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Un hombre con gorro de marinero observa una competición de regatas.
Francisco Franco durante una competición de regatas en la bahía de la Concha en San Sebastián, evento también retransmitido en el NO-DO 1028A. Fondo Marín-Kutxa Fototeka, CC BY-SA

El franquismo en la gran pantalla: historia del NO-DO

28 de diciembre de 1895. Salón Indio del Grand Café de París. Auguste y Louis Lumière proyectan las primeras imágenes grabadas en movimiento de la historia, bajo el título La salida de la fábrica Lumière en Lyon.

Lo que fue una proyección casi exclusiva para un selecto grupo de unos cuarenta espectadores terminó siendo tan fascinante que, más allá de celebrarse como el nacimiento oficial de la cinematografía, daría paso a un fenómeno popularizado nada más alcanzar el novecientos. El cine dominó buena parte del siglo XX, convirtiéndose en un medio de masas que aunaba cultura, entretenimiento, industria, arte… y sueños. A su vez, devenía en un acto, un lenguaje, una expresión de entendimiento universal que enseguida traspasó las fronteras de aquella Francia que lo vio nacer.

En España, tras las primeras exhibiciones cinematográficas en mayo de 1896, el reinado del cine se desarrolló con dos particulares singularidades a partir de la década de 1930.

Por un lado, se consagró el doblaje al castellano de la producción extranjera. Se creó así una tradición y una profesión que empezó con el film estadounidense Rio Rita. Pero se perdió, a largo plazo, la oportunidad de familiarizarse con otras lenguas y se facilitaron la manipulación y la censura.

Por otro lado, durante casi todo el franquismo se impuso la proyección obligatoria de un informativo cinematográfico. Conocido popularmente como Noticiario Español, o más comúnmente NO-DO, su nombre era acrónimo de la empresa estatal que lo dio a luz: Noticiarios y Documentales, artífice de hasta once creaciones cinematográficas varias.

Cabecera del NO-DO.
Cabecera del NO-DO. RTVE

Características e impacto del NO-DO

La dictadura quiso aprovechar un medio que le permitía superar las limitaciones del analfabetismo y que le servía un público cautivo –antes de cualquier película, su emisión y visionado eran ineludibles en todas las salas de exhibición–.

Se beneficiaba también de la falta de competencia respecto de su mensaje y del potencial técnico y sugestivo del cine. Así pudo moldear a su discreción un imaginario social único e indiscutible en buena parte de la población española. Este mensaje, además, se integraba en un ecosistema mediático bajo control directo o indirecto (Falange, Iglesia, Sindicato Único…) del régimen, tanto respecto de su propiedad como de su mensaje e informaciones.


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Ya desde antes y durante la Guerra Civil hallamos precedentes de noticiarios cinematográficos orientados a favor de cada bando –tenemos los ejemplos del Noticiario Español (1931-1938) y Espanya al dia (1937-1938) en la zona republicana y de otro Noticiario Español en la zona sublevada (1938-1939)–. Pero el NO-DO suponía un paso más, al depender directamente del poder franquista y asumir la exclusividad sobre este ámbito. Emitido por primera vez el 4 de enero de 1943, se extendió oficialmente hasta tiempos postfranquistas del 25 de mayo de 1981.

Sin embargo, su época gloriosa empezó a declinar en los años sesenta por la competencia de la televisión (TVE, creada en 1956) que poco a poco le disputaría la exclusividad informativa. Su caída final llegó en la segunda mitad de los setenta, tan pronto como su emisión dejó de ser prescriptiva y los televisores se generalizaron ampliamente en los domicilios particulares, condicionando desde el diseño de las casas a las conversaciones de las sobremesas o los horarios y gustos del entretenimiento.

Con periodicidad semanal, cada pieza contaba con 10 minutos casi exactos para dar a conocer sucesos y actualidades nacionales e internacionales, salvo el episodio inaugural que duró poco más de 23 minutos (llamado pregenérico fundacional).

El NO-DO se caracterizó por tener un formato en blanco y negro acompañado de voces en off masculinas. Esto sólo pudo romperse ya durante la transición a la democracia, cuyos vientos de cambio también impactaron en el noticiario. Prueba de ello son el primer episodio emitido en color (20 de junio de 1977) y el primero en contar con una voz en off femenina (10 de diciembre de 1979).

Imagen de un operador de cámara del NO-DO trabajando.
Imagen de un operador de cámara del NO-DO trabajando. RTVE

Más allá de este paréntesis final, en los años centrales de funcionamiento, el contenido del NO-DO se correspondía, con precisión cirujana, a la ortodoxia autorizada por el franquismo.

Solamente se abordaba aquello que convenía, interesaba y se podía mostrar de manera desenfadada y sin ideología aparente, pero con una gran misión legitimadora de la causa franquista o, cuando menos, edulcorada de la realidad española y mundial. Esta parcialidad se evidencia en temas como la representación de la mujer, la diversidad regional reducida al folclore de Coros y Danzas a mayor gloria de Eva Perón o la celebración de los llamados 25 Años de Paz de Franco.

Aunque había quien se mostraba crítico o inmune a la propaganda, era un medio efectivo para difundir informaciones sesgadas, configurar un pensamiento social homogéneo y adoctrinar y persuadir a su audiencia. Esto lo conseguía mediante unos usos que recuerdan a los realizados por otros totalitarismos contemporáneos como la Italia fascista, la Alemania nazi o la Rusia soviética.

El legado del NO-DO

El cese de sus emisiones nos lega una doble herencia. Por un lado, hallamos el recuerdo en la memoria colectiva. Todavía a día de hoy, su icónica sintonía –obra de Manuel Parada–, la ampulosidad de las voces –con Matías Prats Cañete como locutor más emblemático–, los rancios discursos repletos de latiguillos –“su excelencia el Jefe del Estado”– y tópicos –la reiterada inauguración de pantanos llevó al gracejo popular a bautizar al dictador como Paco Rana– forman parte del bagaje popular. De hecho, incluso quienes no vivieron directamente aquellas emisiones saben identificarlas como sinécdoque del franquismo (véase, por ejemplo, el caso del programa televisivo de sátira política Polònia, emitido semanalmente en TV3 desde 2006).

Por otro lado, está su valor como documento histórico. Su extensa y rica producción cinematográfica –1.966 números en una, dos y hasta tres posibles series (A, B, C) resultando en 4.016 episodios totales– ha sido completamente digitalizada por RTVE y Filmoteca Española. Esto permite a investigadores e investigadoras tomarlo como una fuente de primer orden para el estudio sobre todo del franquismo, pero también de la transición a la democracia, desde múltiples perspectivas.

Precisamente, acerca de estas cuestiones y más, diserta el reciente dossier monográfico “80º Aniversario del noticiario del NO-DO (1943-2023)”, publicado por la revista científica FILMHISTORIA Online. Sometido a la imprescindible crítica de fuentes –especialmente necesaria ante un material tan fascinante como sesgado, tan efectivo como parcial–, el NO-DO se nos revela como una potente herramienta para analizar y ejemplificar el estudio de nuestro pasado reciente.

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