Recientemente se ha estrenado la película de Wim Wenders Perfect Days, nominada al Óscar, que sigue la vida cotidiana de Hirayama, un empleado municipal de Tokio encargado de limpiar los aseos públicos. La película pone de relieve las diferencias sociales y culturales que existen en la forma de acercarse a este espacio, su visibilidad y también cuestiones de higiene y saneamiento.
Perfect days refleja parcialmente un experimento desarrollado por el Tokyo Toilet Project puesto en marcha por la ONG The Nippon Foundation. Su objetivo era rehabilitar 17 aseos públicos de la zona de Shibuya para convertirlos en obras de arte, todas ellas gratuitas y utilizables por todo el mundo independientemente de su sexo, edad o discapacidad.
Uno de los aseos, diseñado por el arquitecto Shigeru Ban –Premio Princesa de Asturias de Concordia 2022–, está equipado con cubículos transparentes de colores que se vuelven opacos cuando se cierra la puerta. Este dispositivo responde a dos preocupaciones que los usuarios pueden tener sobre los aseos: comprobar su estado de limpieza y asegurarse de que no hay nadie dentro.
El proyecto nació porque una serie de estereotipos (los aseos públicos se consideraban oscuros, malolientes y aterradores) limitaban su uso. Aún hoy, muchas mujeres son reacias a utilizar las instalaciones en Japón. Incluso en un país que es líder en inodoros de alta tecnología estas estrategias de evitación expresan procesos de diferenciación y exclusión. Al estetizar los aseos y hacer de ellos un elemento más de la decoración urbana, este proyecto muestra el lugar singular que ocupan en la cultura japonesa.
Una preocupación social
Cualquier acción en relación con los aseos no puede basarse simplemente en una única unidad geográfica, sino que debe tener en cuenta todos los efectos que éstos tienen en la sociedad, desde su ubicación hasta su mantenimiento. Más aún cuando, en este caso, los aseos, sublimados por el arte, vienen a reforzar la centralidad de Tokio.
En todo el mundo, los aseos públicos dan testimonio de la complejidad de los espacios públicos compartidos. En Europa, son a menudo sinónimo de suciedad y malestar, y evocan espacios utilizados para fines para los que no fueron diseñados: consumo de drogas, grafitis y pintadas, encuentros sexuales o refugio (para quienes carecen de él), por ejemplo.
Son espacios polivalentes que reflejan las desigualdades de género. Las mujeres necesitan ir al baño más que los hombres (sobre todo durante el embarazo y la menstruación) y pasan más tiempo allí, pero hay menos retretes cerrados que urinarios.
Además, la presencia de determinados grupos de población (inmigrantes, drogadictos, personas sin hogar) puede provocar reacciones abusivas de las autoridades públicas. En nuestras sociedades llamadas desarrolladas definir quién limpia los retretes en el ámbito doméstico, el lugar de trabajo y el espacio público suele decir mucho sobre las relaciones de dominación y la reproducción de los roles de género.
¿Un tabú mundial?
El tema de los excrementos suele ser tabú. Sin embargo, la preocupación es tal que la ONU celebra desde 2013 el “Día Mundial del Retrete”, recordando que un tercio de la población mundial no dispone de un lugar adecuado para hacer sus necesidades.
Esto acarrea numerosos problemas: violencia, exclusión de las actividades sociales (en particular para las mujeres y los niños), consecuencias para la salud (incluida la propagación de epidemias como el cólera)… La World Toilet Organization, una organización especializada sin ánimo de lucro, promueve este día y numerosos proyectos en todo el mundo.
Así pues, hay muchas cuestiones logísticas y técnicas: fosas sépticas que vaciar, formas de desarrollar retretes secos o de adaptarse al fenómeno de la defecación al aire libre, sistemas de tratamiento y reciclaje de excrementos, o incluso reutilización de excrementos para la agricultura…
Reflejo de las jerarquías sociales
Las actitudes hacia los retretes pueden reflejar jerarquías sociales. Por ejemplo, en Haití, poseer un retrete se ha convertido en un signo de prestigio, sobre todo después del terremoto de 2010, cuando muchas ONG ayudaron a construirlos. Sin embargo, su mantenimiento está encomendado a los bayakous, los vaciadores que realizan su trabajo sin ninguna medida de seguridad ni de higiene, y que son especialmente despreciados por la sociedad.
