El dolor cumple una función evolutiva útil que nos ayuda a sobrevivir. El problema llega cuando este no desaparece y persiste, incluso en ausencia de daño. Entonces, puede interferir en la vida diaria.
El dolor nociplástico es aquel que surge sin daño en los tejidos ni alteración del sistema encargado de mandar las señales dolorosas al cerebro. Aunque no hay consenso sobre esta nueva clasificación, identificarlo podría ayudar a los pacientes que lo sufren.
En muchas situaciones, tanto dolor crónico lumbar como fibromialgia o una biopsia, las gafas de realidad aumentada podrían sustituir a las clásicas pastillas analgésicas sin efectos secundarios.
Al sufrimiento físico, los pacientes de esta modalidad de dolor crónico (en su mayoría mujeres) deben sumar la incomprensión de la sociedad ante un mal que deteriora gravemente la calidad de vida.
El miedo a lo desconocido puede repercutir en cómo una persona percibe su dolor. Aprender a gestionar la incertidumbre puede ayudar gestionar enfermedades como la fibromialgia, que tienen un curso desconocido.
Aunque la musicoterapia todavía no goza de una larga evidencia científica para tratar el dolor crónico, pero es una terapia suficientemente inocua como para aprovechar sus efectos positivos.
¿Puedo curarme -o reducir mi dolor- sólo con imaginación? Evidencias actuales apoyan que al imaginarnos realizando movimientos (imaginería motora) activamos áreas cerebrales directamente relacionadas con la modulación del dolor y el movimiento sin aumentar los síntomas.
Un estudio de telerrehabilitación realizado durante el confinamiento demuestra que el ejercicio terapéutico monitorizado por profesionales de la salud tiene beneficios para personas con fibromialgia.
¿Cómo es que hay veces que nos damos un golpe y no sentimos nada, y otras veces el mismo porrazo nos duele a un nivel tan intenso que no sabemos cómo justificarlo? El dolor depende del nivel de amenaza que percibe nuestro cerebro.
El tratamiento que exige la cura del cáncer deja secuelas como la fatiga y el dolor. Por eso, el ejercicio terapéutico guiado por profesionales sanitarios es fundamental para prevenir estos efectos.
El dolor de espalda es uno de los síntomas más frecuentes en los países industrializados. Ocho de cada diez personas lo padecen alguna vez en su vida. Aunque a veces no hay relación entre las pruebas y el dolor.
Son muchos los que experimentan dolor musculoesquelético a pesar de que las pruebas médicas que les han realizado apuntan a que no tienen ninguna lesión. ¿Por qué? Y, sobre todo, ¿cómo se remedia?
Los investigadores están explorando las diferencias genéticas que determinan por qué algunas personas sufren más dolor que otras, y cómo traducir sus hallazgos en tratamientos personalizados.
Fisioterapeuta. Profesora Titular y Coordinadora del Grupo de Investigación de Alto Rendimiento "Fisioterapia en los Procesos de Salud de la Mujer (FPSM)", Universidad de Alcalá