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Un hombre vestido de época y con la cabeza y la cara vendadas.
Imagen de la obra ‘Amar el día, aborrecer el día’, sobre textos de María de Zayas y Sotomayor. Cía: La Quadrille (Argentina) Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro / Flickr, CC BY-NC-SA

¿Qué escritor se esconde tras las faldas de María de Zayas?

María de Zayas es una novelista española del siglo XVII que escribió dos espléndidas obras: Novelas amorosas y ejemplares (1637) y Parte segunda del sarao y entretenimiento honesto (1647) –conocida como Desengaños amorosos–. También escribió una comedia, La traición en la amistad.

En el prólogo al lector de las Novelas hace una encendida defensa de la capacidad intelectual de la mujer: “si en nuestra crianza, como nos ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos y para las cátedras como los hombres”.

Sin embargo, al acabar sus Desengaños, el lector puede quedar asombrado ante unas palabras suyas porque, después de defender a todas las mujeres (“aunque sean malas”) y desafiar al que hable mal de ellas, dice: “Y como he tomado la pluma […] en su defensa, tomaré la espada para lo mismo, que los agravios sacan fuerzas donde no las hay; no por mí, que no me toca, pues me conocéis por lo escrito, mas no por la vista; sino por todas, por la piedad y lástima que me causa su mala opinión”.

Ausencia de datos

“Me conocéis por lo escrito, mas no por la vista”. ¿Qué significa tal afirmación? ¿Y por qué dice antes que la defensa de las mujeres no le toca?

Dibujo de María de Zayas y Sotomayor.
Dibujo de María de Zayas y Sotomayor. Wikisource

Pues porque, a pesar de que resulte controvertido, existe una explicación diferente a la establecida en cuanto a la identidad de la escritora: es un hombre quien se esconde tras las sayas o faldas de María. Ella es solo un nombre, un heterónimo del escritor. Por eso nadie la puede conocer “por la vista”.

Un vejamen –sátira literaria en verso– de 1643 del poeta catalán Francesc Fontanella parece ridiculizar a María de Zayas. En realidad, sin embargo, está desvelando su identidad escondida:

Doña María de Zayas

viu ab cara varonil,

que a bé que «sayas» tenía

bigotes filava altius.

Y esa cara varonil con la que vive y esos bigotes que “hilaba altivos” se completan con los versos siguientes:

Semblava a algun cavaller,

mes jas´ vindrà a descubrir,

que una espasa mal se amaga

baix las «sayas» femenils.

María de Zayas se parece a un caballero, y Fontanella está seguro de que se descubrirá quién es porque una espada se esconde mal bajo las femeninas faldas.

No hay dato alguno que nos permita identificar a la escritora con la partida de bautismo de una María de Çayas que exhumó Serrano y Sanz ni con las tres –no una– actas de defunción de personas con tal nombre.

Sí que hay registro de las alabanzas que le prodigan dos grandes escritores. Uno de ellos es Lope de Vega, quien la consideró “inmortal” en su Laurel de Apolo (1630), aunque por entonces ella solo había publicado unos pocos poemas. Pero el poeta tenía razón, porque la muerte no acaba con un cuerpo inexistente.

¿Qué escritor se esconde tras las sayas de María?

La hipótesis que presento es que quien se esconde tras el nombre de la autora es el otro escritor que la alaba. Lo hace en dos poemas en los preliminares de las Novelas amorosas y ejemplares y en una de sus propias obras, La garduña de Sevilla: Alonso de Castillo Solórzano, el novelista más prolífico del siglo XVII.

Castillo Solórzano también escribió numerosas colecciones de relatos. Las dos últimas –parece que ya póstumas porque se apunta a 1647 o 1648 como posibles fechas de su muerte– son Sala de recreación (1649) y La quinta de Laura (1649), ambas impresas en Zaragoza, como las dos obras de Zayas (en 1637 y en 1647). Y ambos, las obras de Zayas y el prolífico escritor, “desaparecen” al mismo tiempo.

Él es, además, quien escribe el anónimo “prólogo de un desapasionado” que precede a las Novelas de Zayas. Tras alzar a la autora hasta el cielo (a pesar de su “desapasionamiento”), lo cerrará callando alabanzas: “la mayor que le da la mía [mi pluma] es el dudar celebrarla, quedándose en silencio”.

Portada de las _Novelas amorosas y exemplares_ atribuida a María de Zayas.
Portada de las Novelas amorosas y exemplares atribuida a María de Zayas. BNE, CC BY

Las palabras y las ideas de ese prólogo se ilustran con otras iguales que el novelista incluye en sus obras y que desvelan su anonimato. También pueden encontrarse numerosas concordancias de asuntos en sus novelas y en las de Zayas: el vestido prestado, el fantasma, el asesinato en la cama, la cabeza cortada, travestismos, falsificación de papeles, etc. Pero no solo es la repetición de argumentos el puente entre las novelas de Zayas y Castillo, sino motivos literarios, técnicas narrativas, rasgos de estilo…

Las mujeres retratadas

Veamos la novela El prevenido engañado de María de Zayas.

Un noble granadino, don Fadrique, se enamora de una bella dama con la que quiere casarse. Ella le da largas porque tiene un amante. Él lo descubre y acaba haciéndose cargo de la niña a la que la mujer da a luz y abandona. Posteriormente, don Fadrique corteja a otra dama y se entera de que la lujuria de esta ha llevado a la muerte a su pobre esclavo negro, con quien se acostaba. Declara entonces que no hay que fiarse de las mujeres “y más de las discretas, porque de muy sabias y entendidas daban en traviesas y viciosas, y que con sus astucias engañaban a los hombres”.

Finalmente don Fadrique decide casarse con una joven boba. Sin embargo, ella también le engaña. Y no solo eso, sino que se lo dice. El noble rectifica y concluye que sí que es preferible elegir como esposa a una discreta. Después de todo, si falta a las leyes del honor, al menos calla.

En El prevenido engañado las peripecias vividas por don Fadrique son un escaparate de burlas, engaños y maldades de mujeres inteligentes: la imagen pintada de la mujer no puede ser más negativa, lo mismo que la conclusión a la que llega el protagonista.

Al descubrir el rostro del novelista tras el nombre de esa dama nunca vista, todo está mucho más claro. En sus novelas hay un doble discurso: el programático en defensa de la mujer, porque ese es el objetivo del disfraz, y las historias, donde la actuación de las damas es a menudo parecida a la de los galanes: desprecian, engañan, matan, son tan crueles como los hombres, a veces incluso más.

Críticas a la autoría

La reacción a la hipótesis de que “María de Zayas” es un heterónimo de Castillo Solórzano ha sido negarla sin aportar pruebas de la existencia de la supuesta novelista. Pero no se han podido desmentir ni sus palabras literarias –“me conocéis por lo escrito, mas no por la vista”–, ni lo que dice uno de los poemas de los preliminares de sus Novelas –“ni eres mujer ni eres hombre”–, ni la referencia de Francesc Fontanella.

Se conserva en la Biblioteca Nacional de España un supuesto autógrafo de su única comedia, pero solo puede afirmarse que alguien copió (y se equivocó a veces al copiar) el texto y puso al final «dona mª de cayas». Nada más.

Conocemos a Zayas por lo escrito, pero vemos asomar tras sus palabras a otra figura: a Alonso de Castillo Solórzano.

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