Menu Close
Una mujer sentada en un sofá hablando con una niña
Muchos padres y madres que dominan otros idiomas aprendidos tras ser hablantes competentes del español como lengua materna se plantean “regalárselos” a sus hijos. Fizkes/Shutterstock

No soy nativo: ¿debería hablar a mis hijos en inglés? Diez claves prácticas para conseguirlo

Mucho se ha escrito y debatido sobre el proceso de adquisición de segundas y terceras lenguas en el ámbito familiar, así como los beneficios de aprender idiomas y su impacto positivo en la educación.

Con esta idea, muchos padres y madres que dominan otros idiomas aprendidos tras ser hablantes competentes del español como lengua materna se plantean “regalárselos” a sus hijos. Un regalo que consiste en ayudarlos a adquirir de manera intuitiva, al mismo tiempo que la lengua nativa, ese segundo idioma.

¿Cómo? Hablándoles directamente en él. Convirtiéndolo en el idioma de casa. ¿Funciona esta estrategia? ¿Cómo de costoso puede ser ponerla en marcha y renunciar a la comodidad de usar simplemente la lengua nativa como lengua de comunicación familiar?

Si decidimos lanzarnos, es importante que antes de comenzar pongamos sobre la mesa las claves que nos llevarán a conseguir que nuestros hijos e hijas puedan llegar a desenvolverse en la lengua que con tanto tiempo y esfuerzo hemos logrado asimilar.

1. Es para siempre, ¿está seguro?

Lo primero que debemos preguntarnos es si se trata de una idea realista. Es decir, ¿me siento lo suficientemente cómodo en la segunda lengua como para expresarme con libertad y fluidez en cualquier situación? ¿Puedo encontrar el término adecuado incluso cuando estoy nervioso, cansado, triste, preocupado, enfadado, emocionado o feliz?

Recordemos que la clave del éxito es la consistencia y la permanencia en el tiempo. Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, lo ideal es comenzar a exponer a los niños a nuestra segunda lengua desde su primer día de vida aprovechando el “período crítico de adquisición” y comprometerse a dirigirse a ellos siempre en dicho idioma.

2. Una persona, un idioma

El método OPOL (one person, one language), también conocido como “una persona, un idioma”, es una práctica común para el desarrollo de habilidades bilingües en bebés y durante la infancia.

Fue el lingüista francés Maurice Grammont el primero en acuñar el término al observar los resultados en familias con miembros con distinta lengua materna.

Desde 1902, sus tesis han sido ampliamente estudiadas: es crucial que el niño diferencie y asocie cada lengua a una persona o a un contexto. Al principio es normal que mezclen los idiomas o apliquen las mismas reglas sintácticas a ambas lenguas. En cuestión de tiempo y de manera natural y con una exposición equitativa a ambos idiomas aprenderán a distinguirlos.

De manera natural, los niños aprenden a dirigirse a cada progenitor en su lengua. En aras de la comunicación familiar, siempre puede optarse por una lengua común cuando la familia está reunida.

3. Preparar, anticipar vocabulario y contexto

Del mismo modo que no improvisamos una presentación en el trabajo o en la universidad, es importante estar bien preparados. Cuando hablamos con nuestros hijos vamos a necesitar un lenguaje que no se aprende con los libros: el registro es clave.

Piensen que, en español, por ejemplo, solemos preguntar a los niños tras una caída si se han hecho “pupa” y no si “han resultado heridos” (como diríamos en un registro estándar). Vale la pena empaparse bien de vídeos de padres y madres nativos hablando a sus hijos (en redes sociales) y anotar todo ese vocabulario y expresiones que podamos necesitar: “quedarse frito”; “ser molón o molar”; “babear”; “limpiar las legañas”; “hacerse un chichón”; “hacer albóndigas o hurgarse la nariz”; “eructar”; “tener hipo”; “echar la bronca” o “tener los cromos repes” son algunos ejemplos.

Parece muy obvio, pero hay que recordar que una visita al parque puede ser todo un reto si no conocemos el vocabulario: “tobogán”; “columpio”; “sube y baja”; “barras de equilibrio”; “rueda” o el “juego de la rayuela”. Podemos prepararnos con diccionarios ilustrados que ofrecen infinidad de contextos si no queremos morir en el intento.

4. Espacios para la inmersión lingüística

Vivir en un país de lengua hispana y educar a nuestros hijos en una lengua extranjera puede convertirse en una hazaña. Una vez empiezan a ir a la escuela, sobre todo si no es bilingüe, es probable que pasen más tiempo expuestos a la lengua del país, por lo que deberemos desarrollar nuestra imaginación y buscar una forma de compensar este desequilibrio en la exposición a ambos idiomas.

Una mujer lee un libro en la cama a unos niños.
Mark Zamora/Unsplash

La inmersión y el “input comprensible” son clave para conseguirlos. Ir al cine en versión original, los dibujos animados, los cuentos, las canciones, hacer amiguitos bilingües (cada vez hay más familias multiculturales) y, ¿por qué no?, los niños influencers de YouTube en dicha lengua van a ser nuestros mejores aliados.

Es posible que tengamos que sacrificar una parte importante de nuestra esencia, como pueden serlo las canciones que nos cantaban a nosotros cuando éramos pequeños. De este modo, habrá que buscar los equivalentes de “Un elefante se balanceaba” o “El señor Don Gato” en el idioma en cuestión.

5. Flexibilidad

Conforme el niño vaya creciendo van a darse momentos en los que exprese las situaciones que le preocupan de una manera más libre y natural en la lengua del contexto en el que han sucedido, por ejemplo, un pequeño conflicto en el patio del colegio.

Aunque, como padre o madre, sigamos el método OPOL a rajatabla, no parece muy recomendable demandarles el uso de la lengua en ese momento pues podría interferir e incluso llegar a cohibir este tipo de interacciones tan necesarias con los progenitores. Una vez tengamos la información controlada podemos recapitular y reordenar los hechos en la segunda lengua.

6. Obviar los comentarios

Las críticas van a llegar. Hay personas a las que les puede molestar no enterarse de una conversación si están presentes o el hecho de que hablemos en lengua extranjera con lo “bonito y rico que es el español / el catalán / el gallego / el euskera”.

Recordemos nuestro propósito: que su hijo aprenda los dos idiomas como si ambos fueran los primeros y avancemos con paso firme.

7. Aburrirse en la clase de inglés

Esto puede ocurrir si es la lengua inglesa la que utilizamos en casa. Puede que valga la pena hablar con los educadores para poder diseñar un plan adaptado a las necesidades de estos niños.

De este modo podrán seguir aprendiendo el idioma no como lengua extranjera sino como una segunda lengua con el fin de que aprovechen las sesiones y no se conviertan en los eternos ayudantes.

8. Desarrollo del lenguaje diferente al monolingüe

Existen publicaciones que refieren a estudios en los que se indica que apostar por el bilingüismo puede ocasionar problemas de tartamudez o retraso de lenguaje, pero recientemente se están llevando a cabo investigaciones que no encuentran una conexión tan evidente entre el cerebro bilingüe y el habla tardía o trastornos de la fluencia verbal.

Es cierto que adquirir dos lenguas de manera simultánea genera una modificación funcional y estructural del cerebro y esto lleva su tiempo.

Hay que ser paciente y alabar los esfuerzos de sus hijos. Esperar a que terminen lo que quiere decir y evitar corregirles constantemente, pues esto podría generar ansiedad e inseguridades. Busquemos el momento en el que el niño o niña esté más relajado y dispuesto a entablar conversación o a repetir una palabra o una frase completa.

Si estas patologías se prolongan en el tiempo, podemos consultar a un fonoaudiólogo, logopeda o psicólogo especialista en trastornos del lenguaje.

Una familia sentada en la cama atenta a una de las niñas que está haciendo una foto con el móvil.
Hay que ser paciente y alabar los esfuerzos de sus hijos. Esperar a que terminen lo que quiere decir y evitar corregirles constantemente. Jonathan Borba / Unsplash

9. Estrategias para evitar bloqueos

Enseñar una segunda lengua requiere una serie de estrategias y metodologías que son bien conocidas por los profesores de idiomas. De algún modo, como padres, vamos a adoptar rol docente con lo que sería interesante conocer algunas técnicas que ayuden a desbloquear a los niños cuando no encuentran el término exacto o no saben cómo expresar una idea.

A veces basta con empezar nosotros la oración o palabra para que ellos la completen. También podemos dar varias opciones a modo de ejercicio multiple choice o animarles a descartar el término incorrecto (odd one out). Lo importante es que se sientan cómodos y les dejemos su espacio para pensar y preparar lo que quieren decir.

10. Seamos ejemplo, busquemos ejemplos

Uno de los mayores miedos de los padres no nativos que se embarcan en la aventura de dejar en herencia el privilegio de hablar más de una lengua es el traspaso y fosilización de sus propios errores (gramaticales, vocabulario, pronunciación).

Hoy en día existen una serie de recursos gratuitos (audiolibros, diccionarios de pronunciación, aplicaciones para mejorar la comprensión oral y expandir vocabulario o expresiones idiomáticas) al alcance de todos que podemos utilizar para sentirnos más seguros en el dominio de la segunda lengua. Antes de leer un cuento a nuestros hijos, nos podemos asegurar de que lo hemos leído o escuchado antes para anticipar problemas de comprensión pero, sobre todo, de pronunciación.

No cabe duda alguna de que nos encontramos ante un escenario complejo en el que han de tenerse en cuenta muchos elementos (como el entorno, tiempo, exposición, factor socioafectivo, salud y desarrollo infantil, por ejemplo).


Estas recomendaciones han sido recogidas teniendo en cuenta también la experiencia de una familia valenciana que, hace siete años, salió del hospital hablando en inglés a sus hijos recién nacidos ante las miradas escépticas de familiares y amigos. A día de hoy siguen disfrutando y aprendiendo con películas y literatura en versión original y haciendo planes de viajes y experiencias educativas en el extranjero en familia.

Want to write?

Write an article and join a growing community of more than 182,600 academics and researchers from 4,945 institutions.

Register now