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Gripe en niños: la importancia de la vacunación

“Tengo a mi hijo en casa con gripe, y la mitad de los compañeros de su escuela también han enfermado. Además, uno de ellos ha ingresado en la unidad de pediatría esta semana”. Este comentario real de una madre de un niño de un año ilustra la preocupación de muchos progenitores por una enfermedad frente a la que sus hijos pueden protegerse. En España, la administración gratuita de la vacuna contra la gripe para todos los niños entre 6 y 59 meses comenzó esta temporada en otoño de 2023.

Aunque las coberturas de vacunación en ese grupo de población todavía no están disponibles, las informaciones preliminares indican que son bajas. De hecho, se sitúan muy por debajo de lo que sería deseable.

Una enfermedad mutante

La gripe es una enfermedad infecciosa causada por virus de la gripe pertenecientes a la familia Orthomyxoviridae. Los virus de los tipos A y B poseen antígenos de superficie (hemaglutinina y neuraminidasa) que mutan frecuentemente y dan lugar nuevas cepas. En los países de clima templado como España, estas variantes producen epidemias en la estación fría (finales de otoño e invierno).

El fenómeno de la mutación explica que el comportamiento de la enfermedad cambie cada temporada y que haya que administrar vacunas frente a los virus identificados más recientemente.

Casi siempre leve, pero…

En niños, la gripe se suele presentar con inicio súbito de fiebre, a menudo acompañada de tos no productiva, escalofríos, dolor muscular difuso, dolor de cabeza y malestar general. A continuación, aparecen los síntomas propios de la afectación del tracto respiratorio, que incluyen dolor de garganta, congestión nasal, rinitis y tos. A veces, la enfermedad también se manifiesta con dolor abdominal, náuseas, vómitos y diarrea, y los lactantes pueden sufrir una infección generalizada.

Aunque la mayoría de los niños se recuperan completamente después de entre tres y siete días, cabe la posibilidad de que aparezcan complicaciones como neumonía, otitis y, en menor frecuencia, trastornos neurológicos como encefalitis, meningitis y convulsiones. Particularmente grave es la encefalitis, enfermedad rara con una baja incidencia pero elevada letalidad, sobre todo en menores de cinco años.

La proporción de niños que enferman en cada temporada oscila entre el 20 y el 30 %, dependiendo de los patógenos circulantes. A nivel mundial se estima que cada año se producen más de 100 millones de episodios gripales en menores de cinco años. Los virus de la gripe son responsables del 5 % de las hospitalizaciones por infecciones respiratorias agudas del tracto inferior.

En España, los datos de la vigilancia indican que la tasa de hospitalización en menores de cinco años en la temporada 2019-20 fue de 52,4 por 100 000 habitantes.

Durante el período de 2013-14 a 2019-20, el 43,8 % de los afectados de esa edad que ingresaron en unidades de cuidados intensivos tenía uno o más factores de riesgo (enfermedad pulmonar, cardiovascular, renal, hematológica, inmunosupresión, diabetes o trastornos neurológicos, entre otros), pero un porcentaje mayor (el 56,1 % restante) no los presentaba. De los 16 pacientes fallecidos que se produjeron entre los niños ingresados en dicho periodo, dos carecían de factores de riesgo.

Estudios realizados en otros países también destacan que una proporción significativa de las defunciones en niños por gripe ocurre en individuos previamente sanos.

Las vacunas funcionan

Afortunadamente, para hacer frente a este problema de salud disponemos de herramientas de gran valor: varios tipos de vacunas antigripales inactivadas (elaboradas a partir de virus inactivados y que se administran por inyección intramuscular) y una atenuada (diseñada a partir de patógenos vivos convenientemente atenuados e introducida por vía intranasal).

Los resultados de ensayos clínicos en población pediátrica han mostrado que la eficacia de las vacunas inactivadas oscila entre el 45 % y el 91 %. Son porcentajes que dependen de la mayor o menor concordancia entre las cepas circulantes y las cepas vacunales.

Algunos autores han sugerido que la eficacia de la modalidad atenuada es algo mayor que la de la inactivada, pero un estudio realizado en Finlandia en niños de dos años no detectó diferencias.

Los efectos adversos de las vacunas antigripales inactivadas son transitorios y leves: entre el 5 % y el 12 % de los niños vacunados presentan fiebre, mialgia, cansancio y dolor e hinchazón en el punto de inyección. En el caso de las atenuadas, las reacciones nocivas más frecuentes son congestión nasal y fiebre. Sin embargo, la indicación, como en todas las vacunas, debe de ser realizada por un profesional sanitario.

Estos trastornos no contraindican su administración en la siguiente temporada. Sólo los niños que han tenido una reacción alérgica deben ser valorados para decidir si deben recibirla en otras campañas o no.

Si tenemos en cuenta la alta incidencia de la gripe entre los niños de 6 a 59 meses –produciendo hospitalizaciones, ingresos en unidades de cuidados intensivos e incluso la muerte– y que la eficacia y seguridad de las vacunas disponibles están demostradas, cuesta entender que la cobertura de vacunación sea baja.

Esta situación, común a la observada en otros países, debería hacer repensar las estrategias que permitan mejorar la protección del colectivo infantil mediante la vacunación.


Artículo escrito con el asesoramiento de la Sociedad Española de Epidemiología.


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