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2023: A grandes males, grandes (y creativos) remedios

Si pide un deseo para el año que ahora comienza, por favor no anhele “dejar de tener problemas”. Además de ser poco concreto, si se cumpliera sería de lo más aburrido. Porque, piénselo bien, ¿de verdad elegiría vivir una vida sin retos? Si quiere volar alto, será mejor que no. Como decía Henry Ford: “Cuando todo parece ir en tu contra, recuerda que el avión despega con viento en contra, no a favor”.

Lo que sí parece saludable desear es encontrar soluciones. Que es precisamente a lo que se dedica la ciencia.

En 2023, en lugar de poner el foco únicamente en los desafíos que tenemos por delante, hemos procurado publicar artículos que nos explicaban cómo vamos a resolverlos (o, al menos, a intentarlo). Uno de los mejores ejemplos nos lo ofrecía Antonio J. Pérez Pulido, de la Universidad Pablo de Olavide, cuando nos contaba que sufre atrofia muscular espinal, una de las enfermedades genéticas con mayor mortalidad asociada, que lo ha tenido sentado en una silla de ruedas la mayor parte de su vida.

“Es indiscutible que la AME es una enfermedad devastadora, y que los pacientes de AME siempre tendremos derecho a quejarnos de la mala suerte que tuvimos al nacer. Pero (…) tiene un encanto especial a nivel molecular que, a quienes la padecemos, nos da también cierto derecho a tildarla como ‘la enfermedad más bonita del mundo’”.

En el terreno de la biotecnología, Lluís Montoliu celebraba que la Comisión Europea publicara una propuesta para modificar la regulación de las plantas obtenidas mediante edición genética usando nuevas técnicas genómicas, como las herramientas CRISPR. “Hay esperanza, aires de cambio”, compartía el investigador.

Meses después celebrábamos otro día histórico: el jueves 16 de noviembre, el día en que una agencia reguladora aprobaba por primera vez una terapia basada en las herramientas CRISPR de edición genética. Eso sí, advirtiendo que se espera que el coste de esta nueva terapia CRISPR para tratar anemia falciforme o beta-talasemia oscile entre 2 y 3 millones de dólares por paciente. Un problema económico al que sin duda hay que hacer frente. “Al fin y al cabo, ¿qué puede haber peor que tener un hijo con una enfermedad rara? Tener un hijo con una enfermedad rara, saber que existe una terapia para curarlo y no poder acceder a ella”, concluía Montoliu.

Enfrentando el calor y el dolor

Cuando en verano el calor se volvió insoportable, además de alertar de las posibles consecuencias de este ascenso de las temperaturas para la salud o el medio ambiente, pusimos el foco en cómo reaccionar desde las ciudades. Con medidas como el reverdecimiento y el entoldado de algunas calles peatonales. Pero, sobre todo, potenciando la creación de refugios climáticos utilizando edificios públicos o espacios abiertos para ofrecer confort térmico durante los periodos de altas temperaturas, bien porque están climatizados o porque posibilitan lo que antaño llamábamos “estar al fresco”. Y eso incluye, lógicamente, aprovechar el poder refrescante del agua con fuentes y juegos de agua lúdicos, estanques en parques y plazas y, por supuesto, piscinas municipales.

También nos preocupamos del dolor en todas sus formas. Y hablamos largo y tendido de cómo el campo de investigación sobre (y contra) el dolor es hoy uno de los más estimulantes de las ciencias de la salud.

Desde la Universidad de Granada, Miguel Ángel Huerta nos contaba cómo, desde el frente de la farmacología, llegan novedades tan alucinantes como el uso del veneno del pez globo para manejar el dolor asociado al cáncer. Y nos maravillamos al descubrir lo bien que funcionan alternativas no farmacológicas como la realidad virtual o las terapias psicológicas.

Por otra parte, en lugar de lamentarnos porque el modelo de ciudad actual hace que los ciudadanos durmamos cada vez menos y peor (con las terribles consecuencias que eso tiene para nuestra salud), nos hicimos eco de propuestas concretas y fáciles de aplicar para reducir el ruido generado por el tráfico rodado y el ocio nocturno.

En física, hablamos de Stellarator, el “generador de estrellas” que avanza en la carrera por la fusión nuclear, que se espera que un día se convierta en el maná energético, abundante y sostenible que dará sosiego a una humanidad estresada en sus límites.

Y explicamos el hito que suponía que un maravilloso algoritmo de inteligencia artificial, desarrollado por un equipo internacional de científicos de ocho universidades y centros de investigación, haya reducido el número de ecuaciones involucradas en un problema de física cuántica de 100 000 a tan solo cuatro, y sin perder precisión. “Una revolución para entender y describir el loco mundo de lo pequeño”, como explicaba Francisco José Torcal Milla, del Instituto I3A, de la Universidad de Zaragoza.

Conversaciones que impactan

Lo más interesante de todo, lo que hace que The Conversation tenga sentido, es que, tras detenerse a contar en voz alta todo esto, tras compartir su conocimiento y sus batallas científicas, a nuestros autores y autoras les han ocurrido cosas. Cuando, meses después de publicar su artículo, volvimos a hablar con Antonio Pérez Pulido, nos compartió varias buenas noticias. Entre ellas que en su grupo de investigación estaban en fase de patentar el uso de un fármaco para la AME y habían comenzado un nuevo proyecto. “Tanto a la empresa que nos está gestionando la patente como a otra que nos está ayudando en la búsqueda de empresas interesadas en la explotación les sirvió leer el artículo para terminar de convencerse”, explicaba.

A Mercedes Chicote-Beato y Sixto González-Víllora, que denunciaron en The Conversation los numerosos casos de acoso que se producen en clase de Educación Física, les llamaron de varios centros educativos para pedir asesoramiento a la hora de abordar este tipo de conflictos. Y junto a otros investigadores han decidido poner en marcha una red de investigación nacional e internacional que estudie la prevención en centros escolares y deportivos.

“Si un problema tiene solución, ¿para qué preocuparse? Y si no la tiene, ¿para qué preocuparse?”, dice un antiguo proverbio chino. La ciencia, ya lo hemos visto, lo aplica con una ligera variación final: “Y si por ahora no tiene solución, ¡sigue buscando!”.

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