si de la administración de una empresa se tratara le convirtieron en el hombre nuevo que muchos italianos estaban esperando.

Y eso, a pesar de un sinfín de juicios en los que estuvo involucrado, de acusaciones de promover leyes ad personam, de escándalos de diferente naturaleza (económica, sexual) e incluso de sospechas de haber mantenido contactos con la mafia.

El ventennio de Berlusconi

En Italia se habla de ventennio de Berlusconi, exagerando la duración de su presencia al mando del país. En realidad, desde la primavera de 1994, y hasta el día de su muerte (es decir, a lo largo de 29 años), el Cavaliere gobernó nueve años.

Lo hizo logrando alianzas entre partidos poco probables. La Liga Norte de Umberto Bossi, por un lado, Alianza Nacional, de Gianfranco Fini, por el otro. Un conjunto regionalista con un débil sustento ideológico, el primero; centralista y heredero del fascismo, el segundo. Cierto es que esa convivencia no fue fácil, y solo la habilidad de Berlusconi consiguió que la coalición volviera a nacer en repetidas ocasiones de sus cenizas.

Entre 2001 y 2006 Berlusconi logró agotar la legislatura, hazaña más única que rara en Italia. En 2011, tres años después de imponerse en las elecciones de 2008 (tras un breve paréntesis, entre 2006 y 2008, con Romano Prodi liderando un gobierno de centro izquierda), y con el país sumido en una complicada crisis económica, el ejecutivo acabó siendo intervenido por la Unión Europea.

El presidente de la República, Giorgio Napolitano, le exigió dar un paso atrás y lo sustituyó por Mario Monti, excomisario europeo. En 2013 fue condenado por fraude fiscal. Evitó la cárcel debido a su edad (tenía 77 años). En su lugar se le impusieron varios meses de servicios sociales y se le apartó un tiempo de la política.

El desgaste físico y político

A su vuelta, tras su rehabilitación en 2018, el centroderecha había cambiado mucho. Alianza Nacional había dejado de existir. En su lugar había nacido Hermanos de Italia, a cuyo frente se puso una joven semidesconocida llamada Giorgia Meloni. La Liga había abandonado (además de cualquier referencia al norte, incluso en el nombre del partido) todo empeño regionalista y, con Matteo Salvini al frente, se había acercado a una derecha radical populista.

El declive físico de Berlusconi coincidió con la drástica reducción de los apoyos electorales. En 2018, Salvini llevó a su partido a liderar la coalición conservadora formada por Forza Italia, Hermanos de Italia y la Liga, tras unas exitosas elecciones generales. Cuatro años más tarde, fue Giorgia Meloni la que logró escalar hasta la cumbre y desplazar Forza Italia al tercer lugar. Sin embargo, y a pesar de haber perdido el liderazgo interno en la coalición, su apoyo seguía siendo necesario para lograr gobernar.

Sin herederos políticos

Si en la política los duros reveses ya le habían desgastado mucho, el fútbol logró darle unas últimas satisfacciones. Abandonada definitivamente la presidencia del AC Milan en 2017, se dedicó a rescatar de las series menores al Monza. En 2022 logró que ascendiera en primera división por primera vez en su historia y, hace un par de semanas, que se mantuviera.

Ese fue, probablemente, su último logro. Pero no pudo disfrutarlo. Su estado de salud ya había empeorado de manera irreversible. El 12 de junio de 2023, a los 86 años, murió en un hospital de Milán. No dejó ni heredero ni herencia, política se entiende, porque la patrimonial fue enorme.

Su partido era él y solo él. Nadie pudo ni sustituirlo (no lo hubiera permitido) ni tampoco compartir con él el mando. Las sospechas de que, una vez desaparecido el líder, lo siguiente en desaparecer será su creación, Forza Italia, son bastante fundadas.

¿Dónde irán sus votos?

De ocurrir, eso provocaría un transvase de votos. Probablemente más hacia Giorgia Meloni que hacia Matteo Salvini. Por dos motivos: por un lado, porque el votante de Berlusconi es un moderado, y percibe en Hermanos de Italia más moderación que en la Liga. Además, a pesar de promover unas políticas más conservadoras que las de Forza Italia, Meloni, en economía, se está escorando hacia planteamientos liberales típicamente celebrados por los forzistas y en política exterior ha recuperado una relación cordial con la UE.

Por otra parte, el actual partido de Gobierno está en un momento dulce, y eso va a favorecer el oportunista efecto arrastre de quienes se dejan llevar hacia el partido más “de moda”.

También cabe otra opción, de momento menos probable, pero que habrá que ponderar: que Matteo Renzi y su centro político logren atraer al voto de los huérfanos de Berlusconi, incluso impulsando la creación de un nuevo partido, moderado y republicano. El error que no tienen que cometer los forzistas es vivir del recuerdo nostálgico de su líder.

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