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La ciencia del sueño: lo que ocurre en el cerebro cuando cerramos los ojos

El escritor inglés Thomas Dekker (1572-1632) dijo una vez: “Dormir es la cadena de oro que une la salud y nuestros cuerpos”. Sin embargo, esta actividad supone mucho más que una mera fuente de salud para nuestro organismo. Es, y ha sido siempre, un escape pacífico del ajetreo y bullicio cotidianos y un estado de inspiración para el ser humano.

Y a pesar de su importancia, todavía hay mucho que desconocemos acerca de los mecanismos moleculares que inducen el sueño. Aún debemos comprender la compleja red de reacciones químicas que nos llevan a dormir cada noche. Afortunadamente, cada día que pasa, los investigadores obtienen nuevas respuestas y se enfrentan a nuevos e intrigantes misterios sobre la naturaleza de este proceso vital.

Arrojando luz al misterio

“Con la luz adecuada, en el momento adecuado, todo es extraordinario”. Aunque el director de cine Aaron Rose no pretendía hacer referencia a las complejidades del sueño y la vigilia, sus palabras definen de manera sublime el poder de la luz en la regulación de nuestros procesos biológicos.

La luz es una potente señal temporal para el cerebro humano, ya que regula el reloj interno de nuestro cuerpo y los ritmos circadianos. Estos ritmos controlan nuestros cambios físicos, mentales y de comportamiento en ciclos de 24 horas. Y si bien la presencia o ausencia de luz puede parecer un detalle insignificante, es la clave del ciclo sueño-vigilia, un proceso en el que múltiples regiones cerebrales trabajan en armonía.

La distinción entre día y noche se consigue a través de los fotorreceptores, células especializadas de la retina que detectan cambios de luminosidad. Cuando anochece, cesa la captación de luz y esta información es transmitida por distintas regiones cerebrales hasta llegar a la glándula pineal, que recibe la orden de secretar melatonina (la “hormona del sueño”). Esto indica al organismo que se prepare para descansar.

Dormir como un genio: los beneficios del sueño en el cerebro

Según Albert Einstein, “el secreto de la creatividad está en dormir bien y abrir la mente a las posibilidades infinitas”. Además de ser uno de los científicos más destacados de la historia, Einstein era un defensor ferviente de dedicarle tiempo al sueño. Se dice que dormía alrededor de diez horas diarias y que su teoría de la relatividad se le ocurrió mientras realizaba esta actividad. ¿Será que dormir nos hace más inteligentes?

Aunque aún no comprendemos del todo los beneficios que aporta, está claro que dormir es un proceso vital para la salud del cerebro. Durante el sueño, este órgano realiza funciones críticas, como consolidar recuerdos, regular las emociones y reparar células dañadas. La investigación ha demostrado que el sueño adecuado es esencial para el funcionamiento cognitivo. Pero ¿cómo se producen estos beneficios?

Entre las moléculas que desempeñan un papel esencial en el proceso, destaca la adenosina. Este compuesto se produce en el cerebro como consecuencia del consumo de energía, y su acumulación a lo largo del día aumenta la sensación de cansancio y favorece el sueño. Cuando dormimos, los niveles de adenosina disminuyen, lo que permite que el cerebro restaure su energía y repare células dañadas.

También hay que hablar de la serotonina, un neurotransmisor crítico que regula principalmente el estado de ánimo. Durante el sueño, las neuronas productoras de serotonina están activas, promoviendo una sensación de bienestar y relajación. Y en sentido contario, el sueño ayuda a regular los niveles de este neurotransmisor, favoreciendo la estabilidad emocional y una actitud positiva ante la vida.

Finalmente, una molécula llamada factor neurotrófico derivado del cerebro desempeña un asombroso papel en la consolidación de la memoria y el aprendizaje. Durante el sueño, se libera y promueve el crecimiento y desarrollo de nuevas neuronas, fortaleciendo las conexiones neuronales y mejorando, en definitiva, el funcionamiento cognitivo.

Me muero de sueño: las consecuencias de no descansar correctamente

¿Alguna vez se ha preguntado cuánto tiempo puede pasar una persona sin dormir? O ¿qué consecuencias tiene la falta de sueño para el ser humano?

En 1964, Randy Gardner, un estudiante de secundaria de 17 años, se dispuso a romper el récord mundial de permanecer sin pegar ojo. Gardner estuvo despierto once días sin cafeína ni estimulantes.

En este tiempo, Gardner experimentó numerosos síntomas, incluidos cambios de humor, alucinaciones y problemas del habla y memoria. En un momento, afirmó que era un jugador de fútbol profesional e incluso firmó autógrafos para admiradores imaginarios. Al finalizar el experimento, durmió catorce horas seguidas y, a pesar de todo, parece que no tuvo secuelas a largo plazo.

Lejos de este particular caso, en el mundo existen personas que no pueden dormir por motivos muy distintos a una mera motivación personal. El insomnio, la incapacidad para conciliar el sueño o permanecer dormido, puede ser una experiencia frustrante y agotadora, con graves consecuencias para la salud.

Las causas fundamentales pueden ser complejas y variadas, pero la investigación ha demostrado que la alteración de la producción de melatonina desempeña un papel crucial en su desarrollo. Afortunadamente, existen formas de apoyar su producción natural y promover un mejor sueño, como evitar la exposición a la luz azul antes de acostarse y crear un ambiente relajante para dormir.

Los pacientes que sufren de insomnio familiar fatal no tienen tanta suerte. Esta patología neurodegenerativa es causada por una proteína que actúa como agente infeccioso y conduce a la pérdida de la capacidad cognitiva, demencia y, finalmente, la muerte. Aunque sea considerada una enfermedad rara, es un trastorno, actualmente incurable, que nos muestra las consecuencias de llevar al extremo la privación del sueño.

Soñar para vivir

Como hemos visto, existe una fuerte conexión entre el sueño y las enfermedades neurodegenerativas. De hecho, un mal descanso se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar alzhéimer o párkinson.

Las investigaciones han demostrado que, durante el sueño, el cerebro realiza importantes procesos de eliminación de toxinas, incluyendo la proteína beta-amiloide, que se acumula en el cerebro de las personas con alzhéimer. Cuando dormimos poco, o experimentamos un sueño fragmentado, el cerebro no tiene la oportunidad de limpiar estas toxinas, lo que lleva a su acumulación y a la aparición de enfermedades.

Además, la falta de descanso también puede afectar a la producción de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, lo que contribuye a la degeneración neuronal.

Además de vivir para soñar, hemos de soñar pensando cómo queremos vivir.

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