En toda la India rural, la eliminación manual de residuos sigue siendo la práctica más degradante. Aunque la prohibición de esta actividad se reforzó con una ley en 2013, esta profesión, esencialmente reservada a las castas más bajas, a los “intocables” y a las tribus desfavorecidas, continúa.
Desde 1993, se prohíbe la construcción de retretes secos, pero siguen existiendo y, paradójicamente, se están reactivando –a veces incluso por ONG– por razones de accesibilidad en zonas no conectadas a la red de alcantarillado.
Los retretes secos permiten separar los flujos de residuos, reciclar los recursos residuales y ahorrar considerablemente en el consumo de agua. En Occidente, esta forma ecológica y descentralizada de saneamiento encarna una cierta idea de transición ecológica. Sin embargo, en India, el carácter problemático de su gestión dista mucho de significar eso para las poblaciones más marginadas.
En la práctica, la recogida manual de basuras continúa, con la aprobación de las autoridades locales, en las alcantarillas obstruidas de las grandes ciudades. Las mujeres, en particular, siguen utilizando las manos para limpiar las heces y llevarlas lejos de sus hogares. Los ferrocarriles indios son el otro gran empleador de mujeres y hombres que trabajan como limpiadores manuales. En India, defecar a lo largo de las vías es algo habitual, sobre todo en las ciudades.
Dentro de los campos de refugiados malienses en Níger, las ONG instalaron aseos colectivos en 2012. Rápidamente fueron privatizadas por los nobles tuareg (Imajaghan), que colocaron candados en las puertas para impedir el acceso a los grupos sociales menos privilegiados.
Sin embargo, estos aseos son mantenidos por los Bella (o Iklan), considerados, en esta sociedad altamente jerarquizada, esclavos o sirvientes con pocos derechos y escasa remuneración, que viven al margen de los campamentos y no están autorizados a utilizar los retretes. Van al desierto a hacer sus necesidades. Supuestamente accesibles a todos, los aseos se utilizan para reproducir mecanismos de exclusión y dominación.
Jerarquías espaciales
Los aseos también pueden revelar jerarquías espaciales. Por ejemplo, mientras que las grandes metrópolis han desarrollado en gran medida redes técnicas de alcantarillado, el paradigma de los aseos conectados a una red centralizada parece ahora inadaptado a la morfología de las ciudades del Sur Global.
Demasiado dispersas, fragmentadas y policéntricas, albergan además una gran población flotante que vive en asentamientos informales y que no tiene “derecho” a estar conectada a la red de alcantarillado.
Estas ciudades dependen, por tanto, de infraestructuras descentralizadas o temporales que, en última instancia, se perpetúan mediante diversos dispositivos de mantenimiento. O, como en el barrio de chabolas de Kibera (Nairobi), se desarrollan otras prácticas, como los retretes voladores –bolsas de polietileno que luego se tiran a la basura–.
Lugares violentos
Los retretes también pueden evitarse por miedo a la violencia o la inseguridad.
En todo el mundo, la ausencia de aseos en las escuelas o sus condiciones insalubres excluyen a muchos niños de la educación. Esto es especialmente cierto en el caso de las niñas, que no pueden cambiarse cuando menstrúan y se quedan en casa. La necesidad de orinar en público también plantea problemas en torno al cuerpo de la mujer, porque ellas no pueden hacerlo con la misma facilidad que los hombres. Cuando lo hacen, son vulnerables a un mayor riesgo de agresión sexual.
En los espacios privados y públicos, cuando son compartidos pero no especialmente tenidos en cuenta, como en el contexto de la atención hospitalaria, la instalación y la gestión de los aseos adquieren una importancia real y pueden ser incluso un diferenciador de riqueza.
Una cuestión muy política
Más allá de los tabúes, de lo que no se dice y de los procesos de artealización, los aseos están en el centro de nuestras prácticas cotidianas, pero también de las políticas públicas. Por tanto, son un objeto de estudio que, lejos de ser anecdótico, se encuentra en la encrucijada de cuestiones relacionadas con el cuerpo y la intimidad, los mecanismos de diferenciación y jerarquización social, la economía y las cuestiones éticas.
Ya sean visibles o no, de alta tecnología o rudimentarios, ya hablemos de ellos de forma más higiénica o con familiaridad, la cuestión de los retretes es a la vez universal y todavía poco considerada por las ciencias humanas, aunque últimamente haya habido un incipiente interés académico en el tema. Es un buen comienzo para ver este pequeño rincón del mundo como un testigo importante de los problemas de nuestro tiempo.