Menu Close

Cómo la contaminación y los gases de efecto invernadero afectan ya al Sahel

Un depósito de agua en la región de Louga, en el norte de Senegal. BOULENGER Xavier/Shutterstock

Durante la última década, muchos países de la región del Sahel –la franja semiárida del sur del Sahara que se extiende desde Senegal hasta Etiopía– han estado sumidos en diversos conflictos. La población de estos países está creciendo, lo que implica que los recursos son cada vez más escasos. Además, las formas de vida basadas en la agricultura son cada vez más inciertas debido a la alta variabilidad del clima.

Se ha podido relacionar estos sucesos en la región con el cambio climático.

Durante los últimos 100 años se han producido grandes fluctuaciones en el clima de la región. A las abundantes lluvias en las décadas de los 50 y los 60 sucedieron pertinaces sequías en los 70 y los 80. Desde mediados de los 90, la zona se caracteriza por la alternancia de buenos y malos años.

Nuestras últimas investigaciones atribuyen esta evolución del clima a las emisiones producidas por la quema de combustibles fósiles. Nuestro equipo ha demostrado que los modelos climáticos mundiales más recientes pueden explicar las persistentes sequías en el Sahel cuando se incluye información sobre la emisión de sustancias contaminantes y de gases de efecto invernadero. También han constatado el potencial de estos modelos, ya que pueden simular de manera fiable cambios en la temperatura de los océanos y en las precipitaciones regionales a partir de observaciones del mundo real.

Esta es la primera vez que se ha demostrado que la evolución de las precipitaciones en una región durante el siglo XX ha estado directamente afectada por las emisiones humanas, concretamente de sustancias contaminantes y gases de efecto invernadero. También es la primera vez que se propone un único argumento que explica de forma coherente tanto las fluctuaciones naturales como los cambios causados por la actividad humana. La base que sustenta esta teoría es la influencia de los océanos en el clima regional.

La sequía del Sahel

La lluvia del Sahel proviene de la humedad que los vientos del monzón transportan desde el Atlántico Norte.

A medida que el aire se eleva, este se enfría y condensa la humedad, que cae en forma de lluvia. Cuanto más se caliente el Atlántico Norte, mayor será la cantidad de humedad que se evapore de su superficie y se desplace hacia tierra, y más húmedo será el Sahel.

Aunque el aire se eleve de forma local, también depende del mismo fenómeno a nivel mundial. Por ejemplo, durante un evento climático como El Niño, el aire se eleva sobre un Pacífico tropical mucho más cálido y desciende en otros lugares, causando sequías generalizadas. Durante la segunda mitad del siglo XX, los gases de efecto invernadero calentaron los océanos tropicales, lo que provocó que las condiciones para que el aire ascendiera en otras zonas fueran desfavorables.

Del mismo modo, la emisiones de pequeñas partículas sólidas que emiten las centrales eléctricas de carbón, conocidas como aerosoles de sulfato, aumentaron como consecuencia de la reconstrucción de la economía tras la Segunda Guerra Mundial. Esto enfrió el Atlántico Norte de manera directa, reflejando la radiación solar y, de manera indirecta, favoreciendo la formación de nubes que, a su vez, reflejan la radiación entrante.

El análisis de un total de 29 modelos climáticos mundiales llevado a cabo por nuestro equipo muestra que la combinación del calentamiento de los océanos tropicales, causado por los gases de efecto invernadero, y el enfriamiento del Atlántico Norte, causado por los aerosoles de sulfato, que caracterizaron la segunda mitad del siglo XX, condujeron a la sequía del Sahel.

El estudio también demuestra que, a pesar del papel de los gases de efecto invernadero en el pasado, el cambio climático no conducirá necesariamente a la sequía en el Sahel.

Ahora que las emisiones de aerosoles de sulfato se han reducido drásticamente en torno al Atlántico Norte, gracias a la legislación medioambiental destinada a reducir la lluvia ácida y las consecuencias para la salud pública de la contaminación, el calentamiento del Atlántico Norte ha repuntado.

Por lo tanto, las predicciones de condiciones más húmedas debido al calentamiento están en sintonía con la explicación que se ha dado: el aire puede ahora elevarse sobre el Sahel, impulsado por el aumento de la humedad debido al calentamiento del Atlántico Norte, desafiando las precipitaciones impuestas por el calentamiento de los océanos tropicales en otros lugares. Las predicciones también están en consonancia con tendencias emergentes en la observación de un ciclo del agua más dinámico: los episodios de precipitaciones más intensos, aunque quizás menos frecuentes, que han conducido a episodios recurrentes de inundaciones durante la década pasada.

Futuras políticas

La atribución de la sequía del Sahel a las emisiones demuestra que el cambio climático es real y ya está aquí. Existe tecnología para adaptarse a las sequías y a la variabilidad del clima en general. Esta tecnología incluye previsiones climáticas estacionales y prácticas de gestión de la tierra tales como la agrosilvicultura, la agricultura de conservación y la conservación de la tierra y el agua, que ya desempeñan un papel en el desarrollo de estrategias de adaptación.

De cualquier modo, dadas las presiones sociales ya mencionadas al comienzo, para seguir la senda del desarrollo, el Sahel necesita diversificar su economía más allá de la agricultura. Esto requerirá mucha más energía de la que actualmente se produce en el Sahel. En el contexto global de políticas relativas al cambio climático, la mitigación de sus problemas derivados ofrece la oportunidad de desarrollarse de manera sostenible, con el apoyo necesario para una transición hacia las energías renovables, especialmente atractiva en una región con abundante sol y viento.


Artículo traducido por Silvia Munín con la colaboración de Casa África.


This article was originally published in English

Want to write?

Write an article and join a growing community of more than 182,900 academics and researchers from 4,948 institutions.

Register now