El día 3 de marzo se celebra el Día Mundial de la Audición bajo el lema Un cambio de mentalidad. ¡Que el cuidado del oído y la audición sea una realidad para todo el mundo!
Su objetivo es concienciar a la opinión pública sobre los graves problemas que acarrea la pérdida de audición y unir esfuerzos para combatir, desde la evidencia científica, su incidencia creciente. Porque esta discapacidad, invisible en gran medida, acarrea múltiples consecuencias negativas, tanto a nivel individual como en términos de coste social.
Cifras preocupantes
La pérdida de audición afecta a más de 450 millones de personas en todo el mundo, y se espera que la cifra de afectados por algún tipo de merma en la capacidad de oír siga aumentando. Se ha convertido en un gran desafío para los sistemas sanitarios.
Según el Estudio sobre la Carga Global de Enfermedades, la pérdida auditiva es la cuarta causa de discapacidad a nivel mundial. Aproximadamente, la mitad de las personas en su séptima década (de 60 a 69 años de edad) y el 80 % de individuos de 85 años o más sufren una merma auditiva lo suficientemente grave como para afectar su comunicación diaria.
Debido al envejecimiento de la población en los países desarrollados, la pérdida de audición será una discapacidad cada vez más prevalente. Cuando no está tratada, supone unos gastos anuales de más de 980 000 millones de dólares (algo más de 900 000 millones de euros) a nivel mundial, incluyendo los costes relacionados con la atención de salud, la educación o las pérdidas de productividad. Gran parte de este impacto económico se podría reducir si se pusieran en práctica intervenciones eficaces y planes de prevención bien estructurados.
Oír mal, causa de males mayores
La audición es un sentido imprescindible para comunicarnos y relacionarnos con los demás. Si no se atiende a tiempo, la disminución en la capacidad de recibir estímulos sonoros puede afectar el funcionamiento cotidiano durante cualquier momento de la vida.
Concretamente, la pérdida de audición está asociada a múltiples trastornos, como la depresión, la diabetes, el cáncer, la multimorbilidad, el empeoramiento del funcionamiento físico, el aislamiento social y la mortalidad. Además, es el principal factor de riesgo modificable de demencia en la mediana edad.
Lo que empeora la audición y lo que la protege
Las circunstancias que aumentan la probabilidad de padecer algún tipo de pérdida de audición son conocidas, como la exposición al ruido, el consumo de medicación ototóxica (perjudicial para el oído interno) o las mutaciones genéticas.
¿Y qué podemos hacer en nuestro día a día para proteger nuestras facultades auditivas? Aquí la evidencia científica es más limitada. En los últimos tiempos, se ha observado que ciertos estilos de vida saludables, como no fumar ni consumir alcohol en exceso o realizar actividades físicas, ayudan a mantenerlas.
Además, los expertos han observado que una dieta saludable y una buena calidad del sueño también son beneficiosas para el sistema auditivo. Estos hallazgos científicos pueden ser la clave para poner en marcha intervenciones de prevención de bajo coste dirigidas a la población general.
Una discapacidad estigmatizada e ignorada
En definitiva, la pérdida de audición tiene consecuencias directas en los afectados, como el aislamiento social, lo que a su vez puede desembocar en depresión y soledad.
El mensaje que quiere dar la OMS a la sociedad se resume en los siguientes puntos:
Más del 80 % de las necesidades en términos de cuidado del oído y la audición siguen estando desatendidas en todo el mundo.
La pérdida de audición no tratada cuesta anualmente casi un billón de dólares.
La estigmatización y las ideas erróneas enquistadas en la sociedad son dos factores esenciales que lastran los esfuerzos por prevenir y tratar la pérdida de audición.
Un cambio de mentalidad respecto al cuidado del oído y la audición es clave para mejorar el acceso y reducir el costo de la pérdida de audición no tratada.
Para finalizar, vale la pena citar las palabras del director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus:
“La pérdida de audición ha sido calificada a menudo de ‘discapacidad invisible’ no solo porque no se acompaña de síntomas ostensibles, sino también porque durante mucho tiempo las comunidades la han estigmatizado y los responsables políticos la han ignorado”.