Como continuación de la política norteamericana que ya reconoce a Jerusalén como capital de Israel y los Altos del Golán como territorio israelí, el pasado 19 de noviembre los Estados Unidos comunicaron un cambio de postura sobre los asentamientos israelíes en Cisjordania y en los Altos del Golán.
Hasta esa fecha Washington los calificaba como “inconsistentes con el derecho internacional”.
Los que plantean la ilegalidad de los asentamientos basan sus argumentos en que serían contrarios al artículo 49 de la Cuarta Convención de Ginebra por la que se prohíbe que la potencia ocupante traslade su población al territorio ocupado. A partir de ahora, sin declararlos legales expresamente, dejan de ser considerados un obstáculo para la paz.
Pero, ¿qué son los asentamientos? Se trata de una herramienta israelí surgida tras la aplastante victoria sobre los árabes en la Guerra de los Seis Días en 1967.
La gran cantidad de territorio ganado en la contienda (Gaza, Cisjordania, el Sinaí, Jerusalén Este y los Altos del Golán) sirvió para expropiar a la población árabe y condenarla a vivir en ciudades aisladas como paso previo a la reubicación de miles de judíos –en su mayoría ultraortodoxos y sionistas religiosos– que se convertían en colonos de esa tierra.
Más allá de su función demográfica, los asentamientos han sido utilizados por Israel como un ordenador del territorio, que permite unir zonas separadas por las guerras –Ramat Eshkol une el Monte Scopus con Jerusalén Oeste, por ejemplo–, al tiempo que aísla los principales núcleos urbanos palestinos (Elon Moreh, en Nablus).
Si bien es cierto que esta política no ha cesado desde 1967, su calificación jurídica sí que ha evolucionado.
En un primer momento Israel expropiaba la tierra a los palestinos alegando la necesidad de dotarla de un uso militar, pero esta opción fue anulada por el Tribunal Supremo Israelí en 1979. Por ello, Israel se vio obligado a cambiar su argumentación jurídica y consideró que esas zonas eran “Terreno Estatal”.
Desde el año 1997 y, sobre todo, tras la firma de los acuerdos de Oslo, y para mantener su política de asentamientos, Israel ha ido incorporando otras figuras como “zonas militares cerradas”, “zona de costuras” o “áreas especiales de seguridad”.
Mención especial merecen los denominados asentamientos outpost, establecidos sin el consentimiento del Estado de Israel, aunque una vez construidos sí que reciben protección por parte de las fuerzas de seguridad israelíes. En total se calcula que existen 135 asentamientos de este tipo frente a los 125 patrocinados por el Estado de Israel.
Aunque los asentamientos se establecieron en todos los territorios reconquistados tras la Guerra de los Seis Días, en la actualidad solo se mantienen en los Altos del Golán y en Cisjordania. Los primeros asentamientos que se desmantelaron fueron los del Sinaí, por ser este uno de los puntos presentes en los acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto en 1978.
También se desmantelaron importantes asentamientos como el Neve Dekalim o el Kfar Daram como parte del plan de retirada unilateral de Gaza, lo que supuso duros enfrentamientos entre los colonos y las fuerzas de seguridad israelíes. En Kfar Daram los colonos llegaron incluso a encerrarse en la sinagoga provocando duras imágenes entre colonos y policías que polarizaron aun más a la complicada sociedad israelí. Estos actos dieron lugar al auge de partidos extremistas que han polarizado el clima en el parlamento de Israel, la Knéset, pidiendo más contundencia con los palestinos y más apoyo a los colonos.
Precisamente por su capacidad para minar la viabilidad de un (hipotético) futuro estado Palestino, los asentamientos han sido y son uno de los principales escollos en las conversaciones de paz entre Israel y Palestina.
Sin remontarnos al siglo pasado, podemos destacar el Plan Olmert (2009), la Conferencia de Anápolis (2010) o los Planes propuestos en 2013 y 2014 por John Kerry, secretario de Estado con Barack Obama, como ejemplos de conversaciones de paz que se fueron al traste por desacuerdos suscitado por los asentamientos. Esta condición de elemento polarizador, e incluso destructivo, también se ha traducido en excusas para cometer actos de violencia contra la otra comunidad.
Así, podemos afirmar que, en los últimos años, si bien es cierto que los atentados palestinos en suelo israelí han descendido notablemente debido a la conclusión del proyecto de construcción del muro de seguridad de Cisjordania, que ha dejado dentro de la zona israelí 81 asentamientos, sobre todo aquellos que están en Jerusalén Oriental, los ataques contra población judía residente en los asentamientos han sido cada vez más frecuentes y, sobre todo, más crueles.
En 2014 tres jóvenes colonos en la zona de Gush Etzion fueron secuestrados y asesinados, lo que, a su vez, propició el asesinato de un joven palestino de Jerusalén. Estos hechos inspiraron la serie de televisión Our Boys.
En los próximos días asistiremos al desenlace de la incertidumbre política derivada de la repetición de las elecciones en Israel, que podrían ser las terceras en doce meses si no hay acuerdo para un gobierno de coalición antes de mediados de diciembre.
Si bien es cierto que algunos partidos en la izquierda israelí se han mostrado más críticos con los asentamientos, la necesidad de contar con los partidos religiosos y con algunos partidos seculares, como Israel Beitenu, dotan a los asentamientos de una salud de hierro, ya que éstos son considerados por buena parte de los partidos políticos israelíes como una política de estado.