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Caídas, fragilidad, insomnio, demencia: los problemas del envejecimiento y cómo reducirlos

La población de edad avanzada está creciendo desmesuradamente. En 2019, el número de personas mayores de 60 años ascendió a 1 000 millones en todo el mundo y se espera que para 2050 esta cifra se duplique, alcanzando los 2 000 millones.

Ahora que superar los sesenta años es tan común, el fenómeno del envejecimiento poblacional es una realidad innegable a la que contribuyen el aumento de la esperanza de vida en la vejez, la disminución de la tasa de natalidad y el progreso socioeconómico de las últimas cinco décadas.

Más enfermedades crónicas, discapacidad y dependencia

A medida que envejecemos, nuestro cuerpo experimenta una serie de cambios fisiológicos que nos hacen más propensos a desarrollar enfermedades crónicas, discapacidad y dependencia.

Los síndromes geriátricos son afecciones médicas comunes en la población de edad avanzada, caracterizados por una combinación de problemas médicos, psicológicos y sociales, en lugar de síntomas o enfermedades específicas. Los más destacados son:

  • Fragilidad: disminución de la reserva fisiológica y la capacidad de recuperación, que aumenta el riesgo de discapacidad y muerte.

  • Caídas: tendencia recurrente a caer, pudiendo resultar en lesiones graves y pérdida de autonomía.

  • Inmovilidad: la persona mayor tiene dificultades para moverse y esto puede llevar a la pérdida de masa muscular, debilidad y otros problemas de salud.

  • Incontinencia: pérdida del control de la vejiga o los intestinos, pudiendo tener un significativo impacto negativo en la calidad de vida y la autoestima.

  • Demencia: engloba varias enfermedades neurodegenerativas que afectan la memoria, el pensamiento y la conducta, como pueden ser la enfermedad de Alzheimer o la demencia vascular.

  • Polifarmacia: comúnmente se define como la toma de cinco o más medicamentos simultáneamente, que se asocia a un aumento del riesgo de interacciones medicamentosas, efectos secundarios y complicaciones.

  • Desnutrición: por ingesta inadecuada de alimentos, malabsorción de nutrientes o problemas de salud que afectan al apetito y al metabolismo, lo que puede debilitar el sistema inmunológico y aumentar el riesgo de enfermedades.

  • Sarcopenia: pérdida progresiva de masa y fuerza muscular que impacta sobre la calidad de vida y la independencia funcional.

  • Dolor crónico: causado por enfermedades crónicas reumatológicas o lesiones o condiciones osteomusculares degenerativas, y que afecta la calidad de vida y la capacidad funcional.

  • Pérdida de audición y visión: son comunes en la vejez y pueden tener un impacto significativo en la calidad de vida, la comunicación y la seguridad.

  • Depresión y/o insomnio: los problemas del estado de ánimo y los problemas para conciliar o mantener el sueño son frecuentes en personas mayores, y contribuyen al desarrollo de problemas de salud física y mental.

¿Qué es el envejecimiento saludable?

El envejecimiento saludable implica que, a medida que las personas envejecen, puedan mantener su capacidad para hacer las cosas por sí mismas, sin necesitar mucha ayuda. Así logran mantenerse de forma activa y autónoma con una buena salud física, mental y social.

Los síndromes geriátricos dificultan el envejecimiento saludable, pero pueden ser reversibles –o ralentizarse su progresión– si se detectan a tiempo.

Se ha demostrado que las intervenciones centradas en la actividad física son efectivas para retrasar e incluso revertir la fragilidad y otros síndromes geriátricos. También pueden ser efectivas otras intervenciones que incluyan cambios en la alimentación para aumentar la ingesta de proteínas y nutrientes, así como abordar la polifarmacia y la prescripción inadecuada de medicamentos. Además, son muy importantes las intervenciones psicológicas y sociales.

Todo esto se refleja en el Documento de consenso sobre prevención de fragilidad y caídas en la persona mayor elaborado por el Ministerio de Sanidad español, que incluye recomendaciones para la detección precoz de la fragilidad, tanto el ámbito sanitario como en el no sanitario y comunitario.

De él se desprende lo importante que es adaptar los sistemas de atención médica para prevenir la disminución de las capacidades en las personas mayores que provocan los síndromes geriátricos y evitar su evolución hacia la dependencia. Esto implica un enfoque centrado en el individuo que promueva un envejecimiento saludable y activo.

La monitorización domiciliaria mediante sensores es parte de la respuesta

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) pueden ayudar a prevenir y a tratar muchos de los síndromes geriátricos a través de la monitorización domiciliaria mediante sensores que midan variables con alto poder predictivo de eventos adversos: peso, velocidad de la marcha, potencia de extremidades, tensión arterial, frecuencia cardíaca o saturación de oxígeno.

El uso de esta tecnología facilita las intervenciones dirigidas a evitarlos y proporciona mecanismos que habilitan una comunicación ágil entre los actores involucrados (diferentes profesionales sanitarios de atención primaria, hospitalaria, pacientes y cuidadores).

Un ejemplo es Integra-CAM, usada en la Comunidad de Madrid, que desarrolla un ecosistema tecnológico pionero que revoluciona el cuidado de las personas mayores. Permite la monitorización domiciliaria y el seguimiento de su capacidad intrínseca y parámetros clínicos, además de ofrecer recomendaciones de ejercicio y alimentación, materiales didácticos, recordatorios de medicación o sistemas de alertas.

La aplicación de sistemas digitales que favorecen la monitorización remota acercan el proceso del cuidado de la persona mayor a su domicilio e integran a todos los actores relevantes (paciente, cuidador y profesionales de la salud de atención primaria y atención hospitalaria). De esta manera, se favorece la ayuda en la toma de decisiones clínicas y se aumenta la calidad de vida y el bienestar físico, emocional y social de las personas mayores y de su entorno.

Además, estos sistemas innovadores de telemonitorización en personas mayores pueden contribuir a avanzar en la sostenibilidad del sistema sanitario, pues prometen una reducción del 10 % en los costes relacionados con la hospitalización, la atención de urgencias y especializada, lo que se traduciría en una disminución del 3 % en los costes totales de salud anuales.

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