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Busquemos otros ‘clásicos’ para secundaria: lecturas multiculturales

Leer es la base de cualquier conocimiento y de nuestro desarrollo cognitivo. Como tal, la lectura puede funcionar como un simple instrumento para poder acceder a otras disciplinas, materias y detalles concretos; pero, en sí misma, la lectura es la puerta a otras realidades.

Aprendemos a leer en el colegio de manera instrumental. Eso quiere decir si no aprendemos a unir letras, sílabas y palabras no podemos avanzar. Y, una vez superada esa primera fase, la lectura pasa a ser protagonista. Es entonces cuando se definen los gustos por la lectura y se debe fomentar el gusto por leer.

Cómo evitar que decaiga el placer lector

Los datos demuestran que el interés por la lectura decae a partir de los 14 años. Y ese placer de leer simplemente por ocio es fundamental para el desarrollo cognitivo de los adolescentes.

En España, por ejemplo, ¿qué obras deben leer los alumnos en la asignatura de Lengua y Literatura Castellana (presente en los cuatro cursos de la Enseñanza Secundaria Obligatoria) para que ese interés no decaiga? El canon incluye determinadas obras esenciales de la literatura en español, reconocidas como representativas: el Lazarillo de Tormes, Fuenteovejuna, Marianela, o San Manuel Bueno, mártir, por citar algunas.

Sin embargo, a veces esas obras no tienen ni el estilo ni el tema adecuado para atraer la atención de los adolescentes, por lo que el efecto que se consigue es justo el contrario.

Hay expertos que reclaman mayor flexibilidad en ese canon. Proponen incluir otras obras de literatura juvenil que quizás tengan menor importancia histórica o menor calidad literaria, pero que podrían conseguir que los adolescentes no pierdan el hábito lector.

Lectura es cultura, en el sentido más amplio de la palabra, y es el punto de partida para aprender más sobre nosotros.

Una perspectiva holística

Las obras incluidas en el canon deben proporcionar a los adolescentes una perspectiva holística de la historia, estilos, autores y temas más relevantes de nuestra literatura, pero no se puede olvidar que la cultura no está aislada.

Nuestra cultura la definen múltiples factores: el lugar de nacimiento, el tipo de familia, el clima, el idioma, la situación geográfica, el acceso a la educación, entre otros. Esa cultura, que es a la vez única y compartida con otros miembros del mismo grupo cultural, debe relacionarse con las demás.

Ese aprendizaje es necesario en una sociedad y un mundo globalizados. Las diferentes culturas están en contacto continuo, los referentes culturales ya no son exclusivos de unos o de otros. La comunicación y el intercambio existen y son fundamentales y, para poder comunicarnos, debemos conocer los códigos de los demás.

Ampliar el espectro

Este conocimiento se puede adquirir también a través de la lectura, que es el camino a otras realidades. Por lo tanto, las lecturas incluidas en los cursos de secundaria deberían ampliar su espectro e incluir obras que reflejen otros usos y costumbres culturales.

La globalización trae oportunidades de intercambio, de movilidad, de mestizaje… Pero para que se produzcan de manera exitosa, los adolescentes deben adquirir un primer código que les permita entender las diferencias culturales y saber interpretarlas en su propio beneficio.

Lecturas con contenido intercultural

Volvemos pues a considerar la lectura como instrumento, en este caso, de aprendizaje intercultural.

Además, el conocimiento adquirido en un entorno académico, guiado por un profesorado que posea esos códigos interculturales, siempre será más sólido que el conocimiento que adquieran los adolescentes en otros entornos virtuales, donde la interpretación de las señas culturales puede ser errónea, simplista o simplemente, sesgada por nuestra propia identidad.

En este sentido, puede resultar útil leer libros como Mi vida en el paraíso, de María Carmen de la Bandera, y El mar detrás, de Ginés Sánchez. Ambos reflejan la perspectiva del desarraigo cultural de niños que se ven obligados a dejar sus países de origen, y su relato puede ayudar a comprender esas otras realidades y perspectivas de una manera próxima.

Hoy día los docentes ya no son los únicos poseedores de conocimiento: son guías y facilitadores del proceso de aprendizaje que el propio alumnado va construyendo. Por eso el profesorado debe formarse también en esta faceta de facilitador e intérprete intercultural.

Tan importante como esa formación es la revisión de las lecturas incluidas en los centros de secundaria, tomando como unidad de medida la inclusión de obras sobre la propia cultura pero que promuevan el interés por otras culturas y, sobre todo, la inclusión de obras orientadas a fomentar la interculturalidad y que presenten otras maneras de ver el mundo, otras perspectivas.

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