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El viaje submarino de la metástasis. Scuba Cancers project (grant agreement no.716290), Author provided

El viaje submarino de la metástasis

El cáncer raramente se transmite de unas personas a otras, pero en bivalvos marinos se ha vuelto contagioso al menos siete veces. El estudio de las metástasis contagiosas ha cambiado nuestra comprensión del cáncer.

El año 2015 quedó caracterizado por un extraño acontecimiento, por un fenómeno inexplicable e inexplicado que nadie, sin duda, ha podido olvidar. El misterioso fenómeno suscitó una particular emoción entre los investigadores del cáncer. Científicos, oncólogos, acuicultores, capitanes de barco, médicos y biólogos de todos los países, marineros de Europa y de América y, tras ellos, los organismos gubernamentales con competencias marítimas manifestaron la mayor preocupación por el hecho. Desde hacía algún tiempo, almejas, berberechos y mejillones padecían un cáncer «contagioso», un cáncer capaz de viajar del individuo en el que se originó a su vecino. Porque, aunque varios tipos de virus pueden causar daño y allanar el camino para el cáncer –como el virus del papiloma humano–, era la primera vez que detectaban a las propias células cancerosas propagándose de un individuo a otro. Y no viajaban sólo unos pocos metros: análogamente a como el submarino Nautilus de Julio Verne recorrió veinte mil leguas por los océanos, estas células de cáncer recorren miles de millas náuticas para metastizar en nuevos individuos.

Montage of two illustrations showing the route of the Nautilus in Twenty Thousand Leagues Under the Sea
El recorrido del Nautilus en Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne. Wikimedia Commons | public domain

Un viaje que asusta

Nadie ignora lo terrible que es un diagnóstico de cáncer en estadio avanzado, es decir, cuándo las células de cáncer han invadido todo el cuerpo. De hecho, todo paciente de cáncer siente pánico al escuchar la palabra metástasis porque, en muchas ocasiones, es sinónimo de una sentencia de muerte.

Nos asusta porque no entendemos completamente cómo ocurre, y no se pueden diseñar terapias para algo que no comprendemos.

Quedan, pues, tan sólo dos soluciones posibles al problema, soluciones que suponen mucha investigación. Por un lado, investigación exploratoria con modelos como estos cánceres contagiosos para entender cómo una célula de cáncer puede viajar y acomodarse a un nuevo sitio sin que las defensas la detengan. Y por otro, investigación descriptiva para recopilar datos sobre cómo ocurre la metástasis, dónde y en qué momento.

Juntas nos permitirán reducir el terror que nos produce la palabra metástasis.

Comparación de una metástasis en un individuo con una metástasis contagiosa entre individuos. Wikimedia Commons | Alicia L. Bruzos

Animales con cánceres contagiosos

Las observaciones efectuadas sobre contagios de cáncer hasta el momento se reducían a un cáncer venéreo en perros y un sarcoma facial en demonios de Tasmania. Ambos requieren de un contacto físico entre los animales para que se transmita el cáncer, bien por la cópula en perros o bien por las mordeduras características del comportamiento social de los demonios de Tasmania.

Sin embargo, el cáncer contagioso de los bivalvos superaba con exceso los dogmas ampliamente aceptados por los científicos. Se trata de una metástasis en la que las células del cáncer son capaces de sobrevivir en el inhóspito medio marino mientras viajan para infectar a un nuevo animal. Es más, el mar es su vehículo. Para colmo, en ese nuevo animal las células tumorales se adaptan para ganar la batalla contra las defensas que el individuo utilice para evitar que el cáncer se desarrolle.

En total se diagnosticaron seis cánceres contagiosos en bivalvos: almejas, berberechos y mejillones. Y, dada esa inclinación a lo maravilloso que existe en el ser humano, se comprende la emoción producida por esta sobrenatural aparición.

Un cáncer que saltaba de una especie a otra

Durante mi tesis, mis compañeros y yo recolectamos almejas de cinco países del sur de Europa y nos encontramos con que también tenían cáncer. Todos los tumores portaban marcadores genéticos distintivos que los diferenciaban de las células de sus almejas hospedadoras. Lo que es más sorprendente, todos tenían un ancestro común: un antiguo tumor que se escapó de su huésped original y conquistó los mares del sur de Europa.

Ahora bien, ese ancestro común de los tumores encontrados en varias almejas carneiro no se había originado en una almeja carneiro. ¿Dónde y cuándo pudo haber saltado de una especie de almeja a otra? ¿Y cómo mantuvo en secreto su identidad ante las defensas de otra almeja?

El cáncer contagioso que propaga por las almejas carneiro (izquierda) se originó en una almeja chirla (derecha). Wikimedia Commons | Alicia L. Bruzos, CC BY-SA

Únicamente un estudio genético podía aportar luz sobre este tema. Comparando el ADN de estos tumores con bases públicas se concluyó que los tumores se originaron en las almejas chirla. Tratándose de una almeja que cohabita con la almeja carneiro, nuestro siguiente paso fue recolectarlas para indagar si también se están contagiando con este cáncer. Sorprendentemente, no encontramos ninguna almeja chirla con cáncer así que, o bien no recogimos las almejas chirla contagiadas, o bien las almejas chirlas guardan el secreto de cómo impedir que un cáncer contagioso que se originó en su especie no las esté infectando.

Las calurosas polémicas suscitadas por esta investigación se centran en los lugares en dónde se hallaron las almejas carneiro con cáncer: unas en el océano Atlántico y otras en el mar Mediterráneo. Dos ubicaciones separadas por más de 1 000 millas náuticas. Es una advertencia sobre la expansión que estos cánceres contagiosos pueden tener en los océanos.

En 2019, se hipotetizó que los mejillones adheridos a los cascos de los barcos podían ser los culpables de distribuir el cáncer por América y Europa, pero las almejas viven enterradas en la arena sin posibilidad de adherirse a los barcos. ¿Cómo se explica entonces este fenómeno de contagio? En tales circunstancias, debemos inspeccionar los movimientos intencionales o accidentales de mariscos o aguas entre zonas tan distantes para descartar que sea la actividad humana la que esté expandiendo este cáncer contagioso.

Virus, bacterias, hongos, gusanos… Los parásitos adoptan muchas formas, pero que las células se puedan convertir en un parásito para el vecino parecía algo impensable el siglo pasado, al igual que dar la vuelta al mundo en 67 horas parecía impensable en 1872 cuando se escribió la famosa peripecia de Willy Fogg y sus amigos.


Este artículo fue finalista en la III edición del certamen de divulgación joven organizado por la Fundación Lilly y The Conversation España.


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