Menu Close
Muchacho bebiendo cerveza en la calle

El alcohol, ‘tu amante bandido’

Para algunos, el alcohol es una bebida diabólica fuente de pecado; para otros, una simple forma de socialización o divertimento; y para muchos más de los que se piensa, constituye un serio problema de salud, una enfermedad. De una manera u otra, lo cierto es que en el mundo hay 283 millones de personas que padecen algún tipo de trastorno por alcohol, lo cual equivale a casi toda la población de los Estados Unidos.

Esto es un hecho, y créanme, no estoy ebria cuando lo escribo porque no tengo problemas con el alcohol. Aunque admito también que esto es exactamente lo que diría cualquier alcohólico… ¿o no?

Exacto: tristemente, el alcoholismo es una preocupante pandemia silenciosa, que mucha gente sufre en la sombra para no exponerse al estigma social que acarrea.

“Dormir la mona”, nunca mejor dicho

¿De dónde nos viene el gusto por el alcohol? Actualmente, la hipótesis más aceptada y contrastada es la del mono borracho. Esta explica cómo, hace millones de años, nuestros ancestros los primates se comían las frutas maduras que caían de los árboles y fermentaban, atraídos por el olor a alcohol que de ellas emanaba.

En efecto, en esas frutas había alcohol, que no es más que un producto de desecho de la llamada fermentación alcohólica que algunas levaduras y bacterias realizan al utilizar los azúcares de la fruta como fuente de energía. Dicho de otro modo, nuestras adoradas cervezas y vinos no son más que “excremento” de microorganismo.

Así pues, parece que los monos tenían preferencia por consumir dicha fruta fermentada porque les aportaba más energía al contener alcohol, que es una fuente de calorías (aunque vacías o sin valor nutricional). En fin, de ese modo fue cómo probablemente el humano heredó la ventaja evolutiva que le permite metabolizar el alcohol. ¿Ventaja? No sé qué estoy diciendo, va a ser verdad que estoy con “el puntito”…

Una guerra mundial interna

¿Qué ocurre cuando ingerimos alcohol? Como es un tóxico, nuestro cuerpo intenta digerirlo o metabolizarlo. Aunque el alcohol llega a los distintos órganos a través de la sangre, es el hígado su principal órgano metabolizador. Ahí se encuentran las enzimas que lo degradan: alcohol deshidrogenasa (ADH) y aldehído deshidrogenasa (ALDH). Estas proteínas consiguen transformar el etanol en acetato, un producto menos tóxico y con el que, finalmente, conseguimos energía. Eso sí, para uso inmediato y no almacenable, ya que, repito, el alcohol no aporta nutriente alguno.

¿Nunca se han preguntado por qué a los asiáticos les sienta tan mal el alcohol y se ponen como un tomate al primer trago? Pues bien, lo que les ocurre es que tienen una deficiencia genética en la ALDH. Esto provoca una mayor acumulación de un producto intermedio muy venenoso llamado acetaldehído, que se ha demostrado que es un factor de riesgo para desarrollar cáncer, entre otras patologías. Pero no solo en los asiáticos: este acetaldehído también es altamente carcinogénico para el resto de los mortales.

Si bebemos más de la cuenta, llega un determinado momento en que la ADH ya no puede más y se satura, pidiendo entonces ayuda desesperada a otra enzima, la CYP2E1, que comienza a degradar el alcohol. Pero esto tiene graves consecuencias, pues empiezan a aparecer las temidas y radicales especies reactivas de oxígeno (ERO).

Debemos temer a las ERO, porque cuando aparecen tienen el mismo efecto que cuando Alemania invadió Polonia: desencadenan una guerra mundial interna, un auténtico apocalipsis orgánico, oxidando y alterando todo lo que encuentran a su paso. Las ERO provocan un profundo daño oxidativo en prácticamente todos nuestros órganos, y, junto al acetaldehído acumulado, son las causantes de muchos de los daños que genera el alcohol. El problema es que la borrachera se pasa, pero estos daños permanecen, y cada vez van a más.

De hecho, el alcohol se considera agente causal de más de 200 enfermedades de todo tipo, como patologías hepáticas, metabólicas, cardiovasculares, mentales, cánceres, etc. Recientemente, incluso se le ha relacionado con el alzhéimer, y además bajo consumo moderado, para que nadie se ponga de perfil.

Un cóctel molotov para inmaduros

Existen múltiples variantes en el consumo de alcohol, pero una especialmente dañina es el llamado atracón de alcohol o binge drinking, vulgarmente conocido como “botellón”. Este tipo de ingesta aguda es la forma favorita de consumo de drogas para los adolescentes. Consiste en tomar cinco o más bebidas alcohólicas, en el caso de hombres, y cuatro o más, en el caso de mujeres, durante poco tiempo.

El atracón de alcohol es particularmente prooxidante y nocivo, ya que genera una mayor cantidad de las malignas ERO. Esto es muy preocupante en los adolescentes, en los que no se ha completado la madurez psíquica y corporal, predisponiendo al desarrollo de graves enfermedades en la edad adulta.

La prevalencia de esta actividad ha aumentado con los años, y aún peor, la edad de inicio de consumo es cada vez menor, lo cual ha demostrado incrementar la predisposición a desarrollar trastornos por alcohol. A este respecto, es llamativo que uno de cada seis adolescentes practica el binge drinking, pero solo uno de cada cien padres cree que su hijo lo hace .

Bandido, esclavista y asesino

Aunque muchos se empeñan en obviar este hecho, el alcohol es una droga, la más consumida globalmente. Tal es así que incluso se ha calificado como la más dañina, por delante de la heroína, la cocaína o el tabaco. No resulta raro, porque es una droga legal y accesible, que se compra en el supermercado o en cualquier tienda, haciéndola así más peligrosa.

El alcohol es un bandido, que roba las vidas de millones de personas diariamente. Es esclavista, porque somete nuestra voluntad hasta no ser dueños de nosotros mismos. Y es asesino, porque mata a tres millones de personas al año, sin contar las muertes indirectas.

¿Y ahora qué?

Como hemos visto, aunque la embriaguez se pase relativamente rápido, el deterioro alcohólico se queda. Se queda también el alcoholismo, que no es un estado sino una enfermedad. Ojalá existiera una fórmula mágica para poder beber y luego borrar cualquier efecto perjudicial, ¿verdad?

Existen estudios al respecto, como el uso de selenio o ácido fólico, antioxidantes que han mostrado beneficios y podrían constituir una posible terapia frente al daño oxidativo causado por el consumo de alcohol tipo binge drinking.

Lamentablemente, aún se requiere más investigación. Hasta entonces, les adelanto que no existe ningún consumo de alcohol libre de riesgos, ni siquiera la “saludable” copita de vino diaria, un enorme mito. Ante el alcohol, si no abstinencia, al menos moderación.

Ya lo decía Don Quijote: “sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado, ni guarda secreto ni cumple palabra”. Aquí les confío mi gran secreto investigador: menos alcohol es siempre más vida.


Este artículo fue finalista en la III edición del certamen de divulgación joven organizado por la Fundación Lilly y The Conversation España.


Want to write?

Write an article and join a growing community of more than 182,700 academics and researchers from 4,947 institutions.

Register now