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Ciencia y comunicación: La fórmula ansiada

Las fórmulas mágicas no existen. Son, como cualquier quimera, una combinación de nuestros deseos (nos gustaría que existieran) y nuestra pereza (qué fácil sería resolver nuestros problemas con sólo chasquear los dedos). Pero que no existan no nos exime de buscarlas.

Para comunicar y contar la ciencia necesitamos fórmulas que nos ayuden a resolver una ecuación compleja de variables inciertas. En la era d.C. (durante Coronavirus, no después de), más que nunca, urge encontrar fórmulas adecuadas que contribuyan a que dispongamos de la información necesaria para entender la realidad en toda su complejidad y, sobre todo, nos ayuden a tomar decisiones a partir de evidencias y no de creencias o intuiciones.

Esa fórmula ansiada no tiene que ver con la cantidad. No se trata de acumular datos, se trata de poder comprenderlos. Un atracón informativo sin más explicación sólo puede llevar a la indigestión comprensiva. Para digerir la realidad necesitamos comprenderla y para comprenderla necesitamos las evidencias, los datos, pero también su explicación, su contextualización.

La transmisión de conocimiento no puede suceder en el cerebro humano igual que en la máquina. No somos meros recipientes donde volcar datos. Por eso, fórmulas como la de The Conversation, en la que personas expertas y periodistas trabajan juntas en la elaboración de contenidos, en esa digestión necesaria de la información, resultan imprescindibles.

En sus dos años de andadura en España, la plataforma de divulgación ha logrado el equilibrio adecuado para contribuir a resolver la ecuación de la comunicación de la ciencia. No es la única solución, nunca existen soluciones aisladas. Eso sólo es posible para problemas simples y la realidad es compleja, pero en estos 24 meses The Conversation ha logrado consolidar su presencia en la red y en los medios de comunicación. Se han hecho fuertes en el sistema estatal de comunicación de la ciencia y eso es positivo para la plataforma, pero también para el propio sistema.

En la Asociación Española de Comunicación Científica hace décadas que conviven dos perfiles profesionales que algunos creyeron erróneamente como irreconciliables: el de quienes ejercen el periodismo científico y el de quienes investigan y además divulgan conocimiento. Y esa combinación de perfiles distintos, con motivaciones, formatos y costumbres de oficios diferentes es precisamente lo que la han convertido en la red imprescindible para cualquiera que cuente la ciencia en España. Porque aprendemos juntos.

Esa alianza científica y periodística está también en la base fundacional de The Conversation y por eso resulta fácil confiar en que ésta, como la AECC, ha llegado para quedarse.

Por muchos años más, felicidades.

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