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Una persona desesperada da la mano a otra que surge de la posición del espectador

La ciencia al servicio de la prevención de la conducta suicida

Uno de los instantes más recordados de la historia de la televisión en España es aquella famosa frase, casi ya una letanía, del escritor Francisco Umbral reivindicando contundentemente “yo he venido aquí a hablar de mi libro”. Sin embargo, pocos recordarán a qué libro se refería. En el caso que nos ocupa, olvide nuestros nombres y quédese con el título: Manual de Psicología de la Conducta Suicida.

Se trata de una extensa obra escrita con rigor científico por diversos profesionales de la psicología expertos en este campo de conocimiento. Acaba de publicarse y es la excusa para volver a hablar del problema de salud pública de raigambre social y psicológica que constituye la conducta suicida.

“Morir por suicidio es confesar que uno ha sido sobrepasado por la vida o que ésta no se comprende. (…) Vivir, naturalmente, nunca es fácil”.

Son palabras del Premio Nobel de Literatura Albert Camus que ponen de manifiesto la visión que se defiende en las páginas de este manual académico: la dimensión social, contextual y existencial de la conducta suicida y la necesidad de promocionar vidas saludables, construyendo sociedades con valores de cuidado mutuo, vidas valiosas que merezcan ser vividas y contextos robustos y acogedores que promocionen los deseos de vivir.

Necesitamos, en definitiva, que las personas puedan pedir ayuda si los anclajes del sistema de bienestar son insuficientes, los vínculos personales se resquebrajan y la vida se torna dolorosa y hostil. Sin culpa. Sin vergüenza. Sin estigma. Sin dudas. ¿Dónde? En cualquier contexto interpersonal. ¿Cuándo? Siempre que la necesiten. ¿A quién? A cualquier persona dispuesta a cuidar, apoyar y acompañar durante este periodo de crisis vital (familia, amigos, compañeros). ¿Y si la situación es grave? Entonces llame al 112 o al 024 y pida ayuda a los profesionales de salud mental y de servicios sociales.

Un problema que nos afecta a todos

Estamos ante un problema en el que todos estamos implicados. Por ese motivo las estrategias de prevención van desde las medidas de bienestar social, la disminución de las tasas de desempleo, las leyes que promueven la igualdad y los avances sociales, las políticas sobre consumo de drogas y salud mental, hasta la necesaria provisión de plazas para psicólogos en la Administración pública, pasando por los medios de comunicación y los centros educativos, entre otros.

Estas decisiones, si bien son políticas, deberían basarse en criterios científicos. Y la literatura científica es unánime: existen intervenciones eficaces para la prevención del suicidio en el contexto comunitario, social, interpersonal e individual.

El libro se articula desde una perspectiva fenomenológica, contextual, existencial, multifactorial, psicológica y, como suele decirse, basada en la evidencia. Y si hay algo evidente es el necesario cambio de paradigma en el estudio de este fenómeno.

Este manual constituye un verdadero revulsivo contra la idea de ubicar la conducta suicida exclusivamente en el plano “mental” o sanitario, si bien cuenta con capítulos sobre psicoterapia y entrevista clínica escritos desde los actuales paradigmas de conocimiento que, más allá de la quimérica detección de riesgo, abogan por una visión comprehensiva y funcional.

La conducta suicida no puede disociarse de las formas y prácticas de vida socialmente instituidas que se enmarcan en una cultura determinada. De la misma manera, no puede separarse de la relación dialéctica de la persona con su mundo personal de valores y significados, en la que la situación de atrapamiento y desesperanza cobraría especial relevancia.

Se precisa, en consecuencia, una nueva mirada del fenómeno del suicidio, solidaria con la condición humana y la vulnerabilidad existencial, según la cual pueda apreciarse que la conducta suicida es, precisamente, eso: una conducta anclada a un contexto biográfico que pone al límite la vida de una persona.

No se trataría, por tanto, de un síntoma ni de un trastorno, ni tampoco de la consecuencia, complicación o evolución “natural” de los trastornos mentales. Pensar el suicidio más allá de la psicopatología y del modelo diagnosticocéntrico es un imperativo científico y moral, y una tarea pendiente para todos los agentes sociales.

No es un objetivo fácil, pero es un trayecto necesario en el que trata de abrirse camino este nuevo manual, pionero en la psicología académica española y necesario para nuestra profesión y para las disciplinas afines que se ocupan y se preocupan del bienestar de las personas.

La prevención, objeto de estudio

Es un asunto cardinal que comprendamos el drama vital, familiar y social que supone la conducta suicida, telón de fondo e hilo conductor de la conceptualización de este fenómeno. A lo largo de los centenares de páginas de este libro se abordan casi una veintena de capítulos acerca de la conceptualización, la prevención, la intervención, la posvención (la gran olvidada) y las perspectivas y retos futuros de la investigación.

Aunque el tópico del suicidio es antiguo, su prevención continúa siendo un territorio de estudio, con una producción científica que ha crecido de forma exponencial en los últimos años y con la seguridad de que debe ser abordado como un problema de salud pública, esto es, con la participación de la sociedad.

En este contexto, el establecimiento de una ley nacional de prevención del suicidio y la inversión pública emergen como medidas inexcusables.

Una ley de estas características permitiría el reconocimiento explícito del suicidio como un asunto prioritario, proveer de un modelo lógico y un marco estructural de actuación basado en la ciencia, identificar brechas en la legislación y agentes de colaboración, aumentar la sensibilización y la información de los medios, proponer modelos de evaluación y supervisión clínica o establecer actividades curriculares en la educación secundaria obligatoria, entre otras.

Reflexionar y sopesar acerca de qué ontología es más apropiada al estudio científico del suicidio es prioritario. Ello permitirá tomar decisiones informadas y calibrar mejor el tipo de ciencia y metodología de investigación que conviene a su estudio, comprensión, prevención, ayuda y posvención. Y la Universidad debe contribuir de la mejor forma que sabe hacerlo: con rigor, ciencia y conocimiento aplicado.

Por cierto, el libro de Umbral era La década roja. ¿Alguien lo recordaba?

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