La memoria humana es paradójica. Investigaciones del autor demuestran que no somos capaces de recordar los detalles de monumentos emblemáticos y de otros objetos omnipresentes en la vida cotidiana.
Cada 11 de abril se celebra el Día Mundial de la enfermedad de Parkinson, una enfermedad producida por la muerte de las neuronas que producen dopamina, conocida como la molécula de la felicidad.
La liberación de dopamina y oxitocina durante la escucha de música puede aumentar el sentimiento de sentirnos bien y facilitar la conexión con otras personas.
De los tres tipos de memoria (sensorial, de trabajo y de largo plazo), las dos últimas son indispensables para aprender. Hay que enseñar a trabajarlas en clase para evitar la memorización sin sentido.
A menudo hablamos de demencia para referirnos a la pérdida de memoria en personas mayores. Sin embargo, esta no es una consecuencia normal del envejecimiento, sino una patología asociada a él.
El lugar donde almacenamos los recuerdos de la música podría ser un área del cerebro que queda preservada en las personas con alzhéimer, lo que explicaría que recuerden canciones de la infancia.
Los olores llegan a los lugares del cerebro relacionados con nuestro mundo interior, donde se almacena nuestro acervo emocional. De ahí que determinadas sustancias o alimentos nos evoquen recuerdos.
El desayuno tiene efectos saludables en general, entre otras cosas porque ayuda a prevenir la ganancia de peso a largo plazo, tanto en niños como en adultos. Ahora bien, desayunar no siempre mejora la atención, memoria y rendimiento cognitivo. ¿De qué depende?
¿Quién no ha puesto la casa patas arriba buscando unas llaves, un libro o cualquier otro objeto que parece que se ha tragado la tierra? Los seres humanos disponemos de un don innato para el olvido. Paradójicamente, a veces no logramos borrar de la memoria experiencias ingratas.
A veces se nos olvida en qué día de la semana vivimos, perdemos las llaves del coche o nos olvidamos del nombre de esa vecina de toda la vida. Y creemos verle las orejas al lobo del alzhéimer. ¿Cómo distinguirlo del envejecimiento normal?
De todos los neurotransmisores del cerebro, el más concentrado es el ácido glutámico. Gracias a él podemos leer, pensar, respirar y otras funciones vitales. Y tiene mucho que ver con la intoxicación que causa la comida contaminada en una marea roja.
La toma de decisiones no solo depende de nuestro criterio consciente: el cerebro, la memoria y los caminos que ambos delimitan ante situaciones similares tienen mucho que decir al respecto.
Si nos detenemos un momento a pensarlo, probablemente podamos identificar algún episodio del pasado en que un olor repentino nos “transportó” hasta recuerdos remotos. ¿Por qué tiene ese poder evocador? La neurociencia lo explica.
Aunque suene paradójico, para aprender, para recordar, hay que olvidar. El sueño es uno de los mecanismos de los que el cuerpo dispone para consolidar y “eliminar” parte de la información a la que nos vemos expuestos diariamente.
Un estudio revela que estamos más interesados en la música de nuestra juventud, no porque pensemos que es mejor que la música de otras épocas, sino porque está íntimamente ligada a nuestros recuerdos personales.
Las personas tendemos a sobreestimarnos en muchos aspectos de la vida: somos los más honestos, las mejores personas, los más observadores… Hasta que nos preguntan por nuestra capacidad para recordar los nombres de los demás. En eso ya no somos tan buenos.
Profesora del Departamento Psicología/ Psicología Básica. Grupo de investigación HUM-891 Investigación en Neurociencia Cognitiva, Universidad de Almería
Doctor en Psicología Clínica. Director del Máster en Gerontología y Atención Centrada en la Persona (Universidad Internacional de Valencia), Universidad Internacional de Valencia