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La selección: la magia del cine

Ir al cine, a compartir una sala a oscuras con desconocidos durante dos horas (por lo menos), es uno de los grandes rituales que nos legó el siglo XX.

Como mostraba Woody Allen en La rosa púrpura del Cairo, pocas actividades esconden tanta magia como el acto de sentarse frente a una pantalla en blanco, olvidarse de la vida durante un rato y zambullirse en una historia ajena. Y aunque ahora las películas se vean de muchas formas y en muchos formatos, aunque las salas no estén tan concurridas (ni haya tantas, ni todos los territorios dispongan de una), el encanto de ver una película se mantiene.

Cuando los pioneros (y las pioneras, ya que fue una industria levantada por muchas mujeres) del cine comenzaron a experimentar con esta tecnología, se dieron cuenta de que tenían que inventarse un nuevo idioma. Manos a la obra, filme a filme, plantearon propuestas que intentaban no solo contar una historia, sino utilizar todo el potencial de las imágenes para concebir una nueva forma de narrar. Gracias al lenguaje cinematográfico ideado por mentes como las de Lois Weber, D.W. Griffith y Cecil B. DeMille, maestros como Carlos Saura, Luis García Berlanga o Juan Antonio Bardem crearon obras maestras del cine español.

La clave de este éxito es que a los seres humanos siempre nos han atraído las historias. Intentamos explicarnos a través de ellas. El cine intenta contar hasta los mayores horrores que hemos vivido con historias concretas que se transforman en universales. Precisamente, este poder de identificación del espectador con los personajes de la pantalla ha hecho que muchos regímenes políticos le hayan prestado una atención específica.

El franquismo es un buen ejemplo. La dictadura elaboró un sistema entero de dominio y censura de la industria cinematográfica para evitar relatos indeseables. Incluso en este ambiente, un puñado de “elementos femeninos” (como decía el reglamento del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas) consiguió abrirse hueco en donde parecía no haber espacio para ellas.

El 10 de marzo se celebra la gala de los Óscar, unos premios que pueden no tener el peso histórico y social de hace unas décadas, pero que todavía marcan el calendario anual. Tal vez no conozcamos a nadie que se parezca a los personajes de las películas nominadas en la “categoría reina”, pero después de verlas podemos decir que entendemos el mundo un poquito mejor.

Y cierro mientras escucho la banda sonora de Cinema paradiso. Es justo admitir que la mitad de la gloria que se lleva esta película corresponde a su compositor, Ennio Morricone. Desde siempre, el cine ha vivido ligado a la música. Ante relaciones tan largas, poco más se puede hacer que rendirse a ella.

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