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¿Por qué es necesaria una asignatura de educación sexual?

Ana, de 9 años, es una gran fan de Rosalía y sigue todas sus canciones con devoción. Un día escuchó a algunas amigas en la escuela hablando sobre su nueva canción llamada Hentai. Intrigada por el título y emocionada por escuchar algo nuevo de su ídolo, esperó ansiosa a llegar a casa para buscarla.

Tan pronto como llegó a casa, Ana se sentó frente al ordenador y escribió “Hentai Rosalía” en el buscador de Google. Al presionar enter, la pantalla se llenó de resultados y, sin prestar mucha atención, hizo clic en el primer enlace que parecía llevar a un sitio web de música.

Para su sorpresa, en lugar de hallar la canción que buscaba, se encontró con una serie de enlaces a páginas con contenido pornográfico. Ana se quedó petrificada al ver las imágenes y se sintió incómoda y sin saber qué hacer. No entendía por qué estaba viendo eso cuando solo quería escuchar la nueva canción de Rosalía.

El ejemplo de Ana es solamente una de las múltiples maneras en las que las y los menores pueden encontrar sin buscarlo contenido no apto para su edad o grado de madurez. La combinación internet-dispositivos móviles los expone a una gran cantidad de información muy difícil de controlar y gestionar.

¿Cómo evitar potenciales situaciones desagradables o incluso traumáticas que violan los derechos de la infancia? Pese a que los adultos podemos tener cierto grado de control, o a que existen mecanismos con los que determinados contenidos deberían resultar bloqueados si el usuario así lo establece, es imposible garantizar la ausencia total de riesgo. Por eso, una de las mejores maneras de combatir las desinformaciones y contenidos inadecuados a las que se pueden ver expuestas las niñas y los niños es una educación sexual integral (ESI) en las escuelas, basada en la evidencia y libre de prejuicios.

Una herramienta para conocerse

Somos seres sexuados, y la educación sexual nos prepara desde la infancia en la construcción de nuestra personalidad, sienta las bases de una buena autoestima y nos enseña a mantener relaciones de afecto positivas.

La educación sexual va mucho más allá de la mera transmisión de información sobre cuestiones anatómicas, uso adecuado de anticonceptivos o prevención de infecciones de transmisión sexual. Implica proporcionar herramientas para conocerse, aceptarse y capacitarnos para tomar decisiones informadas y saludables sobre nuestra sexualidad y nuestras relaciones. Se trata de algo crucial para nuestro bienestar y desarrollo personal.


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Prevención de la violencia sexual

Otro aspecto importante de la educación sexual es su papel en la prevención de la violencia de género y las violencias sexuales. Al reflexionar sobre cuestiones como la empatía, el consentimiento, la responsabilidad afectiva, los límites personales y el reconocimiento de las diferentes orientaciones sexuales y expresiones de género, estamos contribuyendo a crear una cultura de respeto en las relaciones interpersonales, proporcionando espacios seguros y acogedores para todo el estudiantado.

La investigación ha demostrado consistentemente que recibir educación sexual no hace a las personas más propensas a tener relaciones sexuales, pero sí aumenta las probabilidades de tener relaciones sexuales más seguras y evita en gran medida que se participe en prácticas no placenteras.

La pionera, Suecia

En Europa, el primer país en implantar la educación sexual como asignatura obligatoria fue Suecia en 1955.

En España, la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE) mantiene la educación sexual como algo transversal en el currículo, pero no reserva ningún espacio, ni establece unos contenidos a abordar. Esto es, la permite pero no la garantiza. La única asignatura obligatoria en la que se aborda esta temática es en Biología, pero ciñéndose a la explicación del aparato reproductor, a pesar de que diferentes organismos internacionales han puesto de manifiesto los beneficios de la misma.

Si bien existen estándares de educación sexual para Europa, las situaciones entre países son bien distintas y existe escasa influencia entre unos y otros para el desarrollo de las políticas de educación sexual.

Captura de pantalla.

Adolescentes sexualmente activos

En España se ha observado una disminución progresiva en la edad de inicio de la actividad sexual, que algunas autoras sitúan en 13,8 años. Esta cifra, que varía en función de la fuente consultada y el momento temporal, es menor que la de otros países como Francia, pero más elevada que la de Suecia.

En cualquier caso, no es fácil alcanzar un consenso político y social en este ámbito y, hasta donde nuestro conocimiento alcanza, en todos los países existe descontento por cómo la educación sexual es abordada. En Francia, donde desde 2001 la educación sexual debe estar presente desde infantil con tres sesiones anuales, pero la realidad es que esto no se está haciendo en todas las escuelas.

En Suecia, la educación sexual comienza a los 11 años, pero las quejas de estudiantes y docentes ponen de manifiesto que la misma no responde a las expectativas, en la mayoría de los casos por falta de competencia del profesorado.

Y en España, se delega la misma a organizaciones externas que acuden a los colegios por petición de las AMPAS y de manera puntual.

La pornografía llega antes que la realidad

La edad media de acceso a la pornografía se sitúa entre los 9 y los 11 años, teniendo lugar en algunos casos el primer acceso a los 8 años, con el coste personal, social, educativo, familiar, psicológico y educativo que acarrea.

Como señala el experto Alejandro Villena, que una persona la consuma de forma esporádica, sin desarrollar una adicción, no evita las consecuencias a nivel personal, además de que contribuye a dar una visión de las relaciones sexuales poco realista y desigualitaria.


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Las consecuencias de no saber

Los Estados que tienen educación basada únicamente en la abstinencia tienen tasas más altas de embarazo e infecciones de transmisión sexual que aquellos con una educación sexual más integral. La falta de este tipo de educación también está directamente relacionada con tasas más altas de violencia sexual.

Por el contrario, en los países en los que se imparte de forma obligatoria las relaciones sexuales son más tardías y seguras, aumenta el uso de anticonceptivos, disminuyen los embarazos no deseados y la transmisión de infecciones, e incluso se reducen los comportamientos violentos y los estereotipos de género.

¿Cuándo y dónde?

La responsabilidad actual del personal docente no incluye el ámbito de la educación sexual como parte de su responsabilidad profesional. Tampoco existe un espacio curricular específico para abordar la temática. Y muchos reconocen no tener preparación para abordar la educación sexual en su aula.

Por ello, el desarrollo de programas para capacitar a las y los docentes son fundamentales como paso previo a la implantación de una asignatura específica.

Así, si la evidencia muestra que la educación sexual temprana lleva a la prevención del abuso sexual infantil, puede contribuir al desarrollo de relaciones saludables y placenteras, la apreciación de la diversidad y la prevención de la violencia, debemos apostar por abordarla como parte de la educación formal. Sobre todo por las implicaciones que tienen en el desarrollo integral de niñas, niños y adolescentes.

